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 MI PASADO MI PRESENTE MI SONRISA

MI PASADO MI PRESENTE MI SONRISA

Meganluciana

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5
Capítulo

El concepto de "Mujer" puede significar muchas cosas, entre ellas valentía, fuerza, amor y miles de palabras que serian insuficientes para describir al ser más hermoso que pudo haber existido nunca. Ser mujer representa un reto que debe ser enfrentado día con día, una lucha constante que demuestra el valor y el hecho de que ellas tienen el poder de hacer muchas cosas más de las que la misma sociedad espera de ellas. Una mujer es trabajadora, tanto fuera como dentro de su hogar, ella cumple con miles de funciones por lo cual se vuelven infinitas, como el amor que tienen por sus hijos. Una mujer es sinónimo de lucha, ser mujer es saber que se necesita de fuerza, que por naturaleza todas tenemos. Es una presión que puede acabar con tus ánimos, pero a pesar de ello, te atreves a demostrar lo que vales, tu verdadera fuerza y no tu debilidad, es cuando ser mujer se vuelve algo más que solo el género, se vuelve un don. Entre estas páginas y entre estos párrafos se contarán historias, historias que forman una pequeña parte de lo que son ahora mujeres fuertes, valientes y sobre todo llenas de amor, mujeres que se atrevieron a relatar lo que pudo haber marcado su vida o lo que bien pudo haber representado una etapa, que las haría ver el inmenso valor que tienen y siempre tendrán.

Capítulo 1 Paola

Un viajé muchas veces puede ser el comienzo de un nuevo capítulo en la vida, pero para una niña de tan solo cinco años el ser alejada de todo aquello que conoce y aprecia puede significar el comienzo de un auténtico infierno.

Fue un acontecimiento tan importante y traumático en mi vida que aún siendo una adulta puedo recordar con total precisión los sentimientos que afloraron desde lo más profundo de mi alma en ese instante.

No culpo a mi madre, más sin embargo, no justifico ni comprendo su forma de ver las cosas ni su manera de actuar en ese momento.

El divorcio de mis padres era algo que no comprendía a mi corta edad, sin embargo, tuve que sufrir las consecuencias del dolor y de todo el odio que se acumuló como una gran nube oscura dentro del corazón de mi madre, ese odio le impedía ver el daño que se causaba a ella misma y a mí y a todos los que estaban a su alrededor, sus ojos estaban cegados por la ira y el dolor, lo único que podía ver era su propio sufrimiento. Mi repentina partida hacia los Estados Unidos no era más que una venganza y hasta puedo decir que fue una rabieta, mi madre no podía soportar ver a mi padre feliz sobre todo cuando ella se encontraba tan destrozada y mi madre sabía a la perfección que parte de la felicidad de mi padre era yo y formaba una parte muy grande de su vida, ella sabía que alejarme de mi padre sería como castigarlo y al mismo tiempo ella deseaba verlo sufrir al costo que fuera, sin pensar en un segundo lo que yo podría sentir o pensar, la única perjudicada fui yo, la que tuvo que cargar con todo el odio de ese espantoso divorcio fue una pequeña de cinco años que solo deseaba ver a su familia feliz.

El cielo azul y las enormes nubes se asomaban por la ventana del avión dejándome ver el hermoso paisaje que era parte de mi nuevo hogar, un lugar desconocido pero igualmente hermoso ante mis ojos. ¿Qué encontraría en este nuevo sitio? ¿Tendría nuevos amigos? ¿Toda la tormenta que había vivido por fin tendría fin? Mi pequeña mente se preguntaba muchas cosas mientras que con fuerza tomaba la mano de mi tía para salir del aeropuerto hasta donde pude divisar un auto oscuro que nos esperaba a ambas, mi tía tocó suavemente la puerta del copiloto y de inmediato una persona abrió, dentro del auto nos esperaba mi tío, ellos se quedarían conmigo a partir de ahora, aunque fue algo muy pasajero, luego de un tiempo me enviaron a un internado, una vez más tomaban decisiones sobre mi vida sin preguntarse qué era lo que yo quería o sentía, así fue el comienzo de mi tormentosa y nueva vida.

