El juego cruel de él, el corazón roto de ella

El juego cruel de él, el corazón roto de ella

rabbit

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Capítulo

Estaba a punto de casarme con Holden Dalton, quien era el heredero de un vasto imperio inmobiliario. Durante tres años, el mundo fue testigo de nuestro romance de ensueño y de cuento de hadas: la pobre estudiante de arte que había logrado conquistar el corazón de un príncipe. Pero en la víspera de nuestra boda, descubrí la verdad: toda nuestra relación había sido una mentira; un cruel "experimento social" de tres años que él orquestó para humillarme y así entretener a su amor de infancia, Estella. La verdad salió a la luz a raíz de un accidente de auto que reveló mi embarazo de tres meses. Con el corazón destrozado, ingresé sola a una clínica y dejé atrás a nuestro bebé en una fría mesa de operaciones, pero mi dolor solo era parte de su diversión. Luego simularon un secuestro, y Holden eligió "salvar" a Estella sin dudarlo, dejando que yo cayera de un acantilado sobre una bolsa de aire, mientras sus amigos reían. En una gala benéfica para un centro de arte en el que yo había puesto mi alma, él le dio públicamente todo el crédito a esa mujer, señalándome como fraude. El escándalo resultante hizo que mi mentor muriera de un infarto. Ellos simplemente enviaron a su funeral un pastel de "condolencias" que decía en su alegre cobertura: "¡Lamentamos tu pérdida! ¡Otra víctima de la broma!". Y estaba firmado por ambos. En ese momento la última parte de mi corazón se transformó en piedra. Entonces me alejé de la tumba, tomé mi teléfono con manos temblorosas e hice una llamada. "Gael, perdí la apuesta. Estoy lista para irme", alcancé a decir con voz entrecortada.

Capítulo 1

Estaba a punto de casarme con Holden Dalton, quien es el heredero de un vasto imperio inmobiliario.

Durante tres años, el mundo fue testigo de nuestro romance de ensueño y de cuento de hadas: la pobre estudiante de arte que había logrado conquistar el corazón de un príncipe. Pero en la víspera de nuestra boda, descubrí la verdad: toda nuestra relación había sido una mentira; un cruel "experimento social" de tres años que él orquestó para humillarme y así entretener a su amor de infancia, Estella.

La verdad salió a la luz a raíz de un accidente de auto que reveló mi embarazo de tres meses. Con el corazón destrozado, ingresé sola a una clínica y dejé atrás a nuestro bebé en una fría mesa de operaciones, pero mi dolor solo era parte de su diversión. Simularon un secuestro, y Holden eligió "salvar" a Estella sin dudarlo, dejando que yo cayera de un acantilado sobre una bolsa de aire, mientras sus amigos reían.

En una gala benéfica para un centro de arte en el que yo había puesto mi alma, él le dio públicamente todo el crédito a esa mujer, señalándome como fraude.

El escándalo resultante hizo que mi mentor muriera de un infarto. Ellos simplemente enviaron a su funeral un pastel de "condolencias" que decía en su alegre cobertura: "¡Lamentamos tu pérdida! ¡Otra víctima de la broma!". Estaba firmada por ambos.

En ese momento la última parte de mi corazón se transformó en piedra. Entonces me alejé de la tumba, tomé mi teléfono con manos temblorosas e hice una llamada.

"Gael", alcancé a decir con voz entrecortada; "perdí la apuesta. Estoy lista para irme".

Capítulo 1

La élite de Nueva York estaba vibrando ante la noticia del casamiento de Holden Dalton, heredero del imperio inmobiliario Dalton. Sin embargo, la alta sociedad de la ciudad, que debía estar celebrando, estaba en shock debido a que su prometida no era parte de ella.

Se trataba de Kenia Hayes, una estudiante de luchadora proveniente de un barrio duro de Brooklyn.

Holden había exhibido su amor por ella durante tres años, siendo capaz de cruzar el mundo en un jet privado solo para consolarla cuando extrañaba su hogar. Además, le compró para su cumpleaños una isla privada de varios millones de dólares. Incluso canceló un trato de mil millones de dólares solo porque el hijo de la otra parte hizo un comentario grosero acerca del origen de Kenia.

Todos los veían como parte de un cuento de hadas moderno donde la chica pobre lograba conquistar el corazón de un príncipe.

Pensaban que estaban ante la historia de amor perfecta, pero en la víspera de la boda más esperada de la década, Kenia Hayes preparó tres regalos para su amado prometido.

Su primer regalo era el vestido de novia, que había estado diseñando durante tres años, poniendo cada gramo de su amor y talento en la seda y el encaje. Después de envolverlo cuidadosamente, se lo envió a Estella Duncan, el amor de infancia de su novio.

Su segundo regalo era para la abuela de él, la matriarca de la familia Dalton, Annabella Blake. Se trataba de un acuerdo para dar fin al compromiso, que la joven firmó sin dudar.

Su tercer regalo era el más personal. Ingresó sola a una clínica privada y se acostó en una fría mesa para salir una hora después, dejando atrás un embarazo de tres meses que apenas acababa de desarrollar un latido.

Su historia de amor había sido una mentira. Incluso su vida durante los últimos tres años, había sido una mentira.

Todo era simplemente un juego, un cruel "experimento social" que Holden había iniciado para humillarla, con la finalidad de entretener a Estella.

