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Obligada a casarme con mi enemigo.

Capítulo 3 Cruzando La Frontera

Palabras:2498    |    Actualizado en: 18/02/2023

sa de los Cárdenas, treinta minuto

, encontrarse en aquella situación. Abril sabía que su padre se relacionaba con personas de dudosa moral, pero jamás creyó que él cayera a manos de uno de ellos por un trozo de papel. Sí, era cierto que, según lo que sabía, aquel mapa

sangre que se sucedería por ello. No obstante, era un mafioso, que la sangre de las persona

, sin decir palabras y comenzó a conducir hasta la frontera. La frontera entre Estados Unidos y México, para su fortuna, no se encontraba demasiado lejos de donde se encontraban. De hecho, hasta ese

ene permiso para pasar a México. —Miró por el espejo retrovisor, como ambas muchachas asentían, enmudecidas. Era más que evidente que estaban en estado de shock—. Una vez

Abraham se paró en el arcén y miró

a —les c

o, sin ser consciente

ba esperando. El hombre, de aspecto huraño, dueño del vehículo que las terminaría de transport

e en el maletero de aquel vehículo, propiedad de un completo descono

permanecer en lugares cerrados, sin la más mínima venti

ro. No estaba segura de si realmente era así, pero quería confi

omenzó a agitarse, como cuando estaba

moslo por papá. Era lo que él quería. Tengo todo baj

on todo el pesar del mundo, se m

a Abril, en cuanto ambas estuvieron en el interior del ve

visualizar un campo abierto, un lugar que la hiciera sentir en paz

n eternos, sin embargo, no fue demasiad

tamente el hombro de su hermana pequeña que, co

del conductor, que se limitó a saludarl

a que suponía que iría a su encuentro. No obstante, lo qu

podía estar

e preguntó al reconocer

as —dijo y son

omenzó a correr. El Manco y sus h

uando vio que ambas se metían por un pasadizo que llevaba a una zona de almacenamiento del puerto—. ¡Sígan

es para dar caza a

ó Abril. «Si no fuera porque papá

as, Abril miró a Maite y, posando ambas man

sacó el mapa de su mochila, lo colocó en el interior de una bolsa Zi

en Abril. Abril era firme, decidida y, para su gusto, demasiado temeraria. Pero siempre se salía con la suya. Por mucho que no

de su escond

r mí si

que lo siguiera y corrió en la dirección de dónde provenía la voz. Al doblar la esquina de uno de los conten

ma

por él —dijo a continuació

ubordinados, al ver que él había comenzado a co

ntercambiaron un par de miradas y

orde de un precipicio. No estaba segura de qué haría a co

se acercarán a

gitó una vez más la bolsa. No sabía por qué, pero su única e

MALDITO MAP

o? —preguntó en tono b

ía altas probabilidades de morir, pero, al menos, debaj

a! —El Manco est

un tiempo prudencial. Para su suerte, tenía buen manejo del air

uido y se habían marchado. Sabía que, si sobrevivía, no podría librarse fácilment

entes para no perderla, llegó a tierra firme y se encaminó hacia el sitio en

conocía el país, por lo que le era imposible dedicarse a buscarla. Podía estar en cualquier parte de México. No tenía idea

a mantenerse a salvo, y luego poder encontrar a Maite, era seguir l

ño, se dirigió a la dirección

tar ver a una prostituta que, en ese momento, e

una gran trozo de ladrillo que encontró en una esquina del callejón y se lo lanzó, asestándole de lleno en la cabeza

r, tras guardar el mapa en el bolsillo de su humedecida chaqueta. Había practicado artes marciales y la verdad

gua. Era evidente que estaba más qu

aquí. Yo que tú no sería tan p

tan bien tu castellano nativo»

n rápido como se lo p

ese wey estaba siendo insoportable. Ya no sabía

r. Espero que su noche sea

S, —por suerte, recientemente, se había comprado un móvil a prueba de agua—, hasta la dirección

vez llegó a su destino—. Neces

Karlo está de viaje por neg

r. ¿Dónde pasaría la noche? No se atrevía a hacerlo en la calle. Una desconocida en las calles ya era suficiente para q

ra lo mejor, pero era una opción, y eso

se encontraba trabajando la prostit

er la miró con el ceño fruncid

iña, ¿qu

a situación en la que se encontraba

masiado espaciosa, pero cabemos las dos. Si quieres, vamos ahora. Yo ya terminé mi turno. Es demas

y esbozó una sonrisa—. Gracias por ayudarm

la otra y las dos lavan la cara, o algo así dice el di

a de Sheila, esta la invitó a pas

da en la nevera. Sié

estaré poco tie

lo que pueda —le aseguró Sheila—. Ahora ven, te pre

as veces en su vida, pero, por lo p

ía varias fotos de Maite, por lo que visitó cada sitio que encontró, mostrando el rostro de su hermana a todo aquel que pudiera saber algo. No obstante,

e dirigía hasta la dirección que le había facilitado su padre y preguntaba por Karlo. Eso era todo lo que sabía y to

a informado de que ese día regresaría. Abril no tenía idea de a qué hora lo haría, por lo que, para no perderlo de vista,

ía frente al edificio y de él se bajó un hombre al

r Karlo —le inf

de par en par. No, no podía ser. Eso no podía estar ocurriend

o que, días atrás, en el bar, la había am

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