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La viuda de Pholpocel <<la lucha entre el bien y el mal>>

La viuda de Pholpocel <<la lucha entre el bien y el mal>>

kacki vickyu

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Capítulo

es la segunda entrega de esta saga de fantasía, y en ella, continúan las aventuras de Sebastián y Penélope al apartarse del grupo de custodia, y también, se narra lo vivido por el escuadrón hasta que vuelven a reunirse todos para enfrentar a los antagonistas. Los sucesos vividos en esta parte de la historia por cada uno de los personajes, permiten familiarizarse más con ellos e ir desenmarañando los asuntos que quedaron pendientes en sus historias individuales y comprender su relación con la trama colectiva del grupo; asimismo, concluyen los misterios que envuelven a la pelirroja y se narran giros inesperados en la vida de los protagonistas que abren la antesala a la parte culminante de la historia.

Capítulo 1 CAPITULO Nº 1 EL VALLE DE TULUANE (parte 1)

Al avanzar la noche de ese primer día en el valle de Tuluane y del séptimo de haberse separado del grupo, Penélope se levantó y se posó frente a la puerta del almirante, y aunque por un momento dudó en tocarla porque quizás él estaba tan cansado que no apreciaría lo que ella quería mostrarle, se atrevió a hacerlo suavemente para no alarmarle y dejar a la suerte el hecho de que se levantara; mas Sebastián no tardó en abrirle, pues tenía el sueño liviano; y al ver que ella tenía un rostro de tranquilidad, entendió que no era nada malo lo que pasaba y se limitó a preguntar:

─ ¿Qué acontece?

─ ¿Perdona que te despierte, pero quiero mostrarte algo.

─ ¿De qué se trata?

─Lo sabrás cuando lleguemos, por ahora solo sígueme ─le tomó del brazo y lo condujo hasta la puerta principal, donde al llegar, se detuvieron─. Necesito que cierres los ojos y te dejes guiar hasta donde pretendo llevarte.

─No tengo idea de qué estás tramando ─dijo Sebastián con gran picardía en la mirada y la sonrisa hermosa que solía tener─, pero confiaré en ti... ─ambos salieron tomados de la mano porque era así como ella lo conduciría a través del valle, guiándolo despacio e indicándole cada imperfección del relieve para evitar que tropezara.

─No falta tanto... ─expresó ella, y aunque la verdad era que desde donde estaban hasta el conjunto de rocas al que lo conducía, había un buen trecho, ella no se refería a faltar en distancia, sino a la aparición de la aurora Neril que era lo que ella quería mostrarle.

Aurora Neril era el único nombre para describir el fenómeno del brillo de la aurora; eliminando los antiguos términos "boreal o austral".

La noche estaba fría y el cielo mostraba gran cantidad de luceros que de forma tenue alumbraban el camino, pero todo se iluminó cuando de repente un brillo fosforescente apareció en el cielo, y aunque de momentos disminuía, volvía a intensificarse hasta que apareció un arco iluminado muy brillante y pequeñas ondas empezaron a moverse a lo largo de él demostrando que la aurora ya estaba en su esplendor.

─ ¿No piensas decirme de qué se trata?

─Aún no llegamos, pero si quieres, puedes abrir los ojos...

─ ¡Wau! ─se escapó de los labios del militar al ver que se trataba de un fenómeno de gran hermosura─. ¡Nunca la vi tan perfecta como ahora!

─ ¡Sígueme, que el espectáculo apenas ha comenzado!

─Imagino que reservaste puestos en primera fila ─la vio sonreír.

En cuestión de unos pocos minutos "unas cortinas de luz" se expandieron en el cielo y sus colores se entretejían dejando los bordes superior e inferior coloreados de violeta y rojo; y al arribar al lugar que la joven pensaba desde el principio, se sentaron sin decir nada y contemplaron como "las cortinas" desaparecían y volvían a formarse. Cada uno estaba en su sitio observando el hermoso suceso con fascinación, pero al cabo de unos minutos el almirante dejó de mirar la aurora y se quedó contemplando a Penélope, y como ella sintió su mirada clavársele, giró su cuerpo y, al hacer contacto visual, indagó:

─ ¿Acaso no te gusta lo que ves?

─Sí, ambas me parecen hermosas ─incorporándose, se sentó junto a ella, y sin miramiento, la abrazó─; pero entre ella y tú, me gusta más mirarte a ti.

La pelirroja lo observó asombrada por la acción de él, mas como ya era consciente de lo que sentían y ella había decidido seguir sus sentimientos, correspondió al abrazo y, posando su cabeza sobre el tórax de él, levantó la mirada y con su mano trató de redirigirle la cara hacia la aurora; y en el intento, rompió el silencio con una afirmación:

─A mí me puedes ver todo el día de todos los días, a la aurora no ─lo vio sonreírse y hacerle caso, y cuando la aurora empezó a disiparse, ellos aprovecharon para regresar.

Al amanecer, Penélope se levantó, se colocó un vestido blanco arruchado en su busto y ceñido completamente en el resto del cuerpo, con mangas que llegaban antes de los codos y del largo hasta las rodillas; recogió su cabello en una cola alta y se colocó unas sandalias bajas; y después de preparar el desayuno, salió para buscar a Sebastián, ya que ella podía saber con exactitud dónde estaba aun cuando no lo había visto en toda la mañana. Al subir la cuesta por la que llegaron, divisó al almirante sentado bajo la sombra de un frondoso árbol de wanipan, el cual era el único ejemplar en todo el lugar; asimismo, se percató que él vestía ya su ropa (un pantalón negro y una camisa de cuadros azules) y se encontraba concentrado limpiando su arma de apoyo.

El wanipan era otra de las especies que habían surgido post meteorito, y era similar a un sauce llorón, pero a diferencia de éste, sus ramas delgadas y colgantes que llegaban hasta el suelo formaban una circunferencia perfecta alrededor del tronco, su corteza era de color rojo, sus hojas eran de tonalidad naranja y producía unas frutillas rojas que no eran comestibles, además, cuando sus ramas eran movidas por la brisa, producían un sonido suave y armonioso como las cuerdas de la lira sonando con delicadeza.

─ ¿Puedo sentarme? ─preguntó ella, puesto que no quería serle gravosa.

─ ¡Por supuesto! ─respondió Sebastián, y poniendo su arma junto a su pierna derecha, le extendió la mano para que se apoyara mientras se sentaba a su izquierda sobre el verde césped. La pelirroja se posó lo más cercana posible, recostó su cabeza sobre el hombro de él, y quedó callada; entonces, él le dio un beso en la frente─. ¿Qué piensas?

─En lo fantástico que sería que pudieses desarrollar la confianza plena de tu interior, y así poder dejar de usar las arma ─comentó ella disfrutando del paisaje y de la compañía de él.

─Créeme que si no confiara en que sé usar un arma, no la implementaría como mecanismo de defensa ─refutó el marine sintiendo gracia por el término que ella había utilizado para contestar y esperando de su parte una aclaratoria más profunda de su comentario.

─Sé que eres un guerrero extraordinario, no solo con las armas ─separó su rostro y le divisó─; sin embargo, esas son cosas externas y yo me refiero al poder y fuerza que está dentro de ti; no son tus recursos, eres tú; así que tu confianza no debe estar en ellos sino en ti.

─En el medio donde me desenvuelvo, confiar solo en mi interior no es una buena idea ─rió sutilmente─; pero para tu consuelo, voy a decir que, jamás he usado mi armamento contra alguien que no lo merezca ─notó que la acción de la luz sobre los ojos de ella hacía que se mostraban muy verdes.

─ ¿Qué llamas tú, “no merecer”?

─Jamás he utilizado mi arma contra una persona de buenos sentimientos; siempre ha sido para defender a alguien de gente perversa, así como lo he hecho contigo y tus asediadores.

─Sé que has buscado defenderme de la mejor manera que aprendiste, pero al calificar a alguien, aplicas tu criterio sobre el bien y mal; y como ambos conceptos son relativos según cada individuo, no podemos hablar de verdadera justicia; no obstante, el amor es perfecto, y bajo esa perfección puedo decir que ningún ser humano tiene derecho a enseñorearse de otro por ningún medio; mucho menos utilizando la “Fuerza” y la violencia.

─Pero las personas no piensan igual que tú; matan, hurtan y violan sin que nadie pueda ponerles freno, sino es por la “fuerza”; por eso la utilizamos, pues es la única forma de vivir en armonía; o al menos, es lo que se intenta. –argumentó Sebastián sin que ninguno sintiera que discutían.

─Eso no es armonía; es combatir el miedo infundiendo el terror, y a él solo lo vencerás si lo enfrentas al amor; es combatir las tinieblas propagando la oscuridad, y a ella solo la vencerás si la confrontas con la luz ─volvió a recostar su cabeza en el hombro de él─. Si vieras a los seres vivos con los ojos de la misericordia, desearías que conocieran la luz; pues muchas de esas almas lo único que añoran es ser amadas.

─ ¡¿Me pides que tenga misericordia de quien no se acuerda de tener compasión cuando viola, secuestra, mata y se divierte a costa del sufrimiento ajeno?! ¡Pues para mí es la ley dl talión, así que no se aplica misericordia a seres que no tienen misericordia! ─dijo él demostrando el hastío que sentía sobre la deteriorada sociedad

─No pueden dar algo que no conocen, y ellos no conocerán la misericordia si no hay nadie que se las muestre ─alegó Penélope con mucha piedad en su tono de voz─. Cuando utilizas sus medios, te haces semejante a ellos, y se supone que son ellos los que tienen que parecerse a ti y no tú a ellos; siendo ésta la razón por la cual jamás lograrán traer paz utilizando las armas, pues no se puede tener equilibrio si solo se coloca el peso de un lado de la balanza. Para que haya equilibrio, hay que usar la contraparte.

─Me pides mucho, pero no creo poder acceder a tu petición, porque con mi arma busco frenar los actos de violencia que personas sin escrúpulo cometen contra gente inocente, y es difícil que decida no proteger a un desvalido ─dijo Sebastián con voz de que por más que se esforzara, le sería imposible hacer lo que según él, ella sutilmente le pedía─. Sin temor a equivocarme, creo que esos seres del averno no merecen la vida y que su paso por la tierra es un error; y además, pienso que la humanidad recibiría un enorme favor si ese tipo de escoria deja de consumir oxígeno, pues esos lastres solo se dedican a lastimar inocentes.

─Contéstame algo ─se separó para mirarle mientras la brisa fresca que traía miles de partículas de agua procedentes de las cascadas, recorrían sin cesar los alrededores y movían constantemente la copa de los árboles ─: si al caminar, tu pie desfallece y te caes, y por la caída te fracturas la cadera ¿Te cortarías el pie?

─No sé hacia dónde vas con tu pregunta, pero responderé diciendo que no me cortaría el pie, pues primero hay que buscar los motivos por las que el pie desfalleció. De repente, es algún trastorno físico o cerebral que si se trata de la manera apropiada podría solventarse, pero aunque no se pudiera arreglar la causa del desperfecto, no me cortaría el pie porque eso solo empeoraría mi estado, ya que la cadera podría regenerarse, pero la pérdida de un miembro del cuerpo no se puede recuperar a menos con prótesis; cosa que es una opción solo para quienes no pueden conservar el miembro.

─ Bueno, cuando comprendas que formamos parte de un todo, el mal que experimente tu prójimo te dolerá tanto como quitarte el pie; pues aplicar lo que según tu parecer es justicia, es intentar arreglar a la humanidad quitándole otra cosa.

─Entiendo lo que estás tratando de decirme, pero para mí, ellos no son como si tu pie desfalleciera, sino más bien como si sufriese una gangrena; y si no amputas pronto la parte afectada, la gangrena se propagará y dañará otros tejidos hasta causarte la muerte; pero si quitas el dedo, el pie o la pierna con la afección, vivirás incompleto, pero vivirás...

─Para los Aminixur hay tres tipos de personas ─dijo la pelirroja sujetándole la mano y volviendo a recostar su cabeza─: el primero, al que llamamos virus, el cual corresponde a personas que conociendo la luz, prefieren las tinieblas; el segundo, el que para esta ocasión compararé con la inmunodeficiencia, el cual se aplicará a quien nunca han conocido la luz; y el tercero, el de los anticuerpos, que serían las personas como nosotros.

─Me gusta cuando usas términos de medicina ─pensó como si el hecho de que ella usara términos médicos fuese algo erógeno para él.

─Ahora bien, la humanidad es como un paciente cuya inmunodeficiencia no sería mayor problema sino es porque dejó entrar un virus al que no consigue cómo detener, y el sistema inmune, en vez de propagar el conocimiento del amor que permita reforzar y aumentar los anticuerpos, ha creado un trastorno autoinmunitario que hace que los anticuerpo luchen contra todo lo que se atraviese, y es en lo que se sustenta esa manía de intentar aplicar la violencia para acabar con la violencia; lo cual no solo acaba con parte del virus sino que también daña células buenas y hace que el sistema inmune se debilite aún más ─empezó a acariciarle el brazo.

