Tras la coma, la crueldad y traición de Caleb

Tras la coma, la crueldad y traición de Caleb

rabbit

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Capítulo

Después de donar médula ósea para salvar a mi hermano, una rara complicación me dejó en coma durante cinco años. Cuando desperté, descubrí que mi familia me había reemplazado; tenían a una hija nueva, Hailie, una chica que se parecía mucho a mí. Me dijeron que mis celos hacia ella provocaron un accidente de auto que la obligó a esconderse junto con mis padres. Para darme una lección, mi hermano y Caleb, mi prometido, decidieron encerrarme en una residencia aislada durante tres años; me convertí en su prisionera y esclava, soportando sus brutales golpizas porque creía que mi sufrimiento era el precio a pagar por el bienestar de mi familia. Luego, un médico me informó que padecía un cáncer de pulmón terminal. Mi cuerpo ya estaba muy débil, pero los verdugos decidieron realizar un último acto de "bondad": en mi cumpleaños, me llevaron en un viaje sorpresa a un resort de lujo. Allí los vi a todos; mis padres, mi hermano, mi prometido y Hailie, vivos y completamente sanos, bebiendo champán alegremente. Al escuchar su plan, me di cuenta de que mi tortura no era una penitencia; fue solo una retorcida lección concebida para doblegarme y acabar conmigo. Toda mi vida terminó convirtiéndose en una broma cruel. Entonces, en mi cumpleaños, caminé hasta el puente más alto de la isla, dejé atrás mi diagnóstico médico, junto con una grabación de la confesión de Hailie, y salté.

Capítulo 1

Después de donar médula ósea para salvar a mi hermano, una rara complicación me dejó en coma durante cinco años.

Cuando desperté, descubrí que mi familia me había reemplazado; tenían a una hija nueva, Hailie, una chica que se parecía mucho a mí.

Me dijeron que mis celos hacia ella provocaron un accidente de auto que la obligó a esconderse junto con mis padres. Para darme una lección, mi hermano y Caleb, mi prometido, decidieron encerrarme en una residencia aislada durante tres años; me convertí en su prisionera y esclava, soportando sus brutales golpizas porque creía que mi sufrimiento era el precio a pagar por el bienestar de mi familia.

Luego, un médico me informó que padecía un cáncer de pulmón terminal. Mi cuerpo ya estaba muy débil, pero mis verdugos decidieron realizar un último acto de "bondad": en mi cumpleaños, me llevaron en un viaje sorpresa a un resort de lujo.

Allí los vi a todos; mis padres, mi hermano, mi prometido y Hailie, vivos y completamente sanos, bebiendo champán alegremente.

Al escuchar su plan, me di cuenta de que mi tortura no era una penitencia; fue solo una retorcida lección concebida para doblegarme y acabar conmigo. Toda mi vida terminó convirtiéndose en una broma cruel.

Entonces, en mi cumpleaños, caminé hasta el puente más alto de la isla, dejé atrás mi diagnóstico médico, junto con una grabación de la confesión de Hailie, y salté.

Capítulo 1

Lo primero que sentí fue un ligero dolor detrás de mis ojos. La luz era demasiado brillante, un fulgor blanco y estéril que hacía que mi cabeza palpitara; las máquinas a mi lado emitían un patrón rítmico y constante.

Me dijeron que estuve en coma durante cinco años; después de donar médula ósea a mi hermano, Fitzgerald, una rara complicación me dejó inconsciente, robándome todos esos años de mi vida.

Mi familia estaba allí. Mi madre, Beverley, lloraba desconsoladamente, exhibiendo un rostro marcado con nuevas arrugas que no había visto antes; mi padre, Franklin, estaba a su lado, con una mano en su hombro, luciendo más viejo y canoso.

Mi prometido, Caleb Skinner, también estaba allí; mientras sostenía mi mano con firmeza, un profundo alivio, el cual parecía más cercano al dolor, se extendió por su apuesto rostro. Mi hermano, Fitz, la razón por la que estaba aquí, se encontraba al pie de la cama, mirándome con una mezcla de culpa y gratitud.

Todos estaban allí reunidos; su presencia me hizo creer que mi mundo había vuelto a la normalidad.

Pero entonces la vi. Parada justo detrás de mi madre, estaba una joven que parecía tener poco más de veinte años. Su cabello y ojos eran idénticos a los míos; la semejanza era tan fuerte que parecía como si estuviera mirando mi propio reflejo distorsionado.

"¿Quién es ella?", pregunté con una voz seca y áspera.

La sonrisa de mi madre vaciló antes de responder: "Oh, cariño, ella es Hailie. Hailie Silva".

