Cautiva del CEO
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tante como la figura de su prometido. Alejandro Fuentes, un hombre que había hecho su fortuna a base de decisiones calculadas y una voluntad de hierro, la observaba desde el otro
edor hablaba de poder: desde las columnas de mármol hasta los cuadros en las paredes, cada rincón reflejaba el estatus y la riqueza con la que Alejandro había crecido. Para él, este matrimonio n
bían gozado de las comodidades que ofrecían las familias como los Fuentes. La oportunidad que se le presentaba ahora era, en muchos sentido
-dijo Alejandro, su voz profunda y ca
que esperaba. No había dulzura ni interés genuino. Era una mirada neutral, casi distante
na, con la voz más firme de lo que realmente se sentía.
le sorprendía, pero tampoco parecía importarle demasiado. Después de todo, él siempre había visto el matrimonio como un simple acuerdo de conve
sa fría, casi calculadora-.
ba el dinero y la influencia de los Fuentes. El acuerdo con ellos había sido algo más que un simple matrimonio. Era el futuro de su familia, la promesa de estabilidad para su madre
istido en que aceptara el matrimonio. "Es lo mejor para nosotros, hija", le había dicho con lágrimas en l
milia -dijo Mariana, tratando de esconder la incertid
revió a mirar sus ojos directamente, temerosa de lo que pudiera ver en ellos. Sabía que lo que él esperaba de ella no era una esposa cariñosa o de
iene. Y no olvides que, aunque no sea un matrimonio basado en sentimientos, tenemos nuestras respectivas responsa
a ya sabía. Este matrimonio no se basaba en el amor, no se basaba en el deseo ni en los sentimientos. Era simp
an distante. Era una sensación que la había acompañado desde que sus padres le habían explicado que su destino ya estaba sellado. Esta era la oportunidad que le h
andro, interrumpiendo sus pensamientos-. Necesitarás tiempo para prepararte. Y
que su vida no sería la misma. Todo lo que había conocido hasta ahora cambiaría en cuestión de días. No sería más que una sombra, una figura en l
rosperidad no se sentiría como una bendición. Lo que ella había soñado en su juventud, una vid
los jardines perfectamente cuidados de la mansión. El viento se colaba a través de las rendijas, trayendo consigo una sensación de frío que nada tenía que v
que fuera, le costaría tanto. Mariana no sabía si algún día podría encontrar la paz con esta decisión. Pero lo que sí sabí
e momento, no podía ver más allá de la fachada de riqueza y poder que rodeaba su vida ahora. Pero algo en su interior le decía qu