─No comprendo por qué debes compararnos con un trastorno autoinmunitario si perfectamente sabes que el cuerpo reacciona de forma natural contra patógenos, es decir, no es una atrofia del sistema inmunitario cuando opto por defenderme o defender a alguien del llamado virus.

─El trastorno autoinmunitario viene dado porque la humanidad no sabe distinguir el virus, por lo cual creer que todo está infectado y ataca sin distinguir que, parte de aquello que destruye, es a sí mismo. A eso me refiero cuando digo que se genera un severo daño cuando tratas de acabar con la violencia, aplicando más violencia, y no el amor ─refutó ella con mansedumbre y se separó para verle directo a los ojos─. Has oído que he hablado sobre Valoha, pero aún hay mucho de ella que no conoces, así que ahora aprovecharé la ocasión para contarte ─hizo una pausa mínima─: Si una Valoha es generada por una persona de las llamada virus, es netamente mala y solamente reforzará la maldad que hay en dicho ser; pero ¿Sabes tú lo que hace Valoha en una persona normal?

─No ─respondió él, y con gran curiosidad, inquirió─. ¿Qué hace?

─Ella, le hace creer que aplica justicia mientras erradica de su entorno todo lo que ve amenazante o la ha lastimado previamente, sin importar si ese peligro es pequeño o grande, y sin sopesar si aquello que le hicieron es insignificante en comparación con lo que han hecho a favor. Valoha, que puede que nunca se materialice, pero eso jamás es indicativo de que no existe dentro de un ser, irá susurrándole a su creador que es correcto lo que hace porque su bien, y aun el de otros, va por encima de ese mortal al que ella considera que debe eliminar por ser una amenaza; y una vez convence a su creador que aquello que hace es justo, él pierde su esencia como un agua que se torna turbia y se vuelve un inquisidor; pues Valoha, a quien no se le puede mentir ya que por ser energía conoce perfectamente la energía, no será justa, solo erradicará el problema aun cuando éste ni siquiera se consolide, pudiendo incluso alguien ser juzgado por algo que ni siquiera ha hecho, o ser sentenciado a una condena no proporcional con su falta.

─Esto que dices es horrible, pero ¿qué tiene que ver con nuestro tema principal? ─preguntó él sin conseguir la conexión entre ambos temas.

─El olvido, era el método que los sabios de mi tribu implementaban para ayudarme a controlar mi Valoha, la cual gracias a ellos, actualmente tengo encerrada en una cárcel de mi interior y se constituye esa bruma negra que amenazaba con materializarse en el Apocalypto; ella, surgió en mí desde niña aun cuando crecí en una aldea donde la enseñanza del amor es lo cotidiano, pero como la práctica de éste es una decisión individual y en mi interior me veía constantemente amenazada, desarrollé mi oscuro mecanismo de defensa y llegué a formar parte de ese mundo de oscuridad que ahora me oyes defender, y que, en parte, por la ayuda que recibí, y en parte, por mi voluntad de cambiar, mudé y ahora solo quedó en el pasado.

─Entiendo, y es cierto; por eso a veces buenas personas hacen malas cosas, y viceversa –agregó el marine viendo el panorama más esclarecido.

─Si, por eso las acciones no definen a una persona, sino que solo te habla de su decisión ante esa circunstancia; sin embargo, es común que ésta decisión se vea afectada por tu percepción del mundo y de ti mismo, ya que cuando se está sumergido en el abismo uno pasa a creerse parte de él; y así estuve yo, negándome a aceptar la unidad con mi entorno y prefiriendo la individualidad egoísta que hace escoger “estar bien” por encima del mal que pueda generarle a otros; pero un día comprendí la filosofía de armonía que había oído de mi padre y mis mentores, y me dije que lucharía por cambiar; y cuando percibí que cualquier esfuerzo que hiciera por el cambio, por pequeño que fuera, traería consecuencias igual que el ínfimo agite en la base de un péndulo desencadena un gran movimiento en el extremo opuesto, concluí que debía hacer que mi existencia influyera para bien en el resto de la humanidad y que debía aportar mi rayito de luz en esta oscuridad, por más insignificante que este fuera.

Él le tomó la mano y la colocó en su antebrazo, y posando su mano sobre la de ella como pidiendo en su acción que la mantuviera ahí, expresó:

─ Por eso te esfuerzas tanto por ese cambio, ¿Cierto?

