Rescatando Corazones
tt observaba el paisaje a través de la ventana del automóvil, su rostro impasible mientras el coche avanzaba lentamente por el camino empedrado. Las fa
os. No había espacio para el descanso, la tranquilidad o, mucho menos, para la vulnerabilidad. Y, sin embargo, ahí estaba, atrapado en este lugar apartado del bullicio de la ciudad. Un accidente de tráfico lo ha
ería solo un trámite, pensaba. En cuanto se sintiera mejor, volvería al trabajo. Había sido un hombre f
rodeado de jardines bien arreglados, y el aire fresco de las montañas le dio la bienvenida al llegar. Su mirad
accidente, pero su orgullo no le permitiría mostrar debilidad. Caminó con paso firme, pero sus músculos tensos y dol
, de mirada amable pero distante. La mujer le entregó una car
ión. La señorita Hayes es muy buena en lo que hace -dijo la enfermera, con una sonr
de allí. Se veía a sí mismo de vuelta en la ciudad en poco tiempo, manejando los asun
lo en su habitación -añadió la enfe
arecía ir al ritmo del viento y el murmullo de los árboles. Mientras caminaba por el pasillo del centro, las paredes de piedra y los cuadros de
itación sencilla, con una cama de tamaño queen, una pequeña mesa de noche y una ventana que dejaba ent
spaldo. Sus pensamientos giraban en torno a su empresa, a las decisiones que debía tomar para
ería ella?** Pensó que, quizás, sería otra mujer mayor, con cara de compasiva, que no tendría más que palab
firme. Su uniforme de fisioterapeuta era sencillo, pero su postura erguida y su mi
o alcanzaba a ser cálida. Su voz era firme, clara, casi desafiante-. Seré
conocía, y eso le produjo una extraña sensación de incomodidad. Era jov
neutral, aunque la irritación comenzó a asomar en su tono. No tenía ti
, ella asintió y comenzó a preparar las herramientas para la sesión. Lo hizo con calma, con una destreza que
a. Hoy vamos a trabajar en la movilidad de su pierna. -Su tono era profesio
* Pero decidió seguir el juego por el momento. Se acostó en la camilla y, aunque intentó relajarse, no pudo evita
ecesario? -preguntó Ethan, rompiendo el silencio. Su tono no era una p
erna, no levantó la vista. Sus manos movían los músculos con
e lo que usted quiera. Dependen de lo que su cuerpo y su men
las personas se habrían arrugado ante su mirada desafiante, pero Lily simplemente continu
a que lo desafiara de esa manera, y mucho menos a que alguien con tan poca relev