Deseo Oculto
acía apenas unos días se sentía estancada, había dado un giro inesperado. La piedra, ese pequeño y extraño objeto que había enco
erdadero precio por sus deseos, o al menos eso parecía. Pero esa duda la acallaba
tirse perder. Todos los días eran iguales: clientes que lo ignoraban, el tedio de la rutina, y lo peor de todo, su total invisibilidad para las mujeres. Desde la secundaria, Samuel había sentido el peso de
ta
iferente? Algo que nunca había tenido: atención, interés... amor. La piedra había hecho magia antes,
taban charlando y riendo, como de costumbre. Laura era todo lo que Samuel alguna vez había deseado en una mujer: carismática, con una sonrisa contagiosa y ojos grandes y expres
lo y sintió el calor familiar de la piedra. Cerró los ojos
mismo-. Que las chicas aquí luchen por mi aten
pensó que la piedra no había escuchado su deseo. Pero entonces, Miriam, que nunca levantaba la vista de s
esperadamente dulce-, ¿te gustaría sali
esa manera. De hecho, apenas intercambiaban palabras que no fueran sobre el t
n -respondió Samuel, tratando de
Su habitual despreocupación había sido reemplazada por una expresión de preocu
desafiante-. Yo iba a invitar a Samuel a almorza
s había sucedido antes. Las dos chicas se ignoraban mutuamente la mayor parte
ió Miriam, cruzando los brazos-. Samuel, ¿qué
la tenía, pero la situación no era tan divertida como había imaginado. Algo en las miradas de Miriam y Laura parecía forzad
delante, acercándose más de lo que nunca lo había h
eres interesante. No tienes que
y lo tomó del brazo, tir
nvitado primero, y sé que te divert
interesado en él, y mucho menos de esa manera tan intensa. Quería disfrutar el momento, pero
ró de ambas, dando
lo hoy, chicas. No hay problema -
am no parecían di
risa nerviosa-. ¿Por qué estarí
-sugirió Miriam, sonriendo-.
ión, y el comportamiento de ambas se estaba volviendo cada vez más extraño. Cada
or Ortiz, apareció desde el fondo del pasill
do aquí? -pregun
ar de bajar la tensión, ambas continuaron discu
riam, en un tono que sonaba más a
eplicó Laura-. Sam
amuel, que se encontraba al borde de la confusión total. El ambie
plicarme qué demoni
, buscando desesper
o, señor Ortiz. No sé
umplido, pero el precio que comenzaba a pagar era más alto de lo que había imaginado. Lo que había comenzado co
ese momento, se dio cuenta de algo: la piedra no solo concedía deseos; los retorcía, los distor
emplazada por una sensación de peligro. Nece