La heredera del CEO
encia podía llenar cualquier espacio con autoridad, estaba sentado en un rincón apartado. Frente a él, Isabel Mendoza, con su ve
su mirada se encontraba con la de él-. ¿Vas a rechazar
elación que compartían era complicada, pero clara en sus términos: sin promesas, sin compromisos. Isabel lo fascinaba, no porque fuera dócil o comp
nalmente, su tono tan frío como la roca que
risa que siempre lograba atravesar la coraza d
óbal. Pero supongo que es
gocios y comentarios mordaces, entre provocaciones y silencios cargados de tensión.
e su asiento y rodeó la mesa, i
de su oído, su perfume envolviéndolo-. Pero algún día,
es del salón. Ella siempre era la que marcaba el final de sus encuentros, y él no se oponía. Había algo tranq
bras daban paso al lenguaje de las caricias. Pero incluso en los momentos más ínt
de que él despertara. Dejó tras de sí solo el aroma de su
aces, conversaciones intensas y una conexión que ninguno se atre
r, las llamadas no eran respondidas, y las noches que compartían se convirt
n decir adiós, pero tampoco era alguien que se dejara encontrar fácilmente. Sin embargo, Cri
n sido dos adultos que compartieron algo sin ataduras, y es
su oficina en lo alto del edificio, Cristóbal pensaba en Isabel. En su risa, en la forma en
punto de volver a su vida con una f