Luna Martínez ajustó los lentes sobre su nariz y suspiró mientras revisaba el calendario digital de la empresa. Era lunes por la mañana, y como siempre, el primer día de la semana traía consigo una avalancha de correos, reuniones y tareas imposibles de completar sin una taza de café doble. Su escritorio, impecablemente ordenado, estaba lleno de papeles, agendas y su laptop abierta, mostrando la interfaz interna de la empresa, un lugar donde todos, desde pasantes hasta directores, podían comunicarse mediante mensajes rápidos.
Apenas terminó de responder un correo urgente de su jefe directo, Luna notó un pequeño icono parpadeante en la aplicación de mensajería interna. "Nuevo mensaje", decía. Normalmente, eran notificaciones de compañeros pidiendo permisos o aprobaciones, pero el nombre del remitente estaba ausente: simplemente decía "E".
Luna arqueó una ceja y frunció ligeramente el ceño. No recordaba haber agregado ningún contacto con esa inicial. Su curiosidad pudo más que la cautela y abrió el mensaje.
"Buenos días, secretaria estrella. ¿Sabías que el café de la máquina de la sala de descanso podría salvar el mundo si alguien lo preparara con la dedicación correcta?"
Luna soltó una risita involuntaria. Su primer impulso fue responder con un emoji sonriente, pero decidió escribir algo más ingenioso.
"Solo si el mundo está dispuesto a pagar el precio de la cafeína concentrada en exceso."
No había ni una pista sobre quién era "E", pero el mensaje tenía un tono juguetón, casi desafiante, y Luna se sorprendió al notar que su corazón había dado un pequeño salto. Aquella espontaneidad, mezclada con humor, era refrescante en comparación con los mensajes secos y formales que recibía diariamente de colegas y superiores.
Mientras escribía su respuesta, Luna recordó cómo había llegado hasta allí. Hace dos años había conseguido el puesto de secretaria en Del Valle Tech, una de las empresas tecnológicas más importantes del país. Era una posición que la llenaba de orgullo, aunque también exigía un equilibrio constante entre profesionalismo y paciencia infinita para lidiar con la excentricidad de algunos directivos. Luna había aprendido rápido a leer entre líneas, anticiparse a los caprichos de los jefes y, sobre todo, a mantener la calma en medio del caos.
Un pitido la interrumpió de sus pensamientos. "E" había respondido de inmediato:
"Me alegra ver que tienes sentido del humor. Eso te salva de ser considerada solo una más en el mar de teclas y agendas."
Luna arqueó una ceja, sorprendida por la rapidez. No era solo la velocidad del mensaje lo que la intrigaba, sino el tono: algo detrás de esas palabras sugería inteligencia, agudeza y quizá, un poco de misterio.
Decidió continuar el juego:
"Gracias. Aunque sospecho que alguien podría estar intentando atraparme en su red de misterio con solo palabras y emojis."
La respuesta llegó al instante:
"Si ese es el caso, felicidades... has caído. Pero no te preocupes, no muerdo. Al menos no de inmediato."
Luna no pudo evitar reír. La picardía de "E" tenía un efecto inesperado: le quitaba el estrés de la rutina diaria y le recordaba que había personas que, incluso sin mostrar su rostro, podían tener un impacto en su día.
Su primer mensaje de "E" se quedó flotando en su mente mientras se levantaba para buscar su café. Caminó por los pasillos de la empresa, saludando con una sonrisa a algunos compañeros que se preparaban para la primera reunión del día. La oficina era moderna, con ventanales que dejaban entrar la luz de la mañana y un aroma tenue a café recién hecho que llenaba el aire. Los empleados se movían rápido, cada uno sumido en sus tareas, pero Luna se sentía ligera, como si un hilo de emoción la acompañara mientras regresaba a su escritorio.
Se sentó de nuevo, con la taza humeante en la mano, y volvió a mirar el mensaje de "E". Había algo extraño en no saber quién estaba al otro lado, y sin embargo, sentirse tan conectada con alguien a través de simples palabras. Era como si ese misterioso interlocutor conociera partes de ella que normalmente mantenía ocultas incluso en la oficina.
El primer desafío del día apareció en forma de un correo urgente del CEO, Ethan Del Valle. Conocido por su carácter exigente y mirada analítica, Ethan tenía la habilidad de hacer que incluso los empleados más seguros sintieran un nudo en el estómago cuando les dirigía la palabra. Luna sabía que su profesionalismo sería puesto a prueba en los próximos minutos, pero por algún motivo, el recuerdo de los mensajes de "E" le dio un pequeño impulso de confianza.