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Guardaespaldas

Guardaespaldas

Cass Hart

4.9
calificaciones
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21
Capítulo

Richard Louis es el mejor amigo de Connor, ambos tienen una empresa de seguridad. Pero heridas de guerra han vuelto a Connor totalmente retraído. Su amigo se consume ante sus ojos y decide ponerle una solución al asunto. La mujer que encuentra para Connor es perfecta, incluso entre los tres hay sexo increíble. Una segunda mujer entra en escena, llega a su centro de entrenamiento en busca de ayuda y es ahí cuando Richard decide dedicarse solo a ella. Ambos amigos encuentran a las mujeres perfectas, solo deben lograr salvarlas de quienes quieren hacerles daño.

Capítulo 1 Uno

NARRA ANNIE

No sé en qué momento de mi vida, todo se fue al carajo. Aunque pensándolo bien, creo que nunca en mi vida he tenido estabilidad, ni económica ni emocional.

Abandonada de bebé en un orfanato, me crie sintiéndome incomprendida. Era demasiado tímida para conversar tanto con extraños como con los que vivían conmigo. Tenía un único amigo, quien era dos años mayor que yo. Tom.

Siempre me sacaba de apuros y me defendía de los pequeños matones que pensaban que era divertido meterse con una niña varios años menor.

Y si ellos me metían en problemas, me tocaba ir al infierno. Así le llamábamos.

La madre superiora tenía en su despacho, una especie de pequeña habitación. No tan pequeña como para llamarse armario ni tan grande como una habitación regular.

Y olía mal, realmente mal pues los niños que entrabamos a cumplir castigo, nos orinábamos encima, y eso, si éramos afortunados porque otros acababan defecando, literalmente se cagaban del susto.

Siendo tan solo una niña de seis años y, viéndome muchísimo más pequeña que los otros de mi edad, pasaba horas metida de rodillas sobre granos de arroz, pidiéndole a Dios, que me perdonara por haber pecado. Y de haber hecho cosas malas quizás hubiese entendido que es lo que se suponía que hice mal, pero en serio, nunca me metía en problemas. 

Bueno...si rescatar un gatito de la lluvia era malo, pues fui mala con cada gatito que llegaba pidiendo hogar. Y ese fue el asunto que me puso en la mira de la directora y que me cambió para siempre. Al inicio todo iba bien, o eso creía. Era raro que gatito que llegaba, gatito que desaparecía, pero como el orfanato estaba en medio del bosque, pensaba que los cachorros se iban después de una buena noche de sueño y comida.

Una mañana, durante uno de los inviernos más fuertes encontré un gato, cerca de mis seis años, por cierto, y a pesar de que la directora pidió que no lo hiciera más, no pude evitarlo.

Y esa mañana llegué cubierta de lodo, sosteniendo a la diminuta criatura. La mujer se acercó a mi furiosa, sacó la fusta-similar a la que usan con caballos-y me dio un golpe tan fuerte que me marcó, desde la mejilla hasta mi ombligo.

Y desde entonces, cada cosa que hacía, sin importar si solo era hablar a un volumen alto, todo aquello me enviaba al armario de castigos.

Así que mientras estábamos dentro, escuchábamos voces espectrales que rodeaban todo. Años después, durante la agonía de una de las monjas-pues me mantengo monitoreando el lugar, atenta a que ningún otro niño sufra lo que nosotros-, me enteré de que la superiora, hacía todos aquellos ruidos para asustarnos.

Varios niños, en especial dos hermanitos, ellos nunca salieron del armario, una mañana vimos como un policía llegaba, alertado por el gobierno ya que, a la revisión del día anterior, una en la que nos alineaban en el jardín para pasar lista, los hermanitos no aparecieron.

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