Años atrás, la convirtieron en el blanco de burlas, golpes y silencios que dolían más que cualquier palabra.
La primera vez que intenté dejar de existir tenía doce años.Lloré durante dos horas con una caja de pastillas en la mano. Pero no lo hice.
¿Por qué?
Tal vez porque quería que un día él me viera... O quizás porque quería venganza.
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Diez años después
Nos mudamos hoy. Mamá estaba muy feliz. La casa es bonita, tranquila, con un jardín pequeño al frente y una cerca blanca mal pintada.
Elegí la habitación del fondo, la que da al patio. Todavía espero el camión con mis cosas.
Salí un rato al porche. El sol quemaba un poco, pero los vecinos fueron amables. Me sonrieron. Uno incluso me ofreció ayuda para mover una estantería. Los de la casa del frente tienen un gato negro con manchas blancas.
Se sentó en la reja y me miró fijo. No maulló, no huyó. Me pregunto si también siente que me estoy escondiendo.
Tres horas después llegó el camión. Empecé a ordenar mis libros, mi ropa.
Puse una cortina vieja en la ventana y colgué una foto de mamá y yo en la cocina de la casa anterior.
La pared olía a humedad. Me gusta.
Mamá me llamó para que fuera al supermercado. No sabía dónde quedaba, así que le pregunté a un desconocido. Me dio una dirección extraña y ambigua. Di vueltas durante minutos.
Finalmente encontré el lugar, compré lo necesario y regresé.
Ayudé a mamá a cocinar. Quemé lo que hice. Ella se rió. Yo también, un poco.
Fue un día normal.
O eso intento creer.