MireyaHdez
1 Libro Publicado
Libro y Cuento de MireyaHdez
UN ÁNGEL EN EL INFIERNO
Suspense Ashley es una joven que viven en un mundo lleno de mentiras, atrapada en una provincia.
Todo comienza a cobrar sentido cuando la primera rebelión surge, cuando los demonio y las sombras resurgen desde lo más profundo de los valles del infierno revelándose ante la humanidad cruzando el portal hacia la vida mortal tras ella su único objetivo, así poder liberar a su creador, "Lucifer" traerlo de vuelta a la vida para para poder gobernar entre los vivos y muertos, sin embargo al descubrir la verdad Ashley Morgan sobre su origen muchas dudas surgen , dos caminos huir o afrontar la realidad, la rutina la desesperación, el miedo se apoderan de ella pero, no todo es paranoia, de la luz surge un ángel quien la ayudara a tomar el mejor camino o simplemente será su perdición desatando la masacre nunca antes vista sobre la tierra haciendo pagar a todo aquel que la lastimo, "solo es el comienzo del final" Le puede gustar
Su Sacrificio, Su Odio Ciego
Gavin Mi jefe, Augusto Ortega, me obligó a donarle médula ósea a su prometida. A ella le daba pánico tener una cicatriz.
Durante siete años, fui la asistente del niño con el que crecí, el hombre que ahora me despreciaba con toda su alma. Pero su prometida, Harlow, quería más que mi médula; me quería fuera de su vida.
Me culpó de hacer añicos un regalo de cien millones de pesos, y Augusto me hizo arrodillarme sobre los cristales rotos hasta que me sangraron las rodillas. Me acusó falsamente de agresión en una gala, y él hizo que me arrestaran, donde me golpearon hasta sangrar en una celda de detención.
Luego, para castigarme por un video sexual que yo nunca filtré, secuestró a mis padres.
Me obligó a ver cómo los colgaba de una grúa en un rascacielos en construcción, a cientos de metros de altura. Me llamó al celular, su voz era fría y arrogante.
—¿Ya aprendiste la lección, Cora? ¿Estás lista para disculparte?
Mientras hablaba, la cuerda se rompió. Mis padres cayeron en picada hacia la oscuridad.
Una calma aterradora me invadió. El sabor a sangre llenó mi boca, un síntoma de la enfermedad que él nunca supo que yo tenía.
Él se rio al otro lado de la línea, un sonido cruel y horrible.
—Si tanto te duele, salta de ese techo. Sería un final digno para ti.
—Está bien —susurré.
Y entonces, di un paso al borde del edificio y me lancé al vacío. Recuperando Mi Vida Robada
Gavin Desperté después de cinco años en coma. Un milagro, dijeron los doctores. Lo último que recordaba era haber empujado a mi esposo, Diego, para quitarlo del camino de un camión que venía a toda velocidad. Lo salvé.
Pero una semana después, en la oficina del Registro Civil, descubrí un acta de defunción expedida hacía dos años. Los nombres de mis padres estaban en ella. Y luego, la firma de Diego. Mi esposo, el hombre al que salvé, me había declarado muerta.
El shock se convirtió en un vacío helado. Regresé a nuestra casa, solo para encontrar a Angélica Herrera, la mujer que causó el accidente, viviendo allí. Besó a Diego, con una naturalidad que dolía. Mi hijo, Emilio, la llamaba "mami". Mis padres, Alba y Genaro, la defendían, diciendo que ya era "parte de la familia".
Querían que perdonara, que olvidara, que entendiera. Querían que compartiera a mi esposo, a mi hijo, mi vida, con la mujer que me lo había robado todo. Mi propio hijo, el niño que llevé en mi vientre y amé con toda mi alma, gritó: "¡Quiero que se vaya! ¡Lárgate! ¡Esa es mi mami!", señalando a Angélica.
Yo era una extraña, un fantasma rondando su nueva y feliz vida. Mi despertar no fue un milagro; fue una molestia. Lo había perdido todo: mi esposo, mi hijo, mis padres, mi propia identidad.