─Sí, pues las cosas no cambian porque se cierren los ojos para no verlas, las cosas cambian cuando se hace algo para que cambien; pero si tratas de cambiarlas de la forma que no es, obtendrás el resultado que no quieres; y si das amor aún al que "no lo merece", vendrás a ser como un fuerte viento ante el que tarde o temprano, todo terminará sucumbiendo; siendo ésta la verdadera esencia de la filosofía Aminixur: luchar día a día contra la oscuridad que nos rodea, y asumir el compromiso de ayudar a otros a recordar la esencia buena de su ser, la luz, el amor; y para ello, solo puedes perdonarte por los errores pasados y perdonar a los otros, porque nosotros también erramos, quizás de otra manera, pero lo hacemos.

─Podría aseverar que el mayor Hapsonp le dio la Ramtaucel a Penélope porque consideraba que necesitaba ayudarla a controlar su Valoha, y creo además, que es debido a este ser de oscuridad que posee Penélope, que no ha podido sanar las heridas causadas por la Valoha del vicealmirante Mayka; pues tal como ella expresa, tener el conocimiento no hace vivir el conocimiento; así que, aunque ella ha comenzado a transitar el camino de la luz, no puede avanzar porque no ha conseguido desprenderse del dolor que le ocasionan las vivencias evocadas en los analepsis; no obstante, es admirable el valor que muestra para intentar mantenerse en esa senda por encima del peso que el pasado pueda causarle ─pensó él a velocidad indescriptible y luego dijo en voz alta─. Quiero pedirte que me ayudes a lograr ese cambio en mí ─ella se recostó en su hombro─. ¿Qué piensas?

─Pienso en cómo ayudarte a lograr lo que me acabas de pedir, y lo único que se me ocurre es que juguemos a las escondidas.

─ ¿Lo dices en serio? ─dijo él extrañado por su sugerencia.

─ ¡Por supuesto! ─contestó ella levantándose de su sitio y le instó a que se pusiese de pie─. Préstame tu pañuelo ─estupefacto, el almirante se incorporó y procedió a darle lo que le había pedido, entonces, ella desdobló la tela y le cubrió los ojos para que no viera─. El juego consiste en que me descubras en la distancia tratando de percibir mi energía.

─No sé lo que quieres explicarme, pero antes de que avancemos, es importante que sepas que parte de mi entrenamiento consistió en privarme de mi vista por dos años para que desarrollara mis otros sentidos

─Eso te ayudará mucho si estoy cerca, pero lo que trato es que identifiques mi energía a distancia ─contestó Penélope y caminó hacia la cumbre de la loma desde donde calladamente lo observó caminar a la deriva; y luego de unos minutos, lo vio sentarse en la hierba y quitarse la venda; motivo por el cual ella fue a su encuentro─. ¿Por qué te detuviste? ¿Tan fácil te rendirás?

─ ¡Esto no sirve! ─respondió él enfadado consigo mismo por no lograr algo que se veía sencillo, pero que en realidad no lo era porque, tal como ella le había dicho, la técnica aprendida por él le permitía percibirla si estuviese próxima a sí y no lejana como estaba.

─Piensas que no sirve porque crees que no puedes lograrlo, pero para el amor no hay imposibles, por tanto, es tu mente la que te hace pensar que no puedes, pero eso no indica que sea cierto; y si pudiste ejercitarte para utilizar un arma, que es más difícil porque no forma parte de ti, entonces puedes aprender a interactuar con el entorno, porque es una extensión tuya que aún no has aceptado ─alentó la joven con gran cariño.

─Perdóname, pero en verdad me parece imposible reconocer tu energía si estás tan lejos ─dijo el almirante con un tono de voz que denotaba claramente la decepción que tenía de sí mismo.

─Para llegar donde estás y saber lo que sabes, tuviste que esforzarte mucho y ser lo suficientemente humilde para permitir que alguien te enseñara; con esto no es diferente, solo que tu maestro está dentro de ti y tú no lo escuchas porque tienes demasiado ruido interno; pero si callas tu mente, podrás escuchar tu corazón.

─Sé que eres muy conocedora de tu área, y no digo que no lo voy a volver a intentar porque jamás he sido hombre que se rinda a la primera, pero por ahora, lo único que quisiera es estar solo…

─Voy a adelantarme para hacer el desayuno ─dijo ella y se fue.