Mientras la anestesia desaparecía lentamente, la voz del médico resonaba en sus oídos como un zumbido distante y confuso. "El procedimiento fue exitoso. Debe descansar y cuidarse. Evite el agua fría y levantar objetos pesados".

Kenia sentía un dolor sordo en su abdomen inferior, un vacío hueco que no tenía nada que ver con la cirugía.

Su teléfono vibró en la mesa de noche con un mensaje de Holden. "Cariño, ¿sigues enojada? Estella acaba de regresar, y debo pasar algo de tiempo con ella. Regresaré a casa en un par de días. Te amo".

Una sonrisa de amargura y resignación se dibujó en los labios de la joven. Él no tenía idea, pues no había estado en casa en semanas. El hombre no sabía que ella lo había visto con Estella la noche anterior, besándose en el jardín de su ático, así que no supo que ella se sintió tan devastada que caminó directamente en busca de un taxi.

Él no tenía idea de que el accidente había revelado su embarazo, así como tampoco sabía que ella acababa de poner fin a todo.

Entonces escribió una respuesta alegre y sencilla. "Está bien, no te preocupes por mí. ¡Diviértete!".

Presionó enviar, mientras la mentira dejaba un sabor amargo a cenizas en su boca, y sentía una lágrima escapar, trazando un camino frío por su mejilla.

La secó rápidamente, decidiendo no llorar por él nunca más, no después de lo que había escuchado.

Después del accidente de auto, el médico le había dicho que estaba embarazada, y por un momento había sentido una oleada de esperanza: un bebé. Quizás un bebé haría que, finalmente, Holden se enfrentara a su familia, y a Estella. Quizás lograría que su amor fuera real.

Pero luego regresó al ático con el cuerpo dolorido, y el corazón lleno de una esperanza frágil. Entonces los escuchó. Holden y Estella reían en la sala de estar.

"¿No fue divertidísimo? La cara que puso cuando me elegiste", dijo la mujer, destilando veneno.

"Por supuesto que te iba a elegir a ti, Stella. No era más que una broma, la número 98", respondió él, con la misma voz que usaba para susurrar "te amo" a Kenia cada noche.

Un secuestro falso. Eso es lo que fue, otro de sus juegos retorcidos.

La esperanza de Kenia se rompió en un millón de pedazos diminutos, como un cristal frágil. Se dio cuenta de que la única manera de finalizar el juego era abandonar completamente el tablero. No podía traer al bebé a este mundo de mentiras y crueldad. Merecía algo mejor.

Ella también merecía algo mejor, así que hizo sus citas: el abogado, y también la clínica.

Ahora, ya estaba hecho.

Se vistió con lentitud, y cada movimiento le recordaba su pérdida con dolor. Al salir de la clínica al frío aire de New York se sintió extrañamente ligera, a pesar del vacío en su interior.

Cuando regresó al ático lujoso que Holden llamaba su hogar, una criada derramó deliberadamente un cubo de agua fría en el suelo, frente a ella.

"Oh, lo siento mucho, señorita Hayes, no la vi". La voz de la criada estaba cargada de burla, mientras el resto del personal se reía por lo bajo.

La joven no reaccionó. Se limitó a caminar a través del charco, mientras el agua helada se filtraba en sus zapatos. Sintió un calambre agudo en el estómago, pero su expresión mantuvo una máscara de indiferencia.

Se aferró a su vientre plano al sentirse inundada por una nueva ola de dolor, pero logró reprimirla.

El mayordomo principal, el señor Thompson, se acercó con una sonrisa falsa. "Señorita Hayes, volvió. El señor Dalton ha estado tan preocupado".

"¿Dónde está él?", preguntó Kenia, con voz monótona.

El hombre se rio. "Señorita Hayes, usted ha estado con el señor Dalton durante tres años. ¿No tiene idea de dónde está? Está con la señorita Duncan, por supuesto. Ella es la verdadera señora de esta casa".

Mientras se dirigía a su habitación, podía escuchar los murmullos de los miembros del personal, quienes apostaban sobre cuánto tiempo se quedaría, ahora que la "verdadera" prometida había regresado.

La consideraban una vividora que nunca se iría, pero estaban equivocados. Ella iba a desaparecer de sus vidas para siempre.

Fue a su habitación para empacar su pequeña maleta, pues no había mucho que llevar. Antes de Holden, su vida había sido sencilla.

Sin embargo, al abrir su cajón, vio que su pasaporte e identificación habían desaparecido. Asustada, buscó por todas partes, ya que no podía irse sin ellos. Estaba atrapada.

Esa noche, la fiebre se apoderó de ella, provocando que se agitara en la enorme cama, con el cuerpo dolorido y la mente llena de pesadillas.

En algún momento después de la medianoche, la despertaron voces fuera de su puerta. Eran Holden y Estella.

"Holden, cariño, ¿estás seguro de que deberíamos hacer esto? Ella acaba de tener ese pequeño accidente", comentó la mujer con una voz dulce, pero venenosa.

"Es la próxima broma, Estella. Ya todo está preparado. Será la mejor hasta ahora", respondió él, con voz baja e íntima. "No te preocupes, ella es fuerte".

Kenia sintió que se le helaba la sangre al escuchar que estaban planeando algo más: otra humillación.

Tenía que irse, ahora.

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