Terrores Nocturnos
Perdiendo la
n intenso que apenas podía contenerse para no comenzar gritar a todo pulmón. La maldita marca brillaba intensamente bajo su piel como si estuviera ardiendo salvajemente, Stephen sentía como si todo su brazo izqui
ía un fuerte dolor de cabeza que empeoraba cada vez que miraba las luces de la calle. Pero ni todo el dolor del mundo se comparaba con la preocupación que sentía por su hija, aun en su agonizante estado no podía dejar de pensar en la seguridad de Daniela, debía de regresar lo más pronto posible a su casa, por lo que conteniendo el inmenso dolor, estiro su brazo derecho, he intento buscar algo que pudier
tía un tremendo dolor en sus costillas que le obligaba a apretar su mano derecha con fuerza contra su pecho, dicho dolor era tan intenso que cada bocanada de aire que tomaba le resultaba agonizante. Stephen co
a desesperadamente averiguar donde se encontraba. Cuando al fin estuvo seguro de que se encontrab
vecindario, tengo que apres
llegar a su casa tan pronto como pudiera. – Mi hija ¿qué le habrá pasado a mi hija? – Ese era el
as sus fuerzas ignorando todo lo que le había restringido hasta ese momento, un dolor aún más grande crecía d
te bien! – Sollozaba ya casi en la entrada
el tiempo y busco las llaves en su pantalón, aquella sensación en su pecho solo
haba con su pulso tembloroso que le im
mientras se reincorporaba sintió algo en el suelo que lo freno en seco. Ya había sentido algo así antes, ese calor, esa v
i su corazón se hubiera detenido por completo mie
as que en un arranque de adrenalina subía corri
el otro lado no le permita avanzar, se encontraba terriblemente aterrado, temblaba salvajemente mientras observaba petrificado la puerta, luchando
Pensó para sí mismo mientras una indescrip
ra caminar, pero a estas alturas nada de eso le importaba. Bajo las escaleras y continuo casi arrastrando su cuerpo hasta llegar al sótano, una vez allí se quitó la ropa e
pieza en la cocina y agarro un botella de whisky que guardaba para las visitas. La abrió dirigiéndose a la habitación, mientras se daba un
ia crecer en su interior, apretó su puño derecho y comenzó a golpear la maldita marca una y otra vez con la poca fuerza que le quedaba, hasta que ya