Ahora que Luke había terminado la preparatoria, todo el mundo se preguntaba qué iba a hacer. ¿Iba a estudiar una carrera? ¿Se iba a unir al ejército? ¿Iba a ser un oficial de policía? Mayúscula fue la sorpresa de sus padres cuando les dijo que iba a tomarse un año sabático para descansar de tantos años de estudio forzado.
Si no hubiese sido por la lesión en su rodilla quizás hubiese tenido un futuro prometedor como jugador de fútbol americano. Sus raíces nativas le habían otorgado una contextura fuerte y maciza; y ahora que ya estaba en sus diecinueve años, su cuerpo empezaba a tomar una forma más definida. Había sido el mejor corredor de su equipo en la preparatoria; pero desgraciadamente un bloqueo ilegal por parte de la defensa del equipo rival fue suficiente para enviarlo una temporada a la banca, y para sepultar en el cementerio de Salem los sueños de convertirse en un jugador profesional de la NFL.
No había mucho para hacer en Salem en otra época que no fuese Halloween. Sólo en esas instancias parecía que el pueblo revivía, todos se disfrazaban, compraban golosinas, adornos y todo tipo de artilugios de bromas. Los niños y adultos salían a las calles en el clásico “dulce o truco” y los adolescentes aprovechaban para hacer travesuras de todo tipo. Pero durante el resto del año, Salem parecía suspendido en el aire, dormitando el sueño de un vampiro, esperando al primer día de agosto, donde las tiendas llenaban sus stocks de calabazas, murciélagos y calaveras, para tener su cenit en la Noche de Brujas, y volver a dormir hasta el año siguiente, al mejor estilo de Halloween Town en El Extraño Mundo de Jack.
Sin embargo, la ciudad siempre estaba llena de turistas que, curiosos por la historia de la ciudad, visitaban el lugar y la recorrían, asombrados de los datos que encontraban. Aunque, en esos días de calor, casi todos estaban disfrutando de las vacaciones de verano; esperando con ansias la noche del 4 de Julio para poder celebrar el orgullo estadounidense como debía ser: emborrachándose y explotando una parte del país con fuegos artificiales.
Luke salió de su trabajo de medio tiempo, soltando su largo cabello oscuro que, por normas de la cafetería, debía permanecer atado para atender a los clientes. Cerró la puerta de El Gato Negro y empezó a caminar por las calles de Salem mientras oscurecía, en camino hacia la parada del bus para ir a la casa de su mejor amigo. Mientras lo hacía se puso sus audífonos inalámbricos y reprodujo en su teléfono a una de sus bandas de rock favoritas. Así al ritmo de Pantera llegó hasta la casa de Alkali y llamó al timbre. Luego de unos minutos, un muchacho alto de color le abrió la puerta.
—¿Qué onda, hermano? —le dijo mientras se saludaban con choque de manos y puños.
—¿Ya llegaron? Espero no haber llegado tarde —le preguntó Luke a su mejor amigo mientras pasaba a la casa de su amigo. Menuda diferencia entre el “ellos” y “nosotros”. Mientras que la familia de Luke vivía en las zonas donde se debía tener alambrados o rejas en las ventanas por seguridad, allí, en los suburbios, todos dejaban las cosas afuera, las puertas abiertas y las ventanas sin protección. Un muchacho de color viviendo en un barrio de blancos…
—No, aún no. Sólo estoy con Kevin. Aún no ha llegado el resto —le contestó Alkali, cerrando la puerta detrás de Luke—. Hay cervezas en el refrigerador por si quieres una.
—No me vendría nada mal luego de toda la tarde atendiendo a gente idiota —aceptó el muchacho.
Con su largo cabello ondeando mientras caminaba, entró a la cocina como si fuese la suya y abrió el refrigerador para sacar de su interior una botella de cerveza. La destapó con su llavero y se reunió con los muchachos en el jardín trasero. Allí estaba Alkali, sentado en una de las sillas del jardín, junto con Kevin, bebiendo cerveza y pasándose, entre pitada y pitada, un porro. El penetrante olor le cerró la garganta y lo obligó a toser.
—Yo también tosía las primeras veces, luego uno se acostumbra —se le burló Kevin, con los ojos tan rojos que parecía que había estado llorando, haciendo un contraste con el celeste de sus iris. El pelo rubio del muchacho permanecía corto por la escuela de policía, pero lo que sí había crecido era su masa muscular.
—Prefiero mil veces mi vapeador que esa mierda —le respondió Luke, tomando asiento donde el viento se lleve el olor de la marihuana.
—¿No deberías ir preparando el fuego? —le preguntó Kevin a Alkali, viendo como éste daba una última pitada al porro para luego apagar el resto.
—En un rato. Todavía no llegan los muchachos, primero quiero mostrarles una cosa —respondió Alkali. Levantándose momentáneamente del asiento para sacar su billetera y extraer de ella una tarjeta de color negro—. ¿Qué les parece? Mi primera black card. Con fondos ilimitados. Regalo de mi papá por mis dieciocho años.
—Felicidades… —masculló Luke, observando ese plástico con toda la envidia posible.
—Y miren cuál fue mi primera compra. —Alkali se puso de pie y regresó a la casa. Les indicó con la mirada que lo siguieran, y eso hicieron. Los tres muchachos regresaron al interior de la casa, siendo guiados por su amigo, que subió las escaleras hacia el piso superior e ingresó a su habitación. Dentro estaban los múltiples posters de la NFL y la NBA que le gustaban a Alkali, algunos de los trofeos que había ganado como mariscal de campo en el equipo de la preparatoria, su enorme televisor, su consola de videojuegos y su computadora.
Alkali tomó asiento en el sillón y movió el ratón. La pantalla se iluminó, colocó la contraseña y abrió el navegador de internet. Mientras tecleaba la página que estaba buscando, el historial completó la dirección.
Una página se abrió en la pantalla. En ella había muchas fotos, todas de diferentes edades, colores, tamaños, formas y nacionalidades, pero todas estaban muy ligeras de ropa. Luke parpadeó al ver eso.
—¿Qué es esto? —preguntó Luke, observando a detalle la página.
—Esto, mi hermano, es una página de chicas webcam —respondió Alkali, mientras movía el ratón hacia una de ellas—. Estas perritas te muestran y hacen lo que tú quieras con sólo invertir unos cuantos dólares.
—¿Y puedes quedar con ellas? —preguntó Kevin, muy impresionado por lo sugerente de las poses e imágenes.
—Yo he quedado con varias, aunque la gran mayoría son latinas o europeas. Hay algunas que viven en Nueva York, Miami o Los Ángeles —respondió Alkali.
—O sea, que no son de aquí… —resumió Luke, sorbiendo un poco de cerveza—. Para ti es fácil porque tienes cómo ir hasta allá, pero para nosotros no.
—Lo que gastan en una cita pueden invertirlo en diez minutos con estas bellezas, y van a ver mucho más, se los aseguro.
—Pero es todo virtual…
—Miren. Se los voy a demostrar —aseguró Alkali mientras hacía clic en una de las imágenes. Automáticamente se abrió un video, aparentemente esa muchacha estaba en vivo, llevaba muy poca ropa encima y tenía una actitud sexy y provocadora.
—Vamos a saludarla. —Alkali tecleó rápidamente y envió el mensaje.
—Hola, DickMaster —lo saludó la muchacha, corriéndose el cabello para mostrar un muy sugerente escote—. ¿Cómo estás, mi amor?
—Al parecer es latina —dijo Kevin, escuchando el fuerte acento que tenía al hablar—. Me sorprende que sepa hablar inglés.
—Miren ahora —anunció Alkali. Hizo clic en «show privado» y aguardó unos segundos hasta que TiniLove acepte la invitación; mientras tanto Alkali tomó el micrófono y lo acercó un poco más hacia él, subió el volumen de los altavoces y espero. TiniLove aceptó la invitación y la provocadora imagen de la muchacha se reprodujo en la pantalla del joven.
—Hola, mi amor. ¿Cómo estás? —le preguntó la muchacha, moviéndose sugerentemente.
—Hola, hermosa. ¿Me muestras tus pechos? —le preguntó Alkali mientras Luke y Kevin miraban eso espectáculo totalmente embobados.
—Por supuesto —le dijo la chica. Se quitó el sostén y le enseñó a su cliente las tetas más grandes que los muchachos hayan visto—. ¿Quieres que me toque para ti?
—Sí, por favor. Muéstrame todo lo que tienes —pidió Alkali.
TiniLove primero les enseñó como se bajaba la tanga que estaba usando para luego recostarse con las piernas abiertas, sin dejar nada a la imaginación, enseñándoles a los muchachos como se acariciaba suavemente con una mano mientras que con la otra masajeaba uno de sus senos.
—¿Así, amor? ¿Te gusta? —le preguntó la joven.
—Absolutamente divino —rio Alkali, observando como esa muchacha hacía lo que decía sin rechistar—. ¿Tienes un dildo? Quiero que te lo metas en el trasero.
Nuevamente, TiniLove hizo lo que se le pedía: tomó uno de los juguetes que, al parecer, eran sus herramientas de trabajo y empezó a introducírselo, lentamente. Comenzó a saltar sobre el artilugio mientras gemía y gritaba el nombre del usuario que la había contratado.
—Hermoso. Absolutamente delicioso —le dijo Alkali, aguantando la risa—. Muchas gracias, hermosa.
—Vuelve pronto —le dijo TiniLove, y Alkali canceló el show.
—Ahora miren lo que gasté en sólo tres minutos —dijo el muchacho mientras enseñaba el conteo de tokens—. En sólo tres minutos le vi hasta el alma y sólo gasté quince dólares. ¿Cuándo vamos a poder hacer eso con las chicas de por aquí?
Alkali se percató de que había algo en los pantalones de Luke que se movía y empezó a reírse.
—Creo que el show fue bastante para hacerte reaccionar, ¿no? —se burló el muchacho.
Luke se sonrojó e intentó ocultar su erección.
—Mira. Como sé qué hace mucho no tienes nada con nadie, y porque no quiero que andes con eso parado el resto de la noche, voy a dejar que uses mi cuenta para que te la jales con la modelo que quieras. Sólo por esta vez —le dijo Alkali mientras se levantaba del sillón para obligar a Luke a sentarse en él—. Siéntete libre de usar el tiempo que quieras. Eso no es problema.