El sol no incidía con severidad sobre el valle así que era difícil determinar la hora del día, y cuando la pelirroja terminaba de llegar al aposento, escuchó la detonación de un arma y atisbó como un grupo de aves voló despavorido; por lo que, a pesar de que en su interior estaba segura que no le había pasado nada al almirante, decidió volver y cerciorarse. Sebastián, quien estaba escondido detrás de unos árboles, divisó cuando la viuda comenzó su descenso por la pendiente rumbo al árbol de wanipan, así que se le aproximó con rigurosidad hasta que pudo abrazándola por la espalda, y luego, se dejó caer con ella sobre la grama.

Ambos rodaron cuesta abajo pasando repetidas veces uno sobre el otro, pero el soldado colocó su brazo bajo la cabeza de Penélope para evitar que ésta se golpeara durante el recorrido; y al detenerse junto al wanipan, él, quien quedó prácticamente sobre ella, le preguntó:

─ ¿Viste que si te conseguí?

─Lo que veo es que eres un tramposo ─dijo la pelirroja sonriendo.

─Perdona la actitud de hace un momento...

─No hay nada que disculpar.

─Luego del desayuno volvemos a intentar lo que quieres enseñarme ─le vio asentir, y sin poder contenerse más, se aproximó para besarla.

EL VALLE DE TULUANE (parte 2)

Como la joven lo evadió y se levantó, él, haciendo lo mismo, comentó:

─ ¡Disculpa mi osadía, no quise agraviarte!

─No te disculpes, pues no hiciste nada malo ─afirmó la pelirroja al tiempo que se sacudía la vestimenta del polvo de la caída, y enseguida, le vio directo a los ojos─. Si no permití que me besaras, es porque para los Aminixur las relaciones de pareja no son como las de ustedes…

─ ¿Y cómo son? ─interrogó el oficial y comenzó a limpiarse la ropa.

─Nosotros creemos en un mito que dice “con un beso se roba el alma”; lo cual indica que un beso es lo suficientemente significativo como para que dos personas intercambien parte de sus corazones a través de él. Por ello, los Aminixur podemos dar besos en la frente, en símbolo de protección; en las mejillas, en señal de cercanía y admiración; en las manos, en símbolo de unión; pero sólo los esposos se dan besos en la boca; siendo esto tan significativo para nosotros, que es en el acto nupcial donde los novios sellan su unión con el primer beso.

─ ¡No puede ser! ─exclamó él llevándose las manos a la cabeza en señal de asombro.

─En verdad quiero que me beses, pero no puedo permitírmelo porque soy muy ortodoxa… ─bajó la mirada.

Casi enseguida a dichas palabras, el almirante, tomándole el rostro con ambas manos para hacer que lo mirara, afirmó:

─Conservar tus raíces no te hace una mala persona, así que no te sientas avergonzada. Más bien dime, según tus tradiciones, ¿Cómo hago para que seas mi novia? ─la pelirroja rió─. ¿De qué te ríes?

─Es que para que seamos novios solo tienes que proponerlo ─contestó Penélope enseriándose, y le sujetó las manos que él tenía sobre su rostro.

─Para ser una tribu con costumbres conservadoras, eso es muy simple, pero me agrada ─dijo Sebastián bajando sus manos juntamente con las de ella─. ¿Aceptarías ser mi novia? ─ambos se miraban con ojos enamorados, y aunque no lo demostraban, tenían el corazón latiendo aceleradamente; y como la viuda asintió al tiempo que le sonreía con timidez, él, le levantó la diestra y le dio un beso en la dorsal de ésta, haciéndolo todo sin dejar de observarla fijamente ojos a los─. ¿Y ahora qué sigue? ¿Qué cosas puedo realizar como tu novio? y ¿Qué cosas hay que hacer para nuestro matrimonio? Pues no podré resistir mucho sin besar esos rojos labios.

─ ¡Lo mismo digo yo! ─comentó ella tapándole la boca con su mano y dándole un beso, siendo su mano lo único que separaba ambos labios─. Bueno, la verdad es que si vamos a regirnos por las reglas de mi aldea, la ceremonia solo debe ser oficiada por el pariente masculino más cercano a la contrayente; y aunque mis padres eran huérfanos y yo también lo soy, todo Aminixur es familia mía, por lo cual, puede casarnos.

─En ese caso, tocará esperar a vencer al vicealmirante para poder ir en busca de algún Aminixur que nos pueda casar ─comentó Sebastián abrazándola por la cintura y regresaron a la cabaña.

