La cruel obsesión del multimillonario

La cruel obsesión del multimillonario

Gavin

5.0
calificaciones
72
Vistas
25
Capítulo

Alina Montes reservó en secreto una función de cine sensorial para su hermano autista, David, un raro acto de rebeldía contra su prometido controlador, Ricardo de la Vega. Ricardo, un poderoso heredero inmobiliario, se enteró y se vengó torturando a David a distancia con luces estroboscópicas y chirridos discordantes, obligando a Alina a ver el terror de su hermano. La mantuvo cautiva, haciéndola presenciar la agonía de David, todo porque su nueva obsesión, una becaria llamada Karla, afirmó que Alina le había hecho una "mala cara". La crueldad se intensificó, siempre ligada a los caprichos de Karla. Si Karla se quejaba, David sufría. Cuando Karla fingió un accidente de coche, Ricardo obligó a Alina, que era anémica, a donar sangre para Karla, solo para que la desecharan. El mundo de Alina se hizo añicos. Se dio cuenta de que Ricardo veía a David como un arma y a ella como una posesión desechable. El golpe final llegó cuando Ricardo, ante una falsa acusación de Karla, mató brutalmente al amado caballo de Alina, Lucero, justo delante de ella. Este acto monstruoso encendió una ira fría y lúcida en el interior de Alina, llevándola al límite. Sabía que tenía que escapar, no solo por ella, sino por David.

Capítulo 1

Alina Montes reservó en secreto una función de cine sensorial para su hermano autista, David, un raro acto de rebeldía contra su prometido controlador, Ricardo de la Vega.

Ricardo, un poderoso heredero inmobiliario, se enteró y se vengó torturando a David a distancia con luces estroboscópicas y chirridos discordantes, obligando a Alina a ver el terror de su hermano.

La mantuvo cautiva, haciéndola presenciar la agonía de David, todo porque su nueva obsesión, una becaria llamada Karla, afirmó que Alina le había hecho una "mala cara".

La crueldad se intensificó, siempre ligada a los caprichos de Karla. Si Karla se quejaba, David sufría. Cuando Karla fingió un accidente de coche, Ricardo obligó a Alina, que era anémica, a donar sangre para Karla, solo para que la desecharan.

El mundo de Alina se hizo añicos. Se dio cuenta de que Ricardo veía a David como un arma y a ella como una posesión desechable.

El golpe final llegó cuando Ricardo, ante una falsa acusación de Karla, mató brutalmente al amado caballo de Alina, Lucero, justo delante de ella. Este acto monstruoso encendió una ira fría y lúcida en el interior de Alina, llevándola al límite. Sabía que tenía que escapar, no solo por ella, sino por David.

Capítulo 1

Alina Montes reservó la cita en secreto. Era para una función de cine sensorial, un evento poco común diseñado para niños como su hermano, David. Usó una tarjeta prepagada y un correo electrónico desechable, cubriendo sus huellas con la precisión de una espía. Era un pequeño acto de rebeldía, una diminuta burbuja de normalidad que intentaba crear para él.

Ricardo de la Vega se enteró de todos modos. Siempre se enteraba.

Estaba de pie en el umbral de la sala de su penthouse, una silueta contra el resplandeciente horizonte de la Ciudad de México. La sonrisa en su rostro estaba mal. No llegaba a sus ojos.

-¿Planeando una salidita, corazón? -preguntó.

El monitor en la pared mostraba la habitación de David. Su hermano, de diecisiete años pero con la mente de un niño pequeño, se mecía de un lado a otro en su cama, tarareando suavemente mientras alineaba sus bloques de colores. Estaba tranquilo. Estaba a salvo. Por ahora.

Ricardo caminó hacia el panel de control montado en la pared. Era un sistema personalizado que había mandado a instalar, uno que podía manipular cada aspecto del entorno de David.

-Conoces las reglas, Alina -dijo Ricardo, su voz peligrosamente suave-. Si quieres hacer algo con él, primero me preguntas a mí.

Pulsó un interruptor.

