La viuda de Pholpocel <<la lucha entre el bien y el mal>>
y se levantó, él, haci
osadía, no qu
vestimenta del polvo de la caída, y enseguida, le vio directo a los ojos─. Si no permití que
ogó el oficial y comen
s corazones a través de él. Por ello, los Aminixur podemos dar besos en la frente, en símbolo de protección; en las mejillas, en señal de cercanía y admiración; en las manos, en símbo
l llevándose las manos a la
ro no puedo permitírmelo porque so
mirante, tomándole el rostro con ambas
sientas avergonzada. Más bien dime, según tus tradiciones, ¿Cómo
proponerlo ─contestó Penélope enseriándose, y l
aunque no lo demostraban, tenían el corazón latiendo aceleradamente; y como la viuda asintió al tiempo que le sonreía con timidez, él, le levantó la diestra y le dio un beso en la dorsal de ésta, haciéndolo todo si
eno, la verdad es que si vamos a regirnos por las reglas de mi aldea, la ceremonia solo debe ser oficiada por el pariente masculino más ce
der ir en busca de algún Aminixur que nos pueda casar ─comentó
alir, la lluvia arreció. Por su parte, el almirante, que curioseaba los libros que tenía la vasta biblioteca, no entendió el porqué de dicha actitud y fue tras ella; y quedando a la entrada del recinto, contempló como la pelirroja daba
en se levantó para estar a su mismo nivel; entonces él, que apenas empezaba a mojarse, d
te gustara tan
ado, aunque a menudo no me doy ese gusto... ─dijo Penélope
rdo haberlo
ella estaba jugándose, se limpió con serenidad el rostro y fue tras ella. La brisa movía las hojas de los árboles con fuerza, y cuando el soldado hubo pasado junto al árbol de wanipan, la pelirroja, que estaba escondida próxima a él, aprovechó para retorn
trajo hacia sí y la abrazó. Ambos reían como niños, y el almirante, asiéndola de la cintura, la alzó y comenz
bastián poniendo su mano izquierda bajo su prop
omo lo único y especial que es ─dijo la joven, quien se inclinó levemente, le limpió el rostro de la lluvia
con su mano derecha y permanecieron por unos segundos mirándose con
Penélope sintiendo que mutuamente se est
y ambos se incorporaron, mas como Sebastián se adelantó un poco, ella, de un sal
amado, y enseguida, soltó la cola alta que tenía y volvió a
e, y la acorraló contra el marco de la puerta en
e el militar le sujetó el mentón, le inclinó el rostro hacia abajo y le dio un beso en la frente, y luego, en t
ía encargado de limpiar todo; y bajando, halló que ella descansaba sentada sobre el sofá del recibo, ciñendo un vestido rosado tipo blusón, de mangas largas, y cuyo largo era solo un poco más arriba de lo que siempre vestía; y como su v
o que ese ser dedico particular atención para hacerte, pues eres inmensurablemente bella ─ella giró el rostro para verle con una sonrisa─ ¿En qué piensas que estás tan ensimismada? ─la jov
o, y en tanto accedía a virar el cuerpo entero hacia él, el mari
bienestar; y es que al igual que él, yo también daría mi vida sin pensarlo con tal de que tú es
r el ahora ─dijo la pelirroja con una voz muy tierna, pero con la firmeza de una cordillera rocosa, y se giró para verle a los ojos mientras hablaba─. Yo he aprendido a disfrut
ocupo su lugar no es algo fácil de asimilar─ se recostó sobre el espaldar del mueb
u propio lugar ─se inclinó un poco para poder mirarlo a los ojos─.
colocó su brazo izquierdo detrás de su propia cabeza en señal
puesto destacado en mi corazón y tampoco pude entregarme a él más que con un beso... ─el marine hizo un gesto de asombro, y ella le acarició el rostro y recostó la cabeza sobre el tórax de él─. Pero contigo es diferente, porque, aunq
llos, y seguidamente, le rodeó la espalda con su musculoso brazo─, pero
mor quebranta las reglas que rigen el tiempo y el espacio, ya que todo está conformado por amor ─levantó la mirada sin perder su postura y
porque estar junto a ti me hace ser tan feliz
–aseguró Penélope sentánd
edar a su nivel, y dándole un beso con suavidad en la mejilla, deslizó sus
a abriendo los ojos que había cerrado en tanto l
ofá, colocó la cabeza sobre su regazo, y divisó que ella bajó su vist
y enfocando el horizonte, comenzó a acariciarle el cabello─; porque quien no puede respetar
eza ─dijo Sebastián, quien la contemplaba extasiado por su belleza,
gustaba, sino que
ntando a su lado como al principio; y la vio fruncir el c
movimiento de las nubes te lo dice; así, ella no necesitaba d
ospechas eran c
rqueadas que permitían notar que no creía lo que acababa de oír, y cuyo
e no fue consciente de que estaba experimentando celos sino hasta que él se lo dijo; y tomándola por la cintura, la giró y atrajo hacia sí ha
s me harían mermar en el amor; lo cual no es algo que me vaya a per
un enemigo y por ellos él no tenía ningún tipo de compasión─; y tampoco lo harás con ninguna otra, porque eso haría que tu hermoso r
sangra... ─se giró lo suficiente para
dijo el almirante esp
entre ambos, y luego, viró el dorso hacia la pared y recogió su cabellera hacia el lado opue
er revisarla, porque de otra manera podría lastimarte sin querer ─ella asintió y él hizo lo que dijo hasta que el hombro y el inicio del brazo de
roja quería pedirle que se detuviera, pero se había sumido en la indescriptible sensación que le producían sus besos y de manera inconsciente cerró los ojos y con su mano prácticamente guiaba su cabeza para que supie
rresponder a tus besos ─balbuceó Penélope con un
acía, y abrazándola hasta hacer que re
e amaré aún más allá de ésta vida, porque mi amor por ti es
se miraron con ojos enamorados─. ¡Te amo! ─los dos morían de ganas por besarse, por lo que el almirante se inclinó levemente, y besándole ot