Toda una vida conviviendo como hermanos, sin serlo realmente en realidad son primos, pero detrás de sus lazos de sangre hay gran secreto y no solo eso. Alison Marchetti despierta en su hermano, una peligrosa y descontrolada atracción, que con el tiempo se convierte en una gran obsesión que cada vez es más difÃcil de controlar. Dante se siente entre la espada y la pared, porque desea y ama a la mujer prohibida, su corazón le grita que no hay imposibles para el amor, pero su conciencia y su lealtad hacia sus padres le gritan que no debe, ¿Cuál de los dos ganara? Por otro lado, Alison, conforme va creciendo, se da cuenta de que ningún chico despierta en ella lo que su hermano, lo desea y lo ama, no solo como hermano sino como hombre, un hombre que debe ser prohibido, pero sus deseos son más grandes... Tan grandes que no soporta verlo cerca de ninguna otra mujer... el pecado está a la vuelta de la esquina y el diablo sin duda más perverso y astuto, tanto como para hacerlos caer en tentación... ¿Qué pasara, entre ellos?, se dejaran llevar por la pasión, aunque sea prohibida.
CapÃtulo 1
Observarla desde la distancia, es lo único que puedo hacer para reprimir mis deseos por ella, pensar en ella como mujer, está prohibido para mÃ...
La carga sobre hombros de un hombre suele ser muy grande y pesada cuando, lleva sentimientos y deseos en su interior por alguien a quien es considerado su propia familia. Todos confÃan en que siempre debo protegerla de todo y ante todos, es por eso que me siento el peor de los traidores del mundo. Pero, y, ¿cómo no convertirme en un traidor?, si, aunque ella es aún una niña para todos, para mÃ, no lo es... ella es pecado hecha mujer, a pesar de su corta edad. Y aunque he intentado reprimir esos deseos repitiéndome a mà mismo la misma frase, es tu hermana, no es correcto, es prohibido, no puedo evitar hacerla mÃa en mis más impuros pensamientos. Y por si fuera poco, con el paso del tiempo este deseo por ella ha ido creciendo cada vez más hasta que se transformó en algo más fuerte que yo mismo. En una maldita obsesión.
Alison Marchetti, ese es el nombre de mi bendita tortura, mi mayor tentación, mi pecado, mi némesis... ella es la mujer que tortura mi mente de dÃa o de noche sin descanso ni tregua alguna. No hay un horario para los deseos de un hombre, cuando el diablo convertido en mujer vive bajo el mimo techo que él. Porque ella sin duda es el pecado hecho mujer, mi mayor debilidad y el fruto prohibido que no puedo codiciar, porque es, para mi mala fortuna, mi hermana.
Desde el dÃa que la vi por primera vez, supe que darÃa mi vida entera por ella, bajarÃa el sol, la luna y las estrellas si ella me lo pidiera, ese pequeño ser era la bebe hermosa y más tierna que jamás habÃa conocido. Los ángeles son divinos y con una sola mirada quede cautivado y rendido a sus pies, ese dÃa Alison me robo el corazón.
Me habÃa convertido en el hermano mayor de una hermosa princesa, una pequeña ninfa como mi padre suele llamarla de cariño, y no es para menos si ella y su madre poseen una belleza inigualable. Y desde entonces no existÃa nada que no hiciera por y para ella, pues desde ese momento jure cuidarla y protegerla. Con el tiempo crecimos como los mejores hermanos, era un perro guardián cuando se trataba de verla feliz, vivà con ella los mejores momentos de su vida, la adoraba como a nadie y siempre tuve a su lado cuando necesitaba de mÃ.
Pero, sin más, un dÃa todo cambió para mÃ, mi visión sobre ella fue distinta, cuanto comenzamos a crecer y desarrollar para convertirse en una preciosa mujer, cuando convertirnos en hombre y mujer. Ya no pude verla de la misma manera, amor de hermano a hermana, poco a poco se fue transformando en algo más fuerte que ya no podÃa controlar en mi interior. Alison, habÃa heredado la belleza inigualable de su madre, una belleza que volvió loco de amor a mi padre, que ahora a mà me está llevando por el mismo camino. A la locura. Amo no solo su belleza natural, amo su esencia, su personalidad, su locura, su alegrÃa y su tristeza. Inexplicablemente, desarrollé sentimientos y deseos prohibidos hacia ella sin siquiera buscarlos.
Sé que está mal, pero no puedo ir en contra de lo que siente mi corazón, a este órgano rebelde no podemos decirle a quien amar o no, él solo se entrega, sin razones ni prejuicios, sin importar si está bien o mal, si es correcto o incorrecto. Miles de veces me he reprendido a mà mismo por no ser capaz de parar, pues era consciente de que no podÃa sentir lo que sentÃa por ella, pero tal parece que a mi corazón le importaba un carajo lo que mi conciencia pensaba, si habÃa o no lazos de sangre.
Mi cuerpo enfermo de deseo solo anhelaba poseerla, yo también crecà y me hice hombre, era 5 años mayor que ella, asà que recurrà al sexo con otras mujeres, para reprimir mis deseos frustrados. TenÃa que deshacerme de esos pensamientos que rondaban en mi cabeza, porque tenÃa miedo a cometer una locura, tenÃa miedo a que ella me viera como un maldito depravado, pero sobre todo tenÃa terror a decepcionar a mis padres. Pero, con el tiempo, lo único que logre fue que mis deseos se hicieran aún más fuertes, estar con otras mujeres no apagaba el fuego en mi interior, necesitaba irme lejos de ella, pues tenerla cerca me hacÃa más daño.
Es por eso que ahora que tengo la edad suficiente para independizarme un poco de mi familia, decidà que lo mejor para evitar que mis deseos me traicionara, era irme a estudiar fuera. Mis abuelos paternos vivÃan en Roma, asà que no lo dude y en cuanto termine la preparatoria, me fui a estudiar la universidad allá con el pretexto de querer estar cerca de mis abuelos. Esa noticia fue un gran golpe para ella, porque hemos estado juntos desde siempre, y si no fuera de mis bajos deseos, no tendrÃa que hacerlo, pero no sé por cuanto tiempo más pueda mantener mi limitado autocontrol. Alison y yo, siempre hemos tenido una muy buena relación hermanos-amigos, pues no solo éramos hermanos, sino también muy buenos amigos y cómplices en todos. CompartÃamos, gustos, pasatiempos, secretos, bueno o compartÃamos todo, no habÃa una sola cosa que no supiera de ella ni de su vida, dentro y fuera de su casa, como ella de mÃ. Bueno, solo hay un acosa que no sabe y espero que nunca lo sepa.
Ella siempre me miraba de una manera tan dulce que, a veces, me hacÃa preguntarme a mà mismo, ¿si existe la diminuta posibilidad de que ella sentirá lo mismo que yo?, creo que, de ser posible, ambos nos quemarÃamos en el infierno.
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