Caleb apretó mi mano y explicó: "Ella... ha estado con nosotros por un tiempo, Ericka. Tus padres la acogieron mientras tú no estabas".

"Es nuestra hija adoptiva", añadió mi padre con cautela.

Mis ojos permanecieron fijos en la chica, la cual me respondió con una sonrisa tímida y nerviosa, pero me di cuenta de que solo estaba actuando, ya que sus ojos permanecieron fríos y calculadores.

En los días subsecuentes, confirmé lo mucho que habían cambiado las cosas. Mi madre no dejaba de mimar a Hailie, ofreciéndole comida y preguntándole si estaba cómoda todo el tiempo; en cuanto a mi padre, se desvivía en halagos hacia ella por sus calificaciones y comportamiento impecable. Fitz la trataba como si fuera su adorada hermana pequeña, e incluso Caleb... incluso mi prometido le hablaba con una gentileza que se sentía ajena, un tono que solía usar exclusivamente conmigo.

Ahora me sentía como un fantasma en mi propia vida, una antigüedad a la que desempolvaron y no sabían dónde colocar.

"Ella nos consoló mientras tú estabas... ausente", explicó mi madre una tarde, usando un tono gentil. "Hailie necesitaba una familia, y nosotros necesitábamos a alguien para... llenar el vacío que dejaste".

Esa excusa me pareció falsa, dejándome con sensación persistente de que toda mi familia me había traicionado.

"Quiero que se vaya", dije con una voz que finalmente recobró su fuerza.

El silencio en la habitación se tornó pesado.

"Ericka, no seas irracional", comenzó Caleb.

"¡No!", insistí mientras mis ojos se fijaban en los rostros de mis padres. "No soy un sustituto y tampoco seré reemplazada. Ella tiene que irse".

Mi rechazo fue como una piedra arrojada a un estanque en calma; la conmoción y la molestia se expandió de inmediato entre mi familia.

Hailie estalló en lágrimas, una actuación tanto dramática como conmovedora; mi madre rápidamente me consoló, lanzándome una mirada de profunda decepción.

"¡¿Cómo puedes ser tan cruel?!", exigió Fitzgerald con una voz aguda. "¿Después de todo lo que Hailie ha hecho por nuestra familia?".

La discusión se convirtió en una tormenta de acusaciones, pero nada de lo que dijeron sirvió para hacerme cambiar de opinión; al final cedieron y me aseguraron que buscarían otro hogar para Hailie.

Caleb y Fitzgerald se encargaron de llevarla el día que ella partió de casa; me quedé en mi habitación, experimentando una amarga sensación de victoria que brotó en mi pecho.

Los dos regresaron después de varias horas; estaban solos y sus rostros se habían convertido en máscaras sombrías de furia y desesperación.

"Hailie desapareció", dijo Caleb con una voz plana.

"¿De qué hablas?", pregunté a la vez que un nudo de ansiedad se formaba en mi estómago.

"Hubo un accidente", espetó Fitzgerald, atravesándome con unos ojos que ardían con un odio que nunca antes había presenciado. "Un accidente de auto, y tú eres la única culpable. Tus celos y tu ira... provocaron esto".

Antes de que pudiera asimilar esa mentira, llegó la siguiente.

"Y eso no es todo", continuó mi prometido, con su voz quebrándose. "Las personas de las que Hailie estaba huyendo, la razón por la que vivía en ese orfanato... descubrieron la ubicación de su nuevo hogar. Comenzaron a amenazarla, y por tu culpa, tus padres y ella tuvieron que esconderse. Ahora no sabemos cuándo los volveremos a ver".

En ese instante, mi mundo se puso de cabeza. ¿Tuvieron que esconderse? ¿Los amenazaron? ¿Y me estaban culpando a mí?

Nada de eso tenía sentido, pero la convicción con la que hablaron solo intensificó mi confusión.

"Tú lo provocaste, Ericka", dijo Fitzgerald con palabras tan frías como hielo. "Destruiste a nuestra familia".

Caleb se acercó, mirándome con una expresión teñida de una ira sombría y justificada. "Y ahora, tendrás que pagar por ello. Cumplirás una condena hasta que te ganes su perdón. Debes aprender a asumir las consecuencias de tus acciones".

Ese solo fue el comienzo del infierno que viví durante tres años.

Me trasladaron a una residencia aislada que le pertenecía a Caleb. No había teléfonos, ni internet y mucho menos una vía de escape; mi hermano y mi prometido eran las únicas personas ahí.

Ambos se convirtieron en mis verdugos, encargándose de aplicar cada una de sus retorcidas torturas.

Me dijeron que mis padres y Hailie estaban a salvo, pero que solo permanecerían seguros si yo me mantenía obediente durante todo el proceso de mi penitencia.

