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¿A todo riesgo o a terceros?

Capítulo 4 Lázaro

Palabras:3267    |    Actualizado en: 14/03/2021

e ofrecí a sustituir a uno de los empleados de mi amigo, así tendría la oportunidad de hablar con ella y obtener una cita: casi un mes después ninguna de las dos co

r de nuevo la apuesta y rezar porque el ceporro de

rédulo, sin dar crédito a mis palabras. D

ices e

r, sigo sin saber cómo llamar la atención de la morena que prosigue metida en mi cabeza. Aquella tarde, la primera vez que

mo, tomándome de un t

ecir. Nos conocemos desde la infancia, nuestras familias vivían en la misma calle.

mamos por nuestros apellidos. