Mi nombre es Ana, hace nueve años, tuve la ruptura más dolorosa en la historia de las rupturas, cuando él no se presentó a nuestra boda. Recogí mi corazón destrozado y seguí adelante. Ahora Roger ha vuelto con esos ojos verde esmeralda y esos bíceps abultados, declarando que sigo siendo suya. Pero no va a pasar. Incluso si su mandíbula cincelada, su pecho ancho y sus manos fuertes protagonizan mis sueños. Incluso si tira su dinero a mi organización benéfica que está en la quiebra y acoge a un niño con una enfermedad cardíaca. Incluso si terminamos compartiendo una cama. Ignoraré la creciente tensión, somos de mundos totalmente diferentes. Él es poderoso, despiadado en la sala de juntas y vive en una suite en un penthouse. Yo soy callada, torpe y vivo en un apartamento sencillo y con deudas. Hay tantas razones por las que no deberíamos trabajar. Pero cuando él desliza sus dedos por mi columna vertebral, me atrae posesivamente hacia sí y susurra lo mucho que me extraña, todas las razones por las que no debería perdonarlo comienzan a desaparecer. ¿Puedo permitirme aceptar la nueva propuesta de matrimonio de este multimillonario dominante?
Mi mayor error. Mi mayor lección de vida, ha vuelto a encontrarse conmigo.
Nuestras miradas chocan y, aunque estoy cien por ciento segura de que lo desprecio, mi cuerpo destella calidez.¡¡¡ Uff!! Odio que esté más guapo ahora que en la universidad.
Su estructura ósea es cincelada, tallada en mármol y granito. Sus labios son duros y firmes, rodeados por el tipo de barba incipiente que solo he visto en revistas para hombres y anuncios de perfumes.
Si la vida fuera justa, la gente terrible debería ser fea. Entonces, ¿por qué sigue pareciendo un príncipe de Disney?
-¿Ana? -Susurra mi nombre como solía hacerlo. De la forma que antes me daba escalofríos en la espalda.
Pero me armo de valor para ello.
Ya no soy esa chica.
Él la destruyó.
Y enterré su cuerpo donde nunca podrá resucitar.
-Disculpe -le digo, chocando contra él mientras intento subir al ascensor.
Baja las manos unos centímetros para impedirme el paso. Me detengo a toda velocidad y mi nariz queda a escasos centímetros de sus brazos.
Brazos realmente musculosos.
Unido a unas manos deliciosas, palmas anchas, dedos elegantes y una muñeca revestida por el reloj más caro que jamás haya visto.
Mi corazón empieza a latir con fuerza.
-Me alegro de verte -dice Roger. Su tono es suave, pero está envuelto en una voz demasiado profunda y áspera para ser inocente. Cada palabra suena mucho más sensual de lo que debería.
Lanzándole una mirada mordaz, dije: -No puedo decir lo mismo-.
-Supongo que me lo merezco-.
Lo que él merece es que le meta el pie en la garganta.
Mete las manos en los bolsillos de sus pantalones. -¿Qué estás haciendo aquí?-
-No es asunto tuyo.-
Al ver que había bajado el brazo, paso junto a él y entro en el ascensor. Como un pájaro carpintero que se sube al tronco de un árbol, aprieto el botón para cerrar las puertas.
Roger se da vuelta y su mano impide que el ascensor se cierre.
Dejé escapar un gemido silencioso. Tan cerca de la libertad.
-¿Qué quieres?-, le susurro.
Me mira con una arruga en el entrecejo. Esa arruga... la conozco. Aparecía con frecuencia en la universidad, primero cuando estudiábamos juntos y después, cada vez que se topaba con un problema mientras creaba su empresa emergente.
Roger era uno de esos triunfadores que estableció su propio negocio mientras obtenía las mejores calificaciones y participaba en el consejo estudiantil. No me sorprende que tenga éxito. Cada decisión que tomó en ese entonces fue en pos de sus sueños.
Cada elección.
Incluyendo lo que acabó con nosotros.
Su mirada se dirige a mis pies. Me encojo y trato de echar el pie hacia atrás, moviendo mi portátil hacia delante como si eso fuera suficiente para ocultar el hecho de que llevo tacones rotos.
-¿Estás herida? -pregunta Roger, con una voz tan suave y preocupada que casi creo que hay un corazón latiendo detrás de ese elegante traje de Armani.
Casi.
Angustiada y cohibida, miro hacia otro lado. -No es asunto tuyo-.
-Estabas cojeando.-
-No lo estaba.-
-¿Has venido en auto? -Abro la boca, pero él me observa y dice-: Déjame adivinar. ¿No es asunto mío?
Levanto la barbilla desafiante.
Una comisura de sus labios se levanta y un ligero cosquilleo comienza en la base de mi cuello y viaja hacia el sur. Un recuerdo no deseado florece. Las manos de Roger en mi cabello. Sus labios en mi cuello. Su sonrisa caliente contra mi garganta mientras susurra: -Te amo tanto-.
Mis ojos se dirigen hacia sus labios antes de obligarlos a dirigirse hacia el costado del ascensor.
Ahuyento los recuerdos, pero siguen atacándome como palomas enloquecidas. ¿Su tacto sería diferente? ¿Su beso? ¿Cómo se sentiría esa barba contra mi piel? ¿Suave? ¿Picaría? ¿Me gustaría la fricción?
Apuesto a que lo haría.
Mi lengua sale disparada para trazar mis labios mientras todo el aire es absorbido por el ascensor.
Capítulo 1 EL ENCUENTRO
Hoy, a las 13:41
Capítulo 2 DEBO DETENER MIS PENSAMIENTOS
Hoy, a las 13:41
Capítulo 3 SALGO DE ALLÍ COJEANDO
Hoy, a las 13:45
Capítulo 4 EL TACÓN ROTO DE ANA
Hoy, a las 13:45
Capítulo 5 COMPRA VARIOS PARES DE ZAPATOS PARA ELLA
Hoy, a las 13:46
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