En la pantalla, la habitación de David explotó en un caos. Luces estroboscópicas parpadeaban erráticamente, y un chirrido agudo y discordante llenó el aire. David se encogió, llevándose las manos a los oídos. Soltó un gemido de puro terror, su cuerpo acurrucándose en una bola apretada sobre la cama.

-¡Detenlo! -gritó Alina, abalanzándose sobre el panel.

Ricardo la sujetó por la muñeca, su agarre como el acero.

-Todavía no. Él necesita aprender. Y tú también.

La mantuvo en su sitio, obligándola a mirar. Los gritos de David resonaban a través de los altavoces, un sonido que le partía el corazón a Alina en mil pedazos. Podía sentir su terror, su confusión, su dolor. Estaba atrapado en un infierno sensorial, y el hombre que una vez creyó amar era el diablo que movía los hilos.

-Por favor, Ricardo, él no hizo nada malo -suplicó, con las lágrimas corriendo por su rostro-. Fui yo. Castígame a mí.

-Oh, lo estoy haciendo -dijo Ricardo, con la mirada fija en la pantalla. Parecía disfrutar de la escena-. Esto te duele a ti mucho más que cualquier cosa que pudiera hacerle a tu cuerpo, ¿no es así?

Tenía razón. Su propio dolor era un eco lejano comparado con esto. David era su mundo.

-¿Por qué haces esto? -sollozó, con la voz quebrada.

El pulgar de Ricardo acarició el control remoto del sistema. Una pulsación más y el volumen aumentaría, las luces parpadearían más rápido.

-Vi a Karla llorando hoy.

La sangre de Alina se heló. Karla Robles. La ambiciosa becaria de ojos inocentes que se había convertido en la nueva obsesión de Ricardo.

-¿Qué tiene que ver eso con David?

-Dijo que la viste feo en el pasillo. La hiciste sentir incómoda -dijo Ricardo, con un tono casual, como si hablara del clima-. La molestó. Y cuando Karla está molesta, yo me molesto. Y cuando yo estoy molesto... -Hizo un gesto hacia la pantalla, donde David ahora se retorcía, sus pequeños gemidos de dolor apenas audibles sobre el ruido-. Él paga el precio.

El mundo se tambaleó. Una mirada. Estaba torturando a su hermano autista por una mirada que Karla afirmaba que le había dado.

Su cuerpo se aflojó, la lucha se desvaneció. Se deslizó al suelo, con la mirada fija en el monitor. Las lágrimas nublaban su visión.

-Es todo lo que tengo, Ricardo.

-Lo sé -dijo Ricardo, agachándose frente a ella. Le secó una lágrima de la mejilla con el pulgar, un gesto que una vez fue tierno y ahora se sentía como una violación-. Eso es lo que lo convierte en un arma tan perfecta.

Volvió a sonreír con esa misma sonrisa equivocada.

-Ahora, ¿todavía quieres llevarlo al cine sin mi permiso?

Ella negó con la cabeza, un sollozo ahogado escapando de sus labios.

-Buena chica.

Se levantó y apagó el sistema. El silencio cayó, roto solo por el sonido de las respiraciones agitadas y asustadas de David desde el altavoz. Ricardo la miró desde arriba, su expresión indescifrable.

-Deberías haber recordado tu lugar, Alina -dijo-. Estás aquí porque yo lo permito. No lo olvides nunca más.

Se alejó, dejándola hecha un ovillo en el frío suelo de mármol, la imagen de su aterrorizado hermano grabada en su mente.

No siempre había sido así.

Alina Montes era una don nadie de Iztapalapa. Una estudiante de psicología en la UNAM, con dos trabajos para pagar la renta del diminuto departamento que compartía con David después de que sus padres murieran en un accidente de coche dos años atrás. Era feroz y decidida, impulsada por un amor por su hermano que era el sol en su universo. Él era su razón de ser.

Ricardo de la Vega era el heredero del imperio inmobiliario De la Vega. Su apellido estaba en la mitad de los edificios de la ciudad. Era un príncipe de la metrópoli, poderoso, carismático y acostumbrado a conseguir todo lo que quería.

