En el aeropuerto de Seamarsh, Stella Anderson aguardaba en la sala de espera, con una maleta grande a sus pies.
Miró de nuevo su reloj, solo para descubrir que ya habían pasado treinta minutos desde que se bajó del avión. Y, sin embargo, su marido, con quien se había casado un año atrás, no estaba a la vista.
Frunciendo el ceño, la chica se abanicó con los dedos. Sorprendentemente, ya tenía una mala impresión de alguien a quien nunca había conocido.
Se suponía que ese sería su primer encuentro. ¿Cómo era posible que el hombre llegara tan tarde?
Mientras la chica observaba a la gente ir y venir, no pudo evitar recordar su apresurado matrimonio, el cual sucedió un año atrás, después de que su abuelo enfermara de gravedad.
Stella, quien se encontraba en el extranjero en aquel entonces, volvió a casa rápidamente para ver al anciano. Fue entonces cuando su abuelo le dijo que esperaba verla casada pronto.
La chica quería negarse, pero cuando recordó cómo su abuelo la adoptó de un orfanato y la crio hasta convertirla en la adulta que era, no tuvo el corazón para decepcionarlo.
Y así, se casó con el hombre que su abuelo eligió para ella, alguien a quien nunca había visto.
Para su sorpresa, el novio no estuvo presente el día de su boda. Alguien más asistió para realizar los trámites del registro del matrimonio.
Por esa razón, Stella no conocía a su marido en lo absoluto. Lo único que sabía acerca de él era su nombre y que era un hombre de negocios.
Hasta ese día, la chica no estaba segura de si su matrimonio fue una decisión acertada, ya que su supuesto marido no estaba dándole nada para que se enamorara de él.
Entonces, la chica miró su reloj por enésima vez... Ya habían pasado diez minutos más.
Ante eso, suspiró con exasperación. Justo cuando sacó su celular para llamar a su abuelo, un sonido chirriante atravesó el aire, y casi le revienta los tímpanos.
Un Aston Martin plateado se detuvo delante de ella, con un chirrido exasperante. Un instante después, la ventanilla del asiento del conductor se deslizó hacia abajo, y la chica dio un paso atrás. Luego, cuando vio un rostro familiar, preguntó:
"¿Qué haces aquí?".
Al volante se encontraba la última persona que esperaba ver en esos momentos; su primo, Oliver Palmer.
"¡Ay! ¡Eso me dolió mucho!", exclamó el chico, al mismo tiempo que se apretaba el pecho, como si estuviera realmente herido. Después de bajarse del auto, hizo una mueca, y declaró:
"Stella, tu regreso es muy importante para mí. Hace mucho que no nos vemos. Como tu primo, no pude resistir la tentación de venir a recogerte. ¿Por qué eres tan mala conmigo? ¡No es justo!".
La chica no se sorprendió ni se dejó engañar por la mala actuación de su primo.
Simplemente puso los ojos en blanco y se mordió el labio inferior, negándose a hablar.
"Súbete. Debes de estar cansada y hambrienta. Te invito a almorzar". Después de agarrar la maleta con una mano, Oliver colocó la otra sobre el hombro de Stella, y la empujó hacia el interior del auto.
"¡Aguarda! No puedo irme contigo", declaró la chica para detener a su primo.
"¿Por qué?", preguntó Oliver mientras se detenía. Un momento después, cuando algo se le ocurrió, esbozó una sonrisa burlona, y preguntó: "¿Es por tu marido? ¿De verdad quieres seguir esperándolo?".
Stella no pronunció ni una sola palabra, sin embargo, su semblante lo decía todo.
Después de soltar un resoplido, el chico instó:
"No lo esperes más. ¿Necesito recordarte que desde que se casaron nunca se ha puesto en contacto contigo? ¿No te parece eso suficiente para irte conmigo?".
Al escuchar las palabras de su primo, la chica se quedó muda.
"Si ese tipo realmente hubiera querido venir a recogerte, habría aparecido antes que yo. ¿Cómo puedes confiar en un hombre que ha ignorado tu existencia durante un año?", agregó Oliver en un tono más sarcástico.
Después de entender las palabras de su primo, Stella replicó a la defensiva: