"Después de la traición, el corazón se cierra, pero la química tiene sus propias reglas." Para Nicolle, la adolescencia era un tiempo de inocencia y sueños, hasta que la traición de su novio con su mejor amiga la dejó con cicatrices profundas. Juró proteger su corazón, blindándose contra el amor y desechando toda creencia en él. Pero el destino tiene otros planes cuando Stanley entra en su vida. Él es su compañero de Química, un joven al que todos etiquetan como el "nerd" del instituto, y entre ellos surge una aversión mutua tan intensa como catastrófica. Stanley, con su inteligencia aguda y su desdén por las trivialidades sociales, es todo lo que Nicolle juró evitar. Stanley, por otro lado, es una fuerza de la naturaleza que desafía cada uno de los muros que Nicolle ha construido alrededor de su corazón. A pesar de sus esfuerzos por odiarse, la atracción entre ellos es palpable, una chispa que amenaza con encender un fuego que ninguno de los dos puede controlar. Mientras luchan con sus prejuicios y sus pasados dolorosos, la química entre ellos se vuelve cada vez más difícil de ignorar. ¿Podrá Nicolle abrir su corazón una vez más, o permitirá que el miedo a ser herida la aleje de la posibilidad de amar de nuevo? En esta historia de amor y redención, la química no es solo una asignatura, sino la fuerza invisible que podría unir dos almas destinadas a chocar.
Stanley
El instituto Preston High comienza a llenarse de jóvenes estudiantes hasta que el timbre suena, dando inicio a la primera clase. Me encamino por el pasillo hacia la clase de Química mientras ajusto mis gafas sobre el puente de mi nariz. Con pasos rápidos, llego al laboratorio donde se imparten las clases de Química. Entro al salón y busco mi asiento en las primeras filas, asignado junto a un compañero con el que trabajaré por el resto del curso. El profesor Nicholas hace su entrada mientras me coloco la bata blanca de laboratorio.
-¡Buenos días, perdedores!
Nos saluda el profesor con diversión. Meneo la cabeza, ya acostumbrado a su trato poco convencional. A pesar de ello, el profesor Nicholas me agrada; soy su estudiante favorito. Presto verdadera atención a sus clases y saco excelentes notas en sus pruebas. No es por presumir, pero soy un gran estudiante. La ciencia, especialmente la Química y la Física, me fascina. Desde pequeño soñé con ser científico, como Albert Einstein o Copérnico, quienes son mis ejemplos a seguir. Aunque ese era mi sueño de niño, ahora no estoy tan seguro de ello.
Tomo asiento y observo a mi mejor amigo Gerson entrar por la puerta. Esquiva unas cuantas mesas y llega hasta donde estoy.
-¡Hey, bro! -me saluda con entusiasmo, y chocamos los puños en un saludo.
-¿Qué hay? -respondo. Se coloca su bata blanca y se sienta a mi lado. Conozco a Gerson desde hace algunos años, cuando nos mudamos aquí a Preston. Él es mi vecino y, poco a poco, fuimos forjando una amistad, incluso caminando juntos al instituto para pasar el rato. Hacer amigos nunca ha sido mi fuerte; socializar me parece una pérdida de tiempo. Pero con Gerson fue diferente; es el único amigo que tengo desde que me mudé, y hemos estado juntos desde entonces, incluso en Química. Gerson y yo somos muy diferentes en cuanto a personalidad; él es más extrovertido, divertido y atrevido, mientras que yo soy todo lo contrario. Supongo que es por eso que congeniamos y nos llevamos bien, aunque a veces me saca de mis casillas.
Normalmente llegamos juntos a clases, pero hoy fue la excepción. Él tenía cita con su odontóloga para ajustar sus brackets correctivos. Desde que lo conozco, Gerson ha llevado brackets; al parecer, ha tenido problemas con sus dientes desde pequeño.
Los alumnos comienzan a llenar el laboratorio mientras el profesor hojea un libro en su escritorio, detrás de sus enormes gafas de marco redondo.
-¿Qué tal tu cita? -le pregunto a Gerson mientras hago girar un lápiz entre mis dedos.
-Bien... bueno, demasiado bien -responde con énfasis en "demasiado", y una sonrisa maliciosa se dibuja en su rostro.
Lo miro con el ceño fruncido, sorprendido por su actitud jovial. Me parece que es la primera persona que disfruta ir al odontólogo.
-¿Y eso, te quitaron las caries? -bromeo.
-¡No seas tonto! -Exclama. -Es que Tati es muy bonita y tiene un pecho generoso. -Niego con la cabeza y ruedo los ojos. Supongo que Tati es su odontóloga. -Solo espero que llegue pronto mi próxima cita con ella. Quiero verla de nuevo.
Esta es la parte de él que me molesta. A veces, su forma de hablar sobre el cuerpo humano es insoportable. Es tan directo que resulta abrumador.
-Mejor cállate -le digo, y él sonríe, mostrando sus brackets.
Él suspira y apoya el codo en la mesa, sosteniendo su cabeza con la mano.
-Estaban tan cerca de mi rostro, Stan -dice, y yo giro los ojos, molesto por seguir escuchándolo, y decido ignorarlo.
-Deja de fantasear, baboso.
-No fue una fantasía, créeme. Fue lo más real que he visto, esos dos melones eran provocativos -muerde su labio, y yo deseo poder alejarme de su morbosidad y falta de educación.
-¿Melones provocativos? -Pregunta el profesor, interrumpiéndonos, y en ese momento desearía desaparecer de la faz de la tierra. Todos los presentes giran sus cabezas para observarnos. Me tensé en mi asiento y sentí cómo mi corazón se aceleraba. Mi rostro palideció. Quería reprender a Gerson por hacerme pasar por tal vergüenza, especialmente delante de todos.
Bajé la mirada hacia el lápiz que giraba entre mis dedos, intentando ignorar lo sucedido como si nada hubiera pasado. Pero era inútil; sentía todas las miradas clavadas en mí. A Gerson no parecía importarle, pero a mí sí. Detesto ser el centro de atención, y él lo sabe muy bien. A él no le molestaba en absoluto; de hecho, parecía divertirse con la situación. Se rascó la nuca mientras el profesor nos observaba con una ceja levantada.
-Eh... -tartamudeó Gerson. -Sí... los melones... este...
-¿Qué melones? ¿Podría explicarnos, señor Müller? -preguntó el profesor.
Me hice el desentendido, como si fuera mudo, sordo y ciego, intentando desaparecer bajo la mirada de todos. Gerson me dio un leve golpe en el hombro, buscando complicidad para inventar alguna excusa. Pero mi mente estaba en blanco. Me sentía diminuto bajo el peso de tantas miradas expectantes. Comencé a sudar. Detestaba ser el centro de atención, detestaba cómo me sentía en ese momento, y sobre todo, detestaba a Gerson por hablar tonterías en voz alta.
A pesar de su silencio, el brillo burlón en su mirada no se desvanecía
-¿Va a responder a mi pregunta, Müller, o no? -insistió el profesor con firmeza
Tragué saliva, nervioso. La última vez que causamos una interrupción en clase, terminamos en la dirección. Fue entonces cuando vi por primera vez el semblante severo del señor Benson, el director del instituto. Afortunadamente, solo recibimos una advertencia y el asunto no pasó a mayores. Sin embargo, no podía olvidar el impulso que sentí ese día de querer estrangular a mi supuesto mejor amigo, una sensación que volvía a invadirme ahora. Decidí intervenir, prefiriendo eso a tener que enfrentarme de nuevo al director Benson.
-Su madre le escribió pidiéndole que trajera unos melones para el jugo del almuerzo -dije, interviniendo. -Tiene antojos peculiares, ya sabe, debido a su embarazo.
El profesor Nicholas no parecía creer mi mentira en absoluto, mientras Gerson me miraba como si acabara de crecerme una segunda cabeza. Sí, admito que exageré con lo del embarazo de su madre. Además, la señora Gladys es demasiado mayor para tener bebés.
-Sí... eso -añadió Gerson, alimentando aún más mi mentira.
-Bien -concedió el profesor, claramente insatisfecho. Apartó la vista de nosotros y yo solté un suspiro, aliviado de poder respirar con normalidad otra vez. -¡Comencemos con la clase!
Aliviado, me giré lentamente hacia Gerson.
-A veces quisiera exterminarte -le dije entre dientes a mi mejor amigo para que nadie más nos oyera. -¿Por qué siempre tienes que meter la pata, Gerson?
-No fui yo quien inventó un embarazo inexistente -me susurró de vuelta.
-Claro, porque hablar sobre las tetas de alguien en voz alta es lo más normal del mundo, ¿verdad? Por cierto, de nada por salvar tu trasero. Y créeme, el mundo me lo agradecería eternamente si exterminara a un humano sin cerebro como tú.
-No es para tanto, Stan -dijo él, sonriendo.
Ignoré la distracción olímpicamente y centré mi atención en el profesor, quien hablaba sobre la materia y los elementos químicos. Intentaba concentrarme cuando, de repente, la puerta del laboratorio se abrió de golpe, haciéndome dar un respingo en mi asiento. Giré la cabeza hacia la entrada.
-Buenas -dijo una chica sonriente en la puerta. No recordaba su nombre, pero la había visto varias veces en el laboratorio. Parecía disfrutar siendo el centro de atención.
-¡Morrison! ¡Qué honor tenerte por aquí! -exclamó el profesor con sarcasmo, esbozando una sonrisa forzada.
-Lamento la tardanza, profe -se disculpó ella, devolviéndole la sonrisa con diversión. La observé por unos instantes. El profesor echó un vistazo al reloj en su muñeca.
-¿Veinte minutos tarde le parece poco? -preguntó.
-Es que... ya sabe, el tráfico y todo eso -se excusó ella.
-¡Cinco puntos menos, Morrison, por impuntualidad! -anunció él.
Ella emitió un gruñido y rodó los ojos con evidente molestia. Se dirigió a su asiento en la parte trasera del aula con desgana, dejando caer su mochila violeta en el suelo y se tomó su tiempo para ponerse la bata blanca. Parecía no preocuparle demasiado la penalización de puntos.
Dejé de prestarle atención cuando el profesor comenzó a hablar y me esforcé por concentrarme en la clase.
-Hoy hablaremos sobre los alcaloides -explicó. -¿Alguien sabe qué es un alcaloide
El silencio reinaba en el aula hasta que, después de unos segundos, la chica que había llegado tarde levantó la mano.
-¿Sí, Morrison? -preguntó el profesor señalándola.
-¿Los alcaloides son esas cosas que tenemos los seres humanos en el trasero? -respondió ella, y la clase estalló en risas. El profesor sacudió la cabeza y soltó un suspiro.
-¡Silencio! -exclamó, intentando recuperar el orden mientras todos cuchicheaban. Gerson reía a carcajadas a mi lado, pero yo me mantuve serio y en silencio.
-Esa chica me cae bien -comentó entre risas. Lo ignoré, como de costumbre.
-¡Qué ignorancia! -exclamó el profesor. -Debería quitarte cinco puntos más por ignorante, Morrison -dijo, y todos guardaron silencio.
-Pero usted preguntó, profesor -ella apretó los labios, conteniendo la risa.
-Dije alcaloides, no hemorroides -la corrigió.
Ella soltó una carcajada, pero la mirada fulminante del profesor borró su sonrisa, aunque era evidente que luchaba por mantener la seriedad.
-Lo siento, profe. Me confundí -dijo ella, encogiéndose de hombros y apretando los labios para contener la risa.
El profesor suspiró y apartó la mirada de ella, hablando con más calma.
-¿Alguien sabe la respuesta? -preguntó de nuevo, pero nadie levantó la mano. Conocía la respuesta, así que levanté la mano.
-¿Sí, Montgomery? ¿Sabes qué son las... hemorroides? Digo, los alcaloides -se corrigió rápidamente, y la clase estalló en risas.
Gerson tosió intentando contener la risa.
-¡Basta! -exclamó el profesor, recuperando su seriedad, y la clase se calmó. -Continúe, Montgomery.
Asentí.
-Ah... bueno, un alcaloide es una sustancia nitrogenada presente en ciertos vegetales -expliqué con detalle. -Por ejemplo, la cafeína es un alcaloide. Algunos pueden ser venenosos.
-Muy bien, Stanley. Cinco puntos extra -dijo el profesor, y no pude evitar sonreír con satisfacción.
-Yo sabía la respuesta, pero solo te di la oportunidad para que tú hablaras. -Me dice Gerson con suficiencia. Pero sé que miente.
-Sí, claro. -ironizo, poniendo los ojos en blanco.
-¡Busquen la página veinticinco!. -anuncia el profesor. Tomo mi libro de Química y lo abro, buscando rápidamente la página indicada. Miro por encima de mi hombro y observo a la chica sentada a unos cuantos asientos de distancia en la otra fila. Su cabello castaño es liso con las puntas ligeramente onduladas, y su piel es blanca como la nieve, delicada. Es delgada, y su cabello está recogido en una coleta alta, con unos pocos mechones cayendo sobre su frente. Ella juega con uno de esos mechones mientras hojea el libro con su otra mano. De repente, levanta la vista y clava sus ojos claros y traviesos en los míos. Me tenso y trago saliva nerviosamente. Tiene una sonrisa divertida en su rostro cuando su compañera de asiento le susurra algo al oído. Entonces, frunce el ceño y corta el contacto visual conmigo.
Ok, no debí mirarla así.
Giro mi rostro y Gerson me sonríe divertido, tomándome desprevenido.
-¿Qué mirabas?.
Me aclaro la garganta.
-Na-nada. - miento. Mi voz suena nerviosa. Él me conoce muy bien y sabe que estoy mintiendo.
-Entonces, ¿por qué tienes la cara roja como un tomate?.
-¿Yo?. - Me señalo. -No, para nada. Debe ser el... frío. Sí, eso. - le digo, excusándome, tratando de no parecer nervioso, pero fallo en el intento.
-¿Estabas mirando a Nicolle?. me pregunta, divertido.
-¿Quién es Nicolle?.
-La chica a la que mirabas.
-¡No estaba mirando a ninguna chica!. - replico en un susurro, enfadado.
-¿Ah no? ¿Entonces estabas admirando la hermosa pared blanca detrás de ti?.
-Sí. Eso hacía, Gerson. ¿Podemos cambiar de tema?
Siento que mi cara arde de vergüenza.
-No te culpo, Stan. Nicolle es hermosa. ¿Te ha dejado cautivado, cierto?.
Cautivado, no. Claro que no. Es solo que ella es muy llamativa; por eso la observaba, nada más. Pero no se lo digo, solo me limito a poner los ojos en blanco y volver mi vista al frente.
-Piensa lo que quieras, tarado.
Él suelta un "amargado" y luego me deja en paz, mientras yo me esfuerzo por no volver a mirar a la chica detrás de mí.
♡♡♡♡♡
Transcurridos treinta minutos después de que el profesor explicara la importancia de los alcaloides, comenzó a distribuir hojas entre los asientos. Al revisar la mía, noté que contenía preguntas para responder.
-La hoja que sostienen es una prueba. - anunció el profesor, provocando quejas entre los estudiantes, quienes detestan las pruebas sorpresa. A mí, en cambio, no me molestan en absoluto. El profesor, imperturbable, continuó: -Tienen media hora para completarla. Las preguntas varían para cada uno, así que olvídense de copiar, especialmente cierta persona a la que no mencionaré.
Dirigió una mirada cómplice a la chica de cabello castaño, quien respondió con un guiño travieso. Ella jugueteaba con su lápiz, sin escribir ni una palabra, claramente perdida en sus pensamientos. Suspiró con frustración, y yo desvié la mirada para concentrarme en mi examen. Respondí la primera de diez preguntas. Gerson también estaba enfocado, y el aula se sumió en un silencio total. El profesor se sentó y cruzó los pies sobre el escritorio mientras leía un libro. Avancé hasta la tercera pregunta, que no resultó difícil. Al mirar de reojo, vi que Gerson apenas iba por la segunda, y definitivamente, las preguntas eran distintas. Finalicé mi examen, pero no me apresuré a entregarlo; no quería ir solo a la cafetería, así que decidí esperar a que Gerson terminara para salir juntos. Minutos después, el profesor anunció:
- El tiempo ha concluido.
Había terminado unos veinte minutos antes. Gerson y yo nos levantamos, entregamos nuestras pruebas y regresamos a nuestros asientos. Todos hicieron lo mismo. El profesor comenzó a revisarlas, frunciendo el ceño en señal de desaprobación.
-No era tan difícil. - le comenté a Gerson.
-Para ti, que eres un cerebrito. - respondió con un bufido.
-Es la verdad, Pecoso. Si no obtienes una buena calificación, no mereces estar en mi círculo social. -bromeé.
-Sí, claro. Como si tu círculo social fuera tan grande...- se burló, y yo asentí con la cabeza, sabiendo que tenía razón. Mi círculo social no es extenso; solo está Gerson, luego yo, y después, yo de nuevo. Prefiero no tener muchos amigos; aquellos que se dicen amigos y al final te traicionan. Con Gerson es diferente; lo conozco y confío en él, aunque a veces me exaspere.
El profesor procedió a llamar a cada estudiante por su apellido para recoger su examen.
-Müller. -llamó. Mi mejor amigo se levantó, tomó su mochila y se dirigió al escritorio. Recogió su examen y salió del aula con una sonrisa, señal de que había obtenido una buena nota.
-Morrison. -continuó. La chica de cabello castaño se levantó con una sonrisa y caminó hacia el frente para tomar su examen. Al ver su calificación, su expresión cambió; su sonrisa se desvaneció y su ceño se frunció.
-¿Un cinco? ¿En serio?. - protestó, visiblemente molesta. -Pero si respondí a todas las preguntas".
-Sí, Morrison. Si estudia, sus notas mejorarán. Además, la mayoría de sus respuestas eran incorrectas. - respondió el profesor con calma, sin siquiera mirarla. Ella rodó los ojos y se alejó con pasos firmes.
-Montgomery. -me llamó a continuación. Recogí mi mochila y me acerqué al profesor. Revisé mi examen rápidamente.
-Felicidades, Stanley. -dijo con una sonrisa, y al mirar mi examen, vi un gran diez marcado en rojo.
-Gracias. -respondí.
Salí del laboratorio sin ver a Gerson por ningún lado; probablemente se había ido a la cafetería sin mí, algo típico en él. Me dirigí solo hacia la cafetería, tan absorto en guardar mi examen de Química en la mochila que no miré hacia adelante y choqué con alguien. Di un respingo y levanté la vista rápidamente para disculparme.
-Lo...
Me quedé sin palabras al reconocer a Nicolle frente a mí, visiblemente molesta y con el ceño fruncido. Me quedé mirándola unos segundos, sin saber qué decir o hacer. Cada vez que intentaba hablar, me enredaba y me ponía nervioso. Intenté hablar varias veces, pero no salió nada de mi garganta. Parecía muy molesta, tanto que temí recibir un puñetazo por mi descuido.
-¿Y tú qué? ¡Fíjate por dónde caminas, rarito!.
Murmuró una palabrota y arrugó un papel en sus manos antes de tirarlo al cesto de basura. Me lanzó una última mirada despectiva, chocó su hombro contra el mío con fuerza y se alejó, dejándome atónito. No me dejó ni disculparme. Solo había sido un tropiezo accidental. No era para tanto, pero al parecer, ella no era tan amigable como había pensado. De todos modos, no importaba. Solo esperaba no volver a encontrármela, porque la próxima vez, probablemente sí recibiría un golpe. Ajusté mi mochila y continué mi camino, pero me detuve un momento frente al cesto de basura, contemplando el papel que Nicolle había tirado. Sería vergonzoso que alguien me viera hurgando en la basura, pero la curiosidad me podía. Era una mala idea, pero sería rápido. Miré a ambos lados para asegurarme de que nadie me viera y, al comprobar que estaba solo, saqué rápidamente el papel arrugado del cesto. Me alejé y me dirigí a la cafetería, donde encontré a Gerson charlando animadamente con unas chicas sobre sus animes japoneses favoritos. Como no me gustaba la mayoría de la gente, decidí no sentarme con ellos. El lugar estaba lleno, pero encontré una mesa en una esquina con vista a la cancha de vóleibol y me senté solo. Había demasiada gente como para ponerme a leer, así que saqué mi iPhone, me puse los auriculares y escuché música para ignorar las conversaciones a mi alrededor. Todavía tenía el papel arrugado en mis manos, lo desdoblé rápidamente y comencé a leerlo mientras escuchaba a Shawn Mendes. Lo primero que noté fue la elegante caligrafía de Nicolle. Luego vi su nombre completo en la parte superior: Nicolle Morrison. Me di cuenta de que su examen era incluso más fácil que el mío, con preguntas básicas que ya debería saber. La primera pregunta era:
"¿Qué es la Química?"
Y ella había respondido:
"Es la ciencia más aburrida que existe en la faz de la tierra."
Contuve una sonrisa ante su sentido del humor, aunque me pareció irrespetuoso que considerara aburrida la Química. Para mí, era una ciencia fascinante en todos los aspectos. Había solo diez preguntas, todas marcadas con una gran X roja, excepto una:
"¿Qué es una reacción?"
A lo que ella había contestado:
"Es cuando usted pone cara de póker al ver que llego tarde a su clase. Es una reacción digna de admiración."
Esta vez sí sonrío para mí mismo, dándome cuenta de que esa chica estaba completamente loca.
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