Se conocieron por casualidad en una gala benéfica en la que ella trabajaba de mesera. Él había derramado champaña en su uniforme barato, y en lugar de molestarse, ella simplemente le entregó una servilleta y dijo:

-No se preocupe, es rentado.

Él quedó intrigado. Nunca había conocido a una mujer que no intentara impresionarlo.

Su cortejo fue legendario. Envió mil rosas blancas a su apretado departamento, un gesto tan grandioso que bloqueó el pasillo. Hizo que escribieran en el cielo sobre el Bosque de Chapultepec: "Alina Montes, ¿quieres salir conmigo?". Fue un espectáculo para toda la ciudad.

Alina estaba aterrorizada. Intentó huir. Sabía que no pertenecía a su mundo de jets privados y riqueza infinita. Esto era un juego para él, el capricho pasajero de un niño rico.

Pero él fue persistente. Apareció en su segundo trabajo, una fonda mugrienta, y simplemente se sentó en una mesa durante horas, bebiendo café y observándola trabajar. No presionó. Solo esperó. Una noche, la encontró acurrucada en el callejón, llorando de agotamiento. Se quitó su abrigo de miles de pesos y la envolvió con él, luego la llevó a casa en su elegante coche negro sin decir una palabra.

Ese fue el momento en que sus defensas comenzaron a desmoronarse.

Fue bueno con David. Contrató a los mejores terapeutas, encontró las mejores escuelas. Le compró un caballo, una hermosa yegua que llamó Lucero, cumpliendo un sueño de la infancia que había enterrado hacía mucho tiempo. Le susurró al oído que la cuidaría, que nunca más tendría que preocuparse.

Y ella le creyó. De pie en el panteón en el aniversario de la muerte de sus padres, con el brazo de Ricardo rodeándola, les dijo a sus lápidas que finalmente había encontrado a alguien. Alguien que la amaría y la protegería a ella y a David.

Pensó que había encontrado un cuento de hadas.

Entonces llegó Karla Robles. Era una nueva asistente en su empresa, toda ojos grandes e inocencia fingida. Y Ricardo, un hombre que se deleitaba con la novedad, quedó prendado al instante.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Una Segunda Oportunidad, Un Beso de Amor Verdadero

Una Segunda Oportunidad, Un Beso de Amor Verdadero

Cuentos

5.0

La lluvia golpeaba con furia el parabrisas en la carretera a Toluca, igual que un dolor agudo y familiar me retorcía el estómago. Marco conducía con los nudillos blancos por la tensión, hasta que su teléfono se iluminó: "Isa". Mi esposo, su eterno y leal perrito faldero, desapareció en un instante. "Elena, pide un Uber. Isa me necesita", había sentenciado, abandonándome enferma y sola en esa carretera oscura. Era la novena vez que Marco elegía a su exnovia por encima de mí, su esposa. El "noveno adiós" de una apuesta cruel que Isa orquestó años atrás: "Nueve veces, Elena. Nueve. Y entonces te largas". Cada incidente era una herida más profunda: la cena de mi aniversario, mi cirugía de emergencia, el funeral de mi abuela. Yo solo era su rebote conveniente, su "premio de consolación", un peón en su juego retorcido. Días después, cuando un accidente de elevador me dejó destrozada en el hospital, Marco acunaba a Isa. Su pánico era solo por ella. Finalmente lo vi con una claridad escalofriante: él nunca me amó de verdad. Mi matrimonio era una mentira meticulosamente elaborada, orquestada por Isa desde la universidad. Mi amor por él, esa esperanza tonta y obstinada, finalmente se agotó, dejando solo un vacío doloroso. Pero el juego había terminado. Yo ya había firmado los papeles de divorcio que él, en su descuido, pasó por alto. Estaba lista para mi libertad. Cuando Isa, más tarde, me tendió una trampa despiadada para humillarme en público, acusándome de agresión, un misterioso desconocido intervino, cambiándolo todo. Este era el fin de una pesadilla y el comienzo de mi verdadera vida.