Minutos, horas, días, semanas, meses pasaban y no podía sentirme feliz no había ninguna razón para que me sintiera feliz, el único sentimiento que estuvo presente desde qué llegue a ese internado fue la tristeza, quería ver a mi mamá, quería que su corazón recapacitara y llegará por mí extendiendo sus brazos hacia mí para darme un fuerte abrazo, pero eso nunca sucedió, no importaría cuánto tiempo esperara, ella nunca cambiaría de opinión, mis tíos tampoco llegaron a visitarme con frecuencia, los veía una o dos veces por mes, seguramente tendrían mejores cosas que hacer que visitar a su pequeña y triste sobrina. Mire hacia el oscuro cielo de la noche que estaba adornado por miles de brillantes estrellas, mi pequeña mente se preguntaba muchas cosas sin conseguir una respuesta ¿Mi madre no me amaba acaso? ¿Qué estaría haciendo mi padre? ¿Por qué a nadie parece importarle mis sentimientos? Miles de preguntas y ninguna tendría una respuesta, nadie me respondería jamás, las lágrimas cayeron una a una de mis ojos hasta que fue imposible detenerlas, quería regresar a casa, quería ver a mi familia de nuevo. No conocía el idioma, todos a mi alrededor eran diferentes y podía darme cuenta, los rasgos en mi rostro, el color de mi piel e incluso en la altura, todo me indicaba que era diferente, pero debía aprender a vivir con eso.

Unos años transcurrieron y a medida que el tiempo corría fui conociendo e integrándome al ambiente donde vivía ahora. Mis amigos fueron aumentando aunque no todos eran buenas personas, muchos de ellos tenían malos hábitos como fugarse del internado o robar en ocasiones, ya que pasaba casi todo el día con ellos también aprendí a fugarme, las calles eran como nuestro descanso del encierro tras esos muros que rodeaban el inmenso internado.

Muchas veces le robamos a tiendas cercanas y a muchas otras personas, no era correcto lo que sucedía en mi vida en ese momento, pero hacer lo que hacía significaba no perder a mis amigos y así podía sentir que pertenecía a algún lugar que formaba parte del algo, quería tener a alguien con quien estar aunque eso conllevará a cosas malas.

En ocasiones mi tía me visito y uno de esos pocos días en donde ella llegaba junto a mi tío descubrieron el estilo de vida que estaba comenzando a llevar en ese sitio. Obviamente, ante sus ojos no era correcto lo que yo hacía, aunque a mi parecer a ella jamás le importó lo que hacía, más bien le importaba que los demás supieran que su sobrina era una delincuente siendo tan solo una niña de apenas 7 años.

De inmediato ella me saco de ese sitio, creí inocentemente que esta vez pasaría más tiempo con ellos y que por fin me darían la oportunidad de mostrarles lo que yo era y de todo el amor que podía dar, pero mi ilusión se desvaneció en cuanto vi un edificio parecido a mi antiguo internado, aunque en esta ocasión nos esperaban dos señoras de avanzada edad en la puerta, era un colegio de monjas.

Quedarme en ese lugar fue quizás peor que estar en el internado, recibía muy malos tratos llegando incluso a recibir varios golpes por parte de las monjas, no pude soportarlo mucho, me sentía desesperada por salir de ahí por lo que hablé con mi tío y tras escuchar todo lo que sucedía accedió a sacarme de ese colegió y en su lugar sugirió llevarme a una escuela pública, tenía dos opciones, una, negarme y seguir soportando a las monjas, y dos, aceptar la propuesta de mi tío y enfrentarme a algo nuevo y desconocido, claro, la segunda opción en todos los casos sería la mejor. El ambiente era muy diferente al internado y al colegio de monjas, me sentía tranquila y feliz con mis profesores y con mis compañeros de clases, por fin había un poco de paz en mi vida y podía disfrutar del día a día sin preocuparme de nada más que estudiar y divertirme.

Cuando cumplí los 9 años tuve lo que se puede decir como el primer amor, quizás era muy joven para pensar en esas cosas, pero no pude evitar sentir mariposas cada vez que ese niño se cruzaba en mi camino, era un compañero de clase, su piel era morena y sus ojos tenían un color verde claro, un color que me encantaba, pero otra niña de nuestro mismo salón también gustaba de él, algo que yo no sabía, pero al percatarse de que yo estaba enamorada de él quiso pelear conmigo, pero yo no sabía cómo hacerlo ¿Pelear? ¿Cómo debía hacerlo? Vivía con mis tíos que eran personas adultas, ellos trabajaban la mayor parte del día y yo me quedaba sola en casa, por lo que para mí era desconocido el tema de las peleas e incluso las palabras ofensivas eran algo nuevo para mí. Cumplí los diez años y de mi boca nunca salió ni una sola palabra ofensiva hacia nadie, por lo que dejamos esa pequeña pelea a un lado sin llegar a nada grave, éramos solo dos niñas y no tenía ningún sentido que peleáramos por algo como eso.

