Tu Amor Solo Existe Cuando Ella No esté

Tu Amor Solo Existe Cuando Ella No esté

Gavin

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Capítulo

Era nuestro segundo aniversario de bodas, y mi corazón, aunque roto, aún guardaba una chispa de esperanza. Preparé la cena perfecta, esperando a mi esposo, Ricardo, en la mesa del comedor, iluminada por velas. Pero él nunca llegó. Sabía dónde estaba: en su oficina, riendo con Sofía, su primer amor, su mano acariciando el cabello de ella con una ternura que nunca me había mostrado a mí. Un dolor agudo me atravesó el pecho al verlos tan íntimos, y mi mano, que protegía mi vientre, se retiró bruscamente. En ese instante, en el silencio de ese pasillo, la verdad me golpeó: yo no era su amor, solo un contrato. Este matrimonio había sido un frío acuerdo para salvar el negocio de mi padre, y yo, tontamente, me había enamorado. Creí que él también sentía algo, pero la reaparición de Sofía lo cambió todo, volviéndolo distante e irritable. La humillación alcanzó su cima en una cena de gala, donde Sofía me trató como una extraña, monopolizando a Ricardo mientras yo guardaba el sonajero de plata para nuestro bebé, un secreto que arruinó esa noche. Pero la gota que derramó el vaso fue cuando Sofía llegó a nuestra casa, fingiendo mareo, y Ricardo me ordenó que le preparara un té, ignorando mis propias náuseas matutinas. "Estoy embarazada, Ricardo," pensé, pero él solo me vio como un drama. Me dijo que nuestro matrimonio era solo un acuerdo, que Sofía era su amiga y yo debía respetarla. En ese momento, la dolorosa verdad de saber que la traición de Ricardo había llegado tan lejos me causó una decepción abrumadora, revelando su ceguera y la farsa de nuestro amor. Las pruebas de su infidelidad llegaron en forma de fotos y videos enviados anónimamente: él y Sofía en batas de baño, riendo, besándose, con un mensaje final: "Él nunca dejó de amarme. Siempre fue mío. Ríndete, Elena." Mi corazón se hizo pedazos, el futuro que soñé se convirtió en cenizas. No iba a permitir que mi hijo fuera la segunda opción de nadie. Firmé los papeles de divorcio y los dejé sobre su almohada, lista para empezar de nuevo.

Introducción

Era nuestro segundo aniversario de bodas, y mi corazón, aunque roto, aún guardaba una chispa de esperanza.

Preparé la cena perfecta, esperando a mi esposo, Ricardo, en la mesa del comedor, iluminada por velas.

Pero él nunca llegó.

Sabía dónde estaba: en su oficina, riendo con Sofía, su primer amor, su mano acariciando el cabello de ella con una ternura que nunca me había mostrado a mí.

Un dolor agudo me atravesó el pecho al verlos tan íntimos, y mi mano, que protegía mi vientre, se retiró bruscamente.

En ese instante, en el silencio de ese pasillo, la verdad me golpeó: yo no era su amor, solo un contrato.

Este matrimonio había sido un frío acuerdo para salvar el negocio de mi padre, y yo, tontamente, me había enamorado.

Creí que él también sentía algo, pero la reaparición de Sofía lo cambió todo, volviéndolo distante e irritable.

La humillación alcanzó su cima en una cena de gala, donde Sofía me trató como una extraña, monopolizando a Ricardo mientras yo guardaba el sonajero de plata para nuestro bebé, un secreto que arruinó esa noche.

Pero la gota que derramó el vaso fue cuando Sofía llegó a nuestra casa, fingiendo mareo, y Ricardo me ordenó que le preparara un té, ignorando mis propias náuseas matutinas.

"Estoy embarazada, Ricardo," pensé, pero él solo me vio como un drama.

Me dijo que nuestro matrimonio era solo un acuerdo, que Sofía era su amiga y yo debía respetarla.

En ese momento, la dolorosa verdad de saber que la traición de Ricardo había llegado tan lejos me causó una decepción abrumadora, revelando su ceguera y la farsa de nuestro amor.

Las pruebas de su infidelidad llegaron en forma de fotos y videos enviados anónimamente: él y Sofía en batas de baño, riendo, besándose, con un mensaje final: "Él nunca dejó de amarme. Siempre fue mío. Ríndete, Elena."

Mi corazón se hizo pedazos, el futuro que soñé se convirtió en cenizas.

No iba a permitir que mi hijo fuera la segunda opción de nadie.

Firmé los papeles de divorcio y los dejé sobre su almohada, lista para empezar de nuevo.

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