Obsesiones Peligrosas
cio mientras deseaba que la noche pasara rápidamente. No le complacían aquellas obligaciones sociales, las detestaba por completo. No encontraba en ninguno de los i
ese mundo que ya ni siquiera sabía si las máscaras eran un atributo de todos los seres humanos, o meramente de los ricos. No rec
n enviar alguien a buscarla. Resignada ante su miserable suerte se levantó de la sill
e lo tenía justo enfrente, sonriéndole. Había pasado algún tiempo desde el día que se tropezaron en aquel lugar, y le sorprendió que aun la rec
del negocio nunca le informó que pretendía cerrar sus garras alrededor de la nueva empresa, ni mencionó que tendrían un invitado especial. De haberlo he
recién llegado, en cuyo honor se había organizado la velada. Las presentaciones no se hicieron esperar y así Rubí escuchó de su propia voz que su nombre era Julián, que era un exitoso contador y hombr
do llegó mi turno mi esposo se tomó la atribución de presentarla él mismo, poniendo la mano
mo se movía, detallando cada gesto y cada expresión. El pobre estaba solo, lo tenía todo
ner una o varias chicas aguardando desesperadas porque les pidiera matrimonio, o al menos alguna con la que com
a regresado de uno de los internados más distinguidos del país. Un internado exclusivamente para chicos, entonces todo se reducía a dos opcione
uyos no podía evitar soltar una risilla infantil. Él parecía evitarla cada vez con más ahínco, y ella comprendió que l
s mucho menos importantes. Entregarse a rumores y cuchichear sobre sus amigos y conocidos era lo único que hacían las señoras de aquella sociedad y Rubí las despreciaba mu
lidad en una mujer, pero era cierto que no había nada que infundiera más miedo a un hombre que ver a una mujer menuda y pequeña ejerciendo su sentencia final con tanto o más poder que un matón de dos metros de al
los espíritus, pero algo en su cabeza le susurraba que no podía ser perdonada. Las voces le decían que toda su vida era una mentira y que la libertad que llevaba en su nombr
y a diferencia de las voces, no sentían por ella ningún respeto. Desde la comodidad de sus conv