Y así el tiempo fue pasando y mi vida transcurría con normalidad, pero nada era para siempre, la vida estaba empeñada en hacerme pasar por varios tragos amargos y tormentas de eso estaba segura.

Cuando entre a la secundaria mi tía creyó que sería un buen momento para que yo regresará al lado de mi madre, a mi país de origen, pero luego de pasar casi toda mi niñez en Estados Unidos no creí que pudiera acostumbrarme al estilo de vida que llevaban mis padres, pero lo que más me preocupaba era mi madre ¿Ella estaría feliz por mi regreso? O quizás ni siquiera le interesaba tenerme cerca, no estaba segura, años atrás añoraba verla y darle un fuerte abrazo, deseaba tener a mi mamá era solo una niña pequeña, pero ahora el tiempo había pasado y ya casi no pensaba en ella con tanta frecuencia ¿Cómo sería vernos después de tanto tiempo?

Mis manos sudaban y mis dos piernas se movían con frecuencia, había llegado hace tan solo unas horas y los nervios no me dejaban pensar con claridad, miraba como el taxi avanzaba por varias calles que me eran desconocidas hasta que por fin nos detuvimos en una bonita casa pintada de blanco y decorada con varias flores de colores. Con mucha dificultad tomé mis cosas y pagué el taxi, mis ojos recorrieron cada rincón del lugar, como si estuviera buscando algo o más bien a alguien, espere por varios minutos, quizás ella sabría que vendría, más bien, ella sabía que yo vendría, mi tía hace unos días se lo había contado por teléfono, aunque quizás ella no quería salir, quizás después de todo ella no quería verme. Me encontraba tan perdida en mis propias suposiciones y pensamientos que no me percate que la puerta de la casa se estaba abriendo, mi madre se asomó por la puerta y durante unos instantes ambas nos miramos fijamente, no era el primer encuentro que yo imaginaba, pero no podía hacer nada, ella no parecía estar feliz o emocionada por mi llegada, me recibió como si yo no fuera alguien importante, incluso su actitud parecía molesta, algo que me dificultó mucho más el poder acostumbrarme a mi nuevo hogar. La convivencia entre ambas no era la mejor, era como vivir con una desconocida, hablábamos muy pocas veces, tanto que estar junto a ella se estaba volviendo irritante, así que tome la decisión de hablar con uno de mis tíos que vivía en los Ángeles, él dijo que me recibiría con todo el gusto del mundo con la única condición de que debía tener un buen comportamiento y un buen promedio en mis estudios, no sería algo tan difícil de cumplir, además necesitaba salir de esa casa cuanto antes.

En cuanto pise el avión la gran carga que mi corazón estaba llevando por fin se había ido, podía respirar con mucha más tranquilidad, pero aún me sentía algo desanimada por lo que había sucedido entre mi madre y yo, no pudimos pasar tiempo de calidad juntas y ni siquiera pudimos comunicarnos como era debido, pero debía descartar de una vez por todas la idea de que ella y yo podríamos ser madre e hija alguna vez.

Las primeras semanas con mi tío fueron tranquilas, me comporte como debía y era responsable con mis estudios, aunque después de un tiempo deje de cumplir con mis obligaciones, me escapaba de casa por la noche, faltaba a clases constantemente y no seguía las indicaciones de nadie, mi tío intento muchas veces hacerme entrar en razón, pero era como si mi cabeza estuviera cerrada al igual que mis oídos o más bien, no quería escucharlo.

Le prometí incontables veces que cambiaría y sería una buena persona, pero continúe con mi vida descontrolada llevando al límite la paciencia que mi tío aún tenía, no importo cuántas veces le rogué y prometí que sería buena, él no me creyó más, no lo haría más, había dicho demasiadas mentiras las cuales habían acabado con la confianza que él tenía en mí y de forma definitiva él me envió de regreso a mi país, sin oportunidad de que yo en algún momento pudiera regresar otra vez.

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