Realmente les creí; me aferré a la culpa con la que me alimentaban cada día, ya que era lo único que le daba sentido a esta pesadilla. Limpiaba suelos hasta que mis manos terminaban con heridas en carne viva, me alimentaba con las sobras que ellos dejaban, soportaba sus palabras crueles y, a veces, las golpizas que me propinaban con sus propias manos.

Aprendí a no quejarme, a mostrarme siempre sumisa y arrepentida; hice de mi sufrimiento una oración, anhelando que mis plegarias fueran escuchadas por mi familia, dondequiera que estuvieran, y les brindara la seguridad que necesitaban.

Mi cuerpo comenzó a fallar, con una tos persistente que se convirtió en algo doloroso y me dejaba sin aliento la mayor parte del tiempo; un dolor agudo en mis huesos creció hasta convertirse en un ardor constante.

Un día, después de que me desplomé, Caleb me llevó a regañadientes con un médico.

El diagnóstico fue poco alentador, prácticamente una sentencia de muerte; resultó que padecía un cáncer de pulmón terminal, dándome a lo mucho unos cuantos meses más de vida.

Sin embargo, yo ya estaba muerta por dentro, por lo que la noticia no generó una conmoción tan profunda; lo vi como otra forma de castigo, algo que merecía.

Justo cuando los últimos rastros de mi esperanza estaban a punto de extinguirse, mi hermano y prometido decidieron realizar un último y retorcido acto de "bondad"; en mi cumpleaños, me llevaron de viaje a un resort de lujo en una isla.

Me encerraron en una suite y me dijeron que esperara allí; supuestamente habían preparado una sorpresa para mí.

Una extraña intuición mezclada con desesperación me impidió quedarme de brazos cruzados y esperar, por lo que usé un pasador para abrir la cerradura y me escabullí al bullicioso resort.

Y entonces, fue ahí cuando los vi; al otro lado de un césped impecable, bajo un cielo iluminado por el sol vespertino, toda mi familia estaba reunida en una terraza.

Beverley y Franklin, mis padres, reían mientras sostenían copas de champán; Mi hermano, Fitzgerald, y mi prometido, Caleb, también estaban con ellos.

Y en el centro de todo se encontraba Hailie, luciendo tan radiante como una reina. Ella estaba viva e intacta, aclamada por la gente a su alrededor.

Mi mundo no solo dio un vuelco; se rompió en mil pedazos.

Me escondí detrás de una gran palmera en una maceta, con mi corazón latiendo con tanta fuerza que parecía martillar mis costillas.

La brisa arrastraba el sonido de sus voces.

"¡Ya quiero ver su cara cuando se lo digamos!", exclamó Hailie entre risas. "¡Es el regalo de cumpleaños perfecto!".

"La conmoción que sentirá cuando lo descubra será muy beneficiosa para ella", coincidió mi madre a la vez que daba un sorbo de su copa de champán. "Solo de esta manera podrá aceptarte, querida. Es necesario romper su espíritu por completo".

"Esta será la lección final", dijo Caleb con una voz cargada del mismo tono justiciero que usó durante los tres años que me torturó. "Después de eso, nuestra familia finalmente podrá estar completa".

El aire salió de mis pulmones y una aguda punzada de dolor surgió en mi pecho, pero no era por el cáncer; fue provocado por esta traición tan absoluta y monstruosa, eclipsando cualquier otro malestar.

Mi vida, mi sacrificio y mi sufrimiento... solo era un juego para ellos. Lo veían como una lección, una más de sus bromas retorcidas y crueles.

Con mi vida extinguiéndose, y con todo lo que alguna vez amé revelado como una mentira, decidí hacer algo, un último acto sobre el cual todavía tenía control.

Creían que hoy, en mi cumpleaños, me darían el "regalo" definitivo, pero yo iba a sorprenderlos con algo mucho más grande.

Me alejé de ellos, como un fantasma al que no podían ver; luego fui al punto más alto de la isla, un puente que abarcaba un canal profundo y agitado entre los acantilados. El viento revolvía mi cabello alrededor de mi rostro.

Dejé dos cosas en la barandilla; un sobre que contenía mi diagnóstico médico y una pequeña memoria USB.

El dispositivo contenía una grabación; era una conversación que capturé meses atrás, cuando Hailie, en un momento de suprema arrogancia, me visitó en mi habitación para vanagloriarse, sin darse cuenta de que mi celular estaba grabando cada una de sus palabras psicópatas.

Subí a la barandilla y me tomé unos momentos para contemplar el agua oscura e implacable que yacía debajo de mí.

Por primera vez en tres años, sentí una especie de paz. Entonces, salté al vacío.

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