Pero entonces, una llamada desde Zúrich. Una nueva identidad. Una nueva vida. Catalina Garza estaba muerta. Y yo viviría solo para mí. Juntos resurgimos de las cenizas
Gavin Mi hermana y yo estábamos abandonadas a nuestra suerte en una carretera desierta. Yo, con ocho meses de embarazo y una llanta ponchada, cuando los faros de un camión nos encandilaron.
No estaba tratando de esquivarnos. Venía directo hacia nosotras.
El choque fue una sinfonía de destrucción. Mientras un dolor monstruoso me desgarraba el vientre, llamé a mi esposo, Kael, con la voz ahogada en sangre y pánico.
—Kael… un accidente… el bebé… algo le pasa al bebé.
Pero no escuché pánico en su voz. Escuché a su hermanastra, Florencia, quejándose de un dolor de cabeza al fondo.
Luego vino la voz de Kael, fría como el hielo.
—Deja de ser tan dramática. Seguro solo le pegaste a la banqueta. Florencia me necesita.
Y colgó. La eligió a ella por encima de mí, por encima de su cuñada, por encima de su propio hijo no nacido.
Desperté en el hospital con dos verdades. Mi hermana, una pianista de fama mundial, jamás volvería a tocar. Y nuestro hijo, el bebé que había llevado en mi vientre por ocho meses, se había ido.
Ellos pensaron que solo éramos un daño colateral en sus vidas perfectas.
Estaban a punto de descubrir que éramos su pesadilla. La Vida Mentirosa: No perdonaré Nunca
Gavin Introducción
Durante siete años, viví una farsa, creyendo ser la amada prometida de Máximo Castillo y la madre feliz de Leo.
Mi rostro no era mío, mis recuerdos eran falsos; era la copia de una mujer muerta.
Pero la mentira estalló en pedazos cuando la verdadera Sofía Salazar regresó en medio de una fiesta.
Mi hijo, Leo, con la inocencia de sus siete años, la señaló y dijo: "Mamá, esa mujer no eres tú".
El pánico se desató, Sofía cayó a la piscina, y Máximo, con una furia incomprensible, arrastró a nuestro hijo al borde.
Él, que tenía un miedo terrible al agua, fue arrojado sin piedad al fondo.
Lo saqué inerte, mientras Máximo consolaba a Sofía, y la televisión anunciaba que él celebraba su "séptimo aniversario" con ella.
En ese instante, algo se rompió en mi cabeza y la verdad me golpeó como un aluvión: mi nombre era Lina Garcia, y Leo era el hijo de una violación atroz, no de un amor idílico.
Máximo no solo me había engañado, sino que al enterarse de la muerte de Leo, se burló, arrojó sus cenizas al suelo y me mostró un informe falso de ADN, golpeándome brutalmente.
¿Cómo pude amar, o creer que amaba, a un monstruo capaz de tanto horror?
Pero el destino tenía otros planes; los secretos finalmente salieron a la luz.
Su tía Isabel reveló la verdad en su funeral: Leo era su hijo biológico, el ADN había sido falsificado por Sofía, y la misma Sofía había manipulado la medicación de su madre.
Además, la herencia de Máximo, su imperio vinícola, ahora me pertenecía a mí.
Con el dolor aún fresco, tomé mi lugar para desmantelar su imperio de mentiras y asegurar que cada uno pagara por sus crímenes.
La sumisa "Sofía" había muerto con su hijo, y Lina Garcia, la verdadera Lina Garcia, se levantaría de las cenizas para reclamar justicia y su propia vida. La Historia de los Asesinos
Gavin Era viernes por la tarde, un día que prometía la alegría habitual con mi hija.
Mis suegros se llevaron a Luna, y una premonición me oprimió el pecho.
Ricardo, mi esposo, desestimaba mis temores con condescendencia.
«¡Estás exagerando!», me dijo.
Pero su paciencia se quebró cuando le pedí que la trajera antes.
Entonces, soltó esa frase mortal, casi como un pensamiento secundario.
«Además, Isabel también irá. Ayudará a cuidarla».
Isabel, esa mujer que mi esposo admiraba de forma inapropiada.
La traición me golpeó como un rayo, la cena se volvió cenizas en mi boca.
Las excusas de mis suegros al día siguiente, evitándome hablar con mi niña, solo alimentaron mi pánico.
«Está durmiendo», decían, y el clic del teléfono al colgar resonaba como un disparo.
La presa se rompió; grité a Ricardo: «¡Me están mintiendo!».
Pero él defendió a su familia, a Isabel.
«¡Cálmate de una vez! ¡Estás haciendo un escándalo por absolutamente nada!».
Me sentí sola, atrapada en una pesadilla.
Tomé el teléfono y, al llamar a Ricardo, escuché su risa cómplice con Isabel.
«Tu esposa es tan intensa», dijo ella.
Y él respondió: «Déjala. Ya se le pasará el berrinche. Está loca».
El mundo se detuvo, el dolor era insoportable, pero Luna era lo único que importaba.
«¿Dónde está mi hija?».
«Está… con mis padres. Ya te lo dije. Deja de molestar», me interrumpió y colgó.
Corrí a la policía, pero mis ruegos fueron en vano; dijeron que era una "disputa familiar" .
Luego, una llamada del hospital: «Accidente… Luna Patterson».
Corrí sin aliento, solo para encontrar un pequeño cuerpo bajo una sábana blanca, con su pulsera de listones.
Ricardo, pálido, me gritó: «¡Tú tienes la culpa!».
Ese fue el final.
Mi dolor se transformó en rabia; la bofetada resonó en la morgue.
La cámara de seguridad falló en el momento crucial, y mi suegra había autorizado la cremación.
«¿Cómo pueden cremar a un niño sin la firma de ambos padres?».
Entonces, recordé el bolso de Luna en el coche de Ricardo; Isabel tenía los documentos de mi hija.
Esto no fue un accidente.
Yo me encargaría de que él y los suyos pagaran. Venganza Perfecta: Amor Falso
Gavin Mi teléfono sonó con urgencia, la voz agitada de mi asistente confirmaba que algo terrible había pasado.
"Señor Alejandro, tiene que venir al club... Es... es Camila..."
Un grito desgarrador, seguido de golpes sordos, me heló la sangre.
Corrí al Club, las sirenas ya se escuchaban a lo lejos.
Adentro, el caos; mesas volcadas, botellas rotas. Y en la sala VIP, un hombre yacía golpeado y ensangrentado.
En el centro de todo, Camila, con su vestido empapado en sangre, una botella rota en la mano y una mirada salvaje.
Justo cuando entré, blandió la botella de nuevo, lista para un golpe más.
"¡Camila!" , le grité.
Ella se detuvo, como despertando de un trance.
"Alejandro…", susurró con una sonrisa extraña. "Quería tocarme… Dijo que tú ya no me querías".
De repente, se lanzó hacia el hombre, pateándolo brutalmente.
Todos contuvieron el aliento, mientras ella me miraba con una devoción enfermiza.
"Nadie puede hablar mal de ti, mi amor" .
Siempre había sido mi "Camila la Loca" , mi sombra, la que se arrastraba por mí.
Pero la verdad era más oscura. No era yo a quien ella amaba, sino a Eva, mi hermana desaparecida.
Camila se había convertido en mi perfecta obsesión, la imagen viva de Eva, y yo, ciego, la había usado.
Ella me había permitido creer que era mi juguete, mi perra faldera, la mujer que mataría por mí.
Incluso cuando Sofía llegó y la humillé públicamente, la vi arrodillarse, y fingir devastación.
Todo era una actuación.
Una trampa, una venganza fría y calculada.
Pero ¿por qué? ¿Qué había detrás de esa mirada, ese odio oculto?
Ahora lo sé. Y mi imperio de mentiras ha caído.
Ella lo planeó todo, cada paso, cada lágrima.
Y yo, el depredador, fui su presa.
Porque la "loca" de Camila nunca me amó.
Y yo nunca supe con quién estaba tratando realmente. El Beso de la Víbora: La Venganza de una Esposa
Gavin La llamada entró en el día más caluroso del año. Mi hijo, Leo, estaba encerrado en un coche hirviendo por culpa de la hermanastra de mi esposo, Sofía, mientras mi marido, Mateo, se quedaba de brazos cruzados, más preocupado por su Mustang clásico que por nuestro hijo, que apenas estaba consciente.
Cuando rompí la ventanilla para salvar a Leo, Mateo me obligó a disculparme con Sofía, grabando mi humillación para exhibirla públicamente. Pronto descubrí su escalofriante secreto: se casó conmigo solo para poner celosa a Sofía, viéndome como nada más que una herramienta en su juego retorcido.
Con el corazón destrozado, solicité el divorcio, pero su tormento se intensificó. Me robaron mi empresa, secuestraron a Leo e incluso orquestaron una mordedura de serpiente venenosa, dándome por muerta.
¿Por qué me odiaban tanto? ¿Qué clase de hombre usaría a su propio hijo como un peón, y a su esposa como un arma, en una farsa tan cruel?
Pero su crueldad encendió una furia helada dentro de mí. No me romperían. Iba a contraatacar, y les haría pagar. Ceguera Parental: Mi Último Aliento
Gavin Soy un fantasma, suspendido sobre mi propio cadáver.
Mi padre, el mejor detective de la ciudad, y mi madre, la forense más respetada, no saben que este cuerpo desfigurado tendido en un callejón es Ricardo, su único hijo.
El hombre que me asesinó se reía, su aliento apestaba a alcohol y a una venganza añeja, exigiendo un dolor inolvidable a mi padre.
En ese instante de terror, cuando la sangre me ahogaba y mis ojos y lengua habían sido arrancados, mi celular sonó.
Era mi padre, impaciente y molesto, "Ricardo, ¿dónde demonios estás? El partido de tenis de Miguel está por empezar."
Solo pude emitir un gorgoteo ahogado, "¡Papá, ayú…!" , antes de que colgara, regañándome por ser egoísta y no pensar en Miguel, su hijo adoptivo perfecto.
Mi asesino se rio con una carcajada infernal mientras la última gota de esperanza se me escapaba.
Ahora, mis padres examinan mi cuerpo en la escena, dictando órdenes con distancia clínica, mi madre incluso toca el anillo que les di de aniversario, pero no me reconoce.
Para ellos, soy un "John Doe" , un caso más, un "lío" , mientras colman de orgullo y amor a Miguel, felicitándolo por su campeonato.
Escucho su hartazgo por mi "irresponsabilidad" y me pregunto si existí en sus corazones, o solo fui un recordatorio de un trauma que preferían olvidar.
Mi propio padre maldijo mi existencia, deseando que me pasara algo, justo cuando yo moría.
En la morgue, mi madre pasa junto a mi cuerpo casi con ternura, tocando mi cicatriz de la infancia, pero solo dictando: "Cicatriz antigua, probablemente de la infancia" .
La esperanza se desvanece; soy una pista anónima.
El papel que se encuentra en mi estómago, una lista de compras que hice para ellos, y el farmacéutico que me reconoció, revelan la verdad.
Mis padres se paralizan; las palabras del forense resuenan: "La víctima es Ricardo."
Mi padre suelta el auricular, su negación se desmorona; mi madre se aferra al anillo, el grabado de "Mamá y Papá" revela la devastadora verdad.
En la morgue, sus lágrimas caen sobre mi cuerpo, sus súplicas de perdón llenan el vacío.
Observo a Miguel, mi hermano adoptivo, actuando su dolor, mientras mis padres defienden su "perfección".
Pero mi tía Elena ve la verdad, y mi padre descubre mi diario, las pistas de Miguel.
Finalmente, en la premiación de Miguel, la verdad explota.
Mi padre lo detiene, el criminal confiesa la traición de Miguel, revelando su odio y celos.
Miguel, con su máscara caída, grita su confesión, destruyendo a mis padres.
Mi padre renuncia, mi madre se quiebra, susurrando mi nombre en el hospital.
Mi rabia se disipa; solo queda tristeza.
El eco de mis palabras vacías resuena: "Si tan solo me hubieran visto antes."