Tres años, una cruel mentira

Tres años, una cruel mentira

Cuentos

5.0

Durante tres años, mi prometido Javier me mantuvo en una clínica de lujo en Suiza, ayudándome a recuperarme del estrés postraumático que destrozó mi vida en mil pedazos. Cuando por fin me aceptaron en el Conservatorio Nacional de Música, compré un boleto de ida a la Ciudad de México, lista para sorprenderlo y empezar nuestro futuro. Pero mientras firmaba mis papeles de alta, la recepcionista me entregó un certificado oficial de recuperación. Tenía fecha de hacía un año completo. Me explicó que mi "medicamento" durante los últimos doce meses no había sido más que suplementos vitamínicos. Había estado perfectamente sana, una prisionera cautiva de informes médicos falsificados y mentiras. Volé a casa y fui directo a su club privado, solo para escucharlo reír con sus amigos. Estaba casado. Lo había estado durante los tres años que estuve encerrada. —He tenido a Alina bajo control —dijo, con la voz cargada de una diversión cruel—. Unos cuantos informes alterados, el "medicamento" adecuado para mantenerla confundida. Me compró el tiempo que necesitaba para asegurar mi matrimonio con Krystal. El hombre que juró protegerme, el hombre que yo idolatraba, había orquestado mi encarcelamiento. Mi historia de amor era solo una nota al pie en la suya. Más tarde esa noche, su madre deslizó un cheque sobre la mesa. —Toma esto y desaparece —ordenó. Tres años atrás, le había arrojado un cheque similar a la cara, declarando que mi amor no estaba en venta. Esta vez, lo recogí. —De acuerdo —dije, con la voz hueca—. Me iré. Después del aniversario de la muerte de mi padre, Javier Franco no volverá a encontrarme jamás.

Su Violín, Su Venganza

Su Violín, Su Venganza

Cuentos

5.0

Anabel Ortiz, una prodigio del violín, encontró su mundo en Jacobo Herrera, un multimillonario del mundo de la tecnología que le prometió todo. Él la protegió, la colmó de regalos y se convirtió en su universo entero. Pero entonces, su media hermana, Evelyn, se mudó con ellos y todo cambió. Evelyn, un susurro manipulador en el oído de Jacobo, envenenó lentamente su relación, volviéndolo en contra de Anabel. Anabel, embarazada de su hijo, descubrió la traición de Jacobo en su aniversario. Él eligió a Evelyn, humillando a Anabel, obligándola a cambiarse de vestido porque "alteraba" a Evelyn. Luego negó su embarazo, la forzó a donar sangre para Evelyn y más tarde, en un ataque de ira, la golpeó, provocando que perdiera a su bebé. Jacobo, cegado por las mentiras de Evelyn, creyó que Anabel lo había engañado. Torturó y humilló a Anabel, despojándola de todo lo que le había dado, incluso el violín de su abuelo, que Evelyn destruyó deliberadamente. Anabel, rota y desesperada, fingió su propia muerte caminando hacia un incendio, con la esperanza de escapar de la pesadilla. Jacobo, consumido por el dolor y la rabia, fue manipulado por Evelyn para creer que Anabel era una mentirosa infiel. Buscó una venganza brutal contra Evelyn, pero la verdad sobre la inocencia de Anabel y el engaño de Evelyn finalmente salió a la luz. Mientras tanto, Anabel había encontrado refugio con su hermano, Adán, y había contraído un matrimonio de conveniencia con Julián Córdova, un héroe de guerra en coma. Ella lo cuidó hasta que recuperó la salud, y se enamoraron profundamente, construyendo una nueva vida libre de la sombra de Jacobo. Cuando Jacobo descubrió que Anabel estaba viva y se casaba con Julián, irrumpió en la boda, suplicando perdón. Pero Anabel, endurecida por su crueldad, lo rechazó fríamente, eligiendo su nueva vida y su amor con Julián, dejando a Jacobo solo para enfrentar las consecuencias de sus actos.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro