El primer amor de mi vida era un hombre que me llenaba de vida en la cama, pero que me destrozaba la vida fuera de ella. A pesar de saber que no me convenía para nada, no parecía poder salir de ese círculo vicioso y tóxico con el chico de los tatuajes. ¿Por qué? si es solo un fuckboy... ¿O no?
El primer amor de mi vida era un hombre que me llenaba de vida, en la cama, pero que me destrozaba la vida fuera de ella.
Cuando lo oía hablar solo pensaba: ¿Cómo puedo estar con alguien tan estúpido? ¿Dónde fabrican personas tan imbéciles? Y cuando digo esto no me refiero a que le faltara inteligencia, por el contrario, estudiaba en la universidad una gran ingeniería en telecomunicaciones y era alguien con conocimientos. Pero era hombre machista por los cuatro costados, con pensamientos demasiado antiguos y radicales, un hombre que, sin duda, sabía que no iba a terminar siendo el padre de mis hijos (ni muerta educo de esa forma a mis hijos); sin embargo, en aquel entonces me tenía volviendo a sus brazos cada vez que decía que se había acabado. Unas veces era él quien me buscaba, otras yo, pero terminábamos siempre juntos sin importar cuán grave hubiera sido lo que nos separó.
Repetimos la misma historia por años. Según el argot popular, era una relación 'tóxica'. Nos hacíamos daño y siempre terminábamos juntos. Yo le llamo inmadurez. Sabía perfectamente que no era bueno para mí, sabía que podía encontrar algo mejor, sabía que merecía algo mejor, pero no lo quería. Con él tenía todo lo que necesitaba en aquel momento y, aunque sufrí mucho, no me arrepiento. Aprendí lecciones que no he olvidado todavía y sobre todo, aprendí a valorar mi tiempo. Nunca antes (ni después) había perdido tanto tiempo intentando cambiar a una persona. Una lección: no lo logras, amiga. No se puede cambiar a alguien. Únicamente pueden cambiar ellos solos si se lo proponen.
No es responsabilidad nuestra cambiar a una persona con una ideología incorrecta, con malos modales, violento, irascible y sobre todo, que no quiere cambiar. No es nuestra responsabilidad hacer mejor a nadie. Si consideramos que alguien no está acorde con nuestros principios lo mejor es alejarse, no intentar cambiar a alguien que probablemente no lo hará. Hoy lo sé.
Pero en aquel entonces, cuando todavía era una 'chiquilla' sufrí mucho por alguien que no me merecía y que yo hacía llamar 'el amor de mi vida'. Se llamaba Cedric.
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Tenía los ojos más oscuros que he visto en mi vida y una mirada dura y profunda, aunque cuando estaba al sol se le veían unos preciosos tonos marrones. La nariz perfilada acababa en septum y los labios... Oh esos labios te invitaban a quedarte besándolos por horas. Su cuerpo esbelto y atlético, sin demasiado músculo, más bien tonificado por el deporte. Era el portero del equipo de fútbol de la universidad. Ya lo sé, ¡qué cliché! Pero es que nada en él era regular. Su personalidad no encajaba con la del típico chico popular, sino que más bien tenía un aura oscura y misteriosa a su alrededor. Eso sí, levantaba todas las miradas por donde pasaba.
Yo no fui la excepción, por supuesto. Lo había visto un par de veces fumando en el balcón, con el torso al descubierto y ese par de estrellas tatuadas en la parte baja de su abdomen. Sin embargo, no era el tipo de chico con el que yo solía estar. No me malinterpretes, me gustaban mucho los chicos malos, fiesteros y divertidos. Pero algo en Cedric decía: Aléjate. Tampoco es como si creyera que tuviese una oportunidad con él... ni yo ni nadie. Era ese tipo de persona que no notan mucho tu presencia, que parece sentirse demasiado superior a ti. Y nunca, nunca ningún chico se había sentido superior a mí.
Yo era de complexión delgada, ojos marrones y cabello largo y lacio. A pesar de no tener nada del otro mundo (más que un trasero bien puesto) no pasaba desapercibida por donde iba y hasta entonces siempre había podido tener el chico que me hubiera venido en gana. Y lo había hecho, por supuesto, pero en silencio, porque tenía una reputación que mantener. Yo era una chica con carácter, todos me respetaban bastante y el que se atrevía a acercarse a mí era porque tenía un par de cojones. Mis amigas me decían que tenía cara de culo 24/7, y aunque nos echábamos unas risas con esos comentarios, sé que en verdad atraía al sexo opuesto.
Salíamos de fiesta no menos de tres veces por semana, así que nos conocían bastante, por así decirse éramos bastante populares y nos invitaban a las bebidas continuamente. No me preguntes cómo conseguí sacar la carrera, porque la verdad es que estudié bien poco. Tenía una buena capacidad para captar los contenidos más importantes y solo estudiar el día anterior al examen, además de considerarme inteligente. Lo era, pero ya me había cansado de ser una empollona y una chica buena, así que al entrar a la universidad había decidido vivir mi vida y aprovechar al máximo mi juventud. Pues eso era lo que estaba haciendo cuando lo conocí.