El Voto Silencioso de Venganza de la Luna Marcada

El Voto Silencioso de Venganza de la Luna Marcada

Gavin

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Capítulo

Una mujer entró a mi clínica con un niño que tenía los ojos de mi pareja y un trastorno genético exclusivo de su linaje Alfa. Dijo que el padre era mi pareja, Damián, y a través de nuestro vínculo, sentí el amor que él sentía por ella mientras me mentía sobre dónde estaba. Esa noche, en la gala de la manada, me empujó para proteger a ese niño, provocando que perdiera al bebé que apenas me había enterado que esperaba. Mientras me desangraba en el suelo, él consolaba a su hijo por un raspón en la rodilla, sin siquiera voltear a verme. Más tarde, su amante me empujó desde un acantilado, rechazándome en su nombre. Pero sobreviví, y una semana después, abordé un avión a Suiza, lista para renacer de las cenizas de la mujer que él destruyó.

Capítulo 1

Una mujer entró a mi clínica con un niño que tenía los ojos de mi pareja y un trastorno genético exclusivo de su linaje Alfa. Dijo que el padre era mi pareja, Damián, y a través de nuestro vínculo, sentí el amor que él sentía por ella mientras me mentía sobre dónde estaba.

Esa noche, en la gala de la manada, me empujó para proteger a ese niño, provocando que perdiera al bebé que apenas me había enterado que esperaba. Mientras me desangraba en el suelo, él consolaba a su hijo por un raspón en la rodilla, sin siquiera voltear a verme.

Más tarde, su amante me empujó desde un acantilado, rechazándome en su nombre. Pero sobreviví, y una semana después, abordé un avión a Suiza, lista para renacer de las cenizas de la mujer que él destruyó.

Capítulo 1

ELENA POV:

El aroma estéril de las hierbas medicinales llenaba mi consultorio, una fragancia que usualmente calmaba mi alma. Hoy, se sentía como una jaula. Era mi primer día como la Curandera en Jefe de la manada Luna Negra, un puesto que me había ganado, un puesto que mi pareja, el Alfa Damián Ferrer, había celebrado conmigo.

Pero la mujer sentada frente a mí no era una paciente buscando consuelo. Era una declaración de guerra.

Su nombre era Casandra Espino, una Omega de los rangos más bajos. Su hijo, un niño pequeño con los tormentosos ojos grises de Damián, se movía inquieto en su regazo.

-Tiene estos... episodios -dijo Casandra, su voz un suave ronroneo que me crispaba los nervios-. Los doctores de la manada no sirven para nada. Dijeron que solo la Curandera en Jefe podría diagnosticarlo.

Miré al niño, Leo. Su energía se sentía errática, un zumbido caótico, débil pero familiar. Era un desequilibrio energético raro, uno del que solo había leído en textos antiguos, un trastorno que ocurría exclusivamente en el linaje Alfa de la manada Luna Negra.

Mi loba interior se agitó, un gruñido bajo de inquietud en el fondo de mi mente.

Entonces lo percibí. Un aroma aferrado al niño, tan tenue que casi se perdía bajo el perfume barato de su madre. Era el olor de una tormenta rompiendo sobre un bosque de pinos, de tierra húmeda y relámpagos crepitantes. Era el aroma de Damián. El aroma de mi pareja.

Mi corazón martilleaba contra mis costillas, un frenético tamborileo de negación.

-¿Y el nombre del padre? -pregunté, mi voz tensa mientras deslizaba un formulario de ingreso de paciente sobre el escritorio.

Casandra sonrió, una curva lenta y deliberada en sus labios. Tomó la pluma y escribió con una caligrafía elegante: Damián Ferrer.

El nombre me miraba fijamente, una mancha negra sobre el papel blanco. El mundo se tambaleó.

-El linaje de un Alfa -dijo Casandra, con los ojos fijos en los míos-, necesita una familia completa para protegerlo, ¿no cree, Curandera Valdés?

La provocación fue directa y venenosa. Antes de que pudiera responder, su celular vibró. Contestó, su voz volviéndose empalagosamente dulce.

-Damián, cariño...

A través de nuestro vínculo de pareja, la conexión sagrada que la Diosa Luna forja entre dos almas destinadas, sentí una ola de calidez y afecto de Damián. Estaba dirigida a la mujer frente a mí. La sensación fue un golpe físico que me robó el aliento.

Cerré los ojos y lo contacté a través de nuestra Conexión Mental, el lenguaje silencioso de nuestra manada.

-¿Dónde estás? -le envié, mi pensamiento teñido de una desesperación que no pude ocultar.

Su respuesta llegó al instante, suave y ensayada.

-En una reunión con los Ancianos, mi amor. Puede que llegue tarde a cenar.

La mentira fue un veneno helado en el vínculo, una cosa fría y nauseabunda que se retorció en mis entrañas.

Casandra colgó el teléfono, su sonrisa ensanchándose en una mueca triunfante.

-Damián viene en camino a recogernos.

Me levanté y caminé hacia la ventana, mis movimientos rígidos. Mi consultorio daba a la plaza principal. Unos minutos después, el carro negro de Damián se detuvo. Salió, no con el porte formal de un Alfa atendiendo asuntos de la manada, sino con la facilidad relajada de un padre.

Tomó al niño, Leo, en sus brazos. Lo vi hablar con Casandra, su cabeza inclinada cerca de la de ella, una imagen de felicidad doméstica. Una familia Alfa perfecta.

Un agudo timbre mental, la firma única de la Conexión Mental de mi pareja, resonó en mi conciencia.

-La reunión se alargó -dijo su voz mental, cargada de un falso arrepentimiento-. El equipo decidió cenar fuera. No llegaré a casa esta noche.

Pero detrás de sus palabras, otro sonido se filtró a través del vínculo, un sonido que no pudo ocultar. El grito feliz de un niño.

-¡Papi!

La mentira destrozó lo último que quedaba de mi compostura. Mi mundo, que había sido construido alrededor de él, se desmoronó en polvo.

Mis manos temblaban, pero mis acciones fueron firmes. Tomé el teléfono de mi escritorio, mis dedos marcando un número que había memorizado hacía meses, un número que nunca había llamado por él.

Una voz tranquila y con acento respondió al segundo timbre.

-Santuario de la Luna, habla el Director Alarcón.

-Director -dije, mi voz hueca-. Soy Elena Valdés de la manada Luna Negra. Respecto a la beca de investigación de seis meses... ¿sigue disponible el puesto?

Hubo una pausa.

-Señorita Valdés. Casi habíamos perdido la esperanza. Sí, lo está. Pero el programa requiere un aislamiento completo. Ningún contacto con su manada de origen durante todo el período.

-Entiendo -dije, mirando por la ventana al hombre que era mi todo, la otra mitad de mi alma, mientras se alejaba con su otra familia-. Acepto.

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