Cerca de las cuatro de la tarde, Penélope, que organizaba las cosas que tenía guardadas en las gavetas y el closet de su recamara, notó el petricor de una tenue lluvia que se esparcía por el valle; así que descendió con rapidez y, al salir, la lluvia arreció. Por su parte, el almirante, que curioseaba los libros que tenía la vasta biblioteca, no entendió el porqué de dicha actitud y fue tras ella; y quedando a la entrada del recinto, contempló como la pelirroja daba vueltas bajo la lluvia sin percatarse de que era observada por él; y al marearse por tanto girar, se dejó caer sobre la arena y su vestido blanco se mojó del agua marrón que se constituía el actual piso de las cercanías de la vivienda.

La lluvia caía en abundancia, mas a Sebastián no le importó y se sentó junto a ella, quien se levantó para estar a su mismo nivel; entonces él, que apenas empezaba a mojarse, detalló como las gotas de agua corrían libremente por todo el cuerpo de su amada, y afirmó:

─No sabía que te gustara tanto la lluvia…

─Jugar bajo la lluvia es sin dudas algo que disfruto demasiado, aunque a menudo no me doy ese gusto… ─dijo Penélope escurriendo en vano su cabello y colocándolo sobre su hombro.

─Yo no recuerdo haberlo hecho nunca.

La viuda sonrió en forma de niña traviesa y, tomando del barro que estaba bajo su mano, le frotó el rostro con éste, y luego, incorporándose velozmente, corrió en dirección al riachuelo por el cual habían arribado al lugar; pero como el militar sabía que ella estaba jugándose, se limpió con serenidad el rostro y fue tras ella. La brisa movía las hojas de los árboles con fuerza, y cuando el soldado hubo pasado junto al árbol de wanipan, la pelirroja, que estaba escondida próxima a él, aprovechó para retornar; no obstante, cuando se distanció un poco, Sebastián se dio cuenta de su acción y fue en pos de ella, mas como Penélope era muy veloz, le dio tiempo de subir hasta la terraza, donde obviamente fue alcanzada por él, pues no tenía hacia dónde más correr.

Al verlo entrar a la terraza ella trató de eludirlo, pero el apuesto oficial logró tomarla por el brazo, la atrajo hacia sí y la abrazó. Ambos reían como niños, y el almirante, asiéndola de la cintura, la alzó y comenzó a dar vueltas con ella; y cuando al fin la bajó, los dos se tiraron al suelo y descansaron del agitado juego.

─ ¡Tenía años que no me reía tanto! –exclamó Sebastián poniendo su mano izquierda bajo su propia cabeza, mientras la lluvia comenzaba a cesar.

–La verdadera felicidad se halla en reencontrarnos con nuestro niño interior, disfrutando de cada momento como lo único y especial que es ─dijo la joven, quien se inclinó levemente, le limpió el rostro de la lluvia, la cual seguía mojándolos aunque no de forma tan severa como al principio; y le dio un beso en la mejilla.

─ ¡Gracias por hacerme conocer la felicidad! ─le acarició el rostro con su mano derecha y permanecieron por unos segundos mirándose con ojos iluminados por la luz de los que están perdidamente enamorados.

─Creo que deberíamos entrar… ─sugirió Penélope sintiendo que mutuamente se estaban acercando como imanes para besarse.

─Si, también creo lo mismo ─dijo el marine siendo consciente de lo que ocurría, y ambos se incorporaron, mas como Sebastián se adelantó un poco, ella, de un salto, se le subió a la espalda y él la llevó cargada hasta la puerta de su recamara.

─ ¡Gracias! –dijo la pelirroja bajándose de la espalda de su amado, y enseguida, soltó la cola alta que tenía y volvió a recogérsela, porque se había despeinado durante el jugueteo.

─ ¿Por qué me das las gracias? ─dijo él girándose, y la acorraló contra el marco de la puerta en una forma muy osada y sensualmente intimidante.

─Por todo… ─contestó Penélope en voz baja y levantó su mirada para verle directo a los ojos, momento en el que el militar le sujetó el mentón, le inclinó el rostro hacia abajo y le dio un beso en la frente, y luego, en tanto que la viuda entró a su cuarto, él se marchó a su recámara para cambiarse, porque los dos destilaban agua.

Después de que el marine se cambiara la ropa a la misma que tenía al salir del poblado de Xiquio, salió y percibió que el corredor y las escaleras que habían mojado al entrar, se encontraban secos, así que dedujo que la pelirroja se había encargado de limpiar todo; y bajando, halló que ella descansaba sentada sobre el sofá del recibo, ciñendo un vestido rosado tipo blusón, de mangas largas, y cuyo largo era solo un poco más arriba de lo que siempre vestía; y como su vista estaba perdida en los matices del paisaje que se contemplaba por el ventanal, el cual se mostraba fresco porque la lluvia había cesado en su totalidad y las aves volvían a cantar felices, el soldado se acomodó a su lado, y comentó:

─Aunque mi mente científica intenta explicar toda la creación, debo admitir que ésta tuvo que ser diseñada por un ser Superior, porque es hermosamente perfecta; pero al verte a ti, entiendo que ese ser dedico particular atención para hacerte, pues eres inmensurablemente bella ─ella giró el rostro para verle con una sonrisa─ ¿En qué piensas que estás tan ensimismada? ─la joven le contestó con su voz de ángel mientras volvía su rostro al frente, pero Sebastián no prestó atención a la respuesta, puesto que se concentró en detallarla─. ¿Puedes mirarme un momento?

─Me doy cuenta que no oíste lo que te dije ─afirmó ella sonriendo, y en tanto accedía a virar el cuerpo entero hacia él, el marine rió ligeramente como confirmando lo que ella acababa de decir.

─ Al verte, puedo entender perfectamente por qué tu difunto esposo escogió sufrir a cambio de tu bienestar; y es que al igual que él, yo también daría mi vida sin pensarlo con tal de que tú estuvieses bien ─la joven se enserió y se volvió a girar hacia la ventana─. ¿Dije algo que no debía?

─El presente, es una comida que debe comerse al instante porque rápidamente se descompone para convertirse en pasado, y si te mantienes mirando hacia atrás, dejarás de disfrutar el ahora ─dijo la pelirroja con una voz muy tierna, pero con la firmeza de una cordillera rocosa, y se giró para verle a los ojos mientras hablaba─. Yo he aprendido a disfrutar cada cosa en su momento y por eso en mi corazón no caben las comparaciones, pero tú vives trayendo a Docle entre nosotros, sin comprender que él fue mi ayer y tú eres mi hoy.

─Lo siento, pero no puedo evitarlo, pues te conocí junto a él; y el saber que ahora ocupo su lugar no es algo fácil de asimilar─ se recostó sobre el espaldar del mueble y adoptó una postura de comodidad plena mientras dirigía su vista hacia el jardín.

─Tú jamás podrás ocupar su lugar, sencillamente, porque tú tienes tu propio lugar ─se inclinó un poco para poder mirarlo a los ojos─. ¿Si te digo lo que pienso de cada uno, dejarías de compararte con él?

─Solo si me convences… ─respondió Sebastián sonriéndole, y colocó su brazo izquierdo detrás de su propia cabeza en señal de relajación y de que dudaba de que ella pudiera persuadirlo.

–Aunque él fue un ser estupendo al que quise mucho y del que estoy muy agradecida por haberme cuidado, su actitud temerosa y su excesiva protección me hicieron sufrir durante el tiempo que pasé a su lado; y por eso nunca pudo tener un puesto destacado en mi corazón y tampoco pude entregarme a él más que con un beso... ─el marine hizo un gesto de asombro, y ella le acarició el rostro y recostó la cabeza sobre el tórax de él─. Pero contigo es diferente, porque, aunque es poco el tiempo que compartimos en el pasado y ahora, tu personalidad y esa forma especial de ser conmigo han hecho que te sienta parte de mí más allá de lo que algún día hubiese podido imaginar que alguien pudiese hacerme sentir.

─No creo en el destino ─entrelazó la mano con la suya, le besó los nudillos, y seguidamente, le rodeó la espalda con su musculoso brazo─, pero le agradezco a aquello que nos ha unido, el haberte traído a mi vida.

–Yo tampoco creo en el destino, o al menos de la forma casual, pero sí creo que en cierta forma existe una predestinación; pues sé que el amor quebranta las reglas que rigen el tiempo y el espacio, ya que todo está conformado por amor ─levantó la mirada sin perder su postura y divisó que él veía hacia la ventana─; así que quizás, en un tiempo atrás donde aún no existía lo creado, ya nuestro amor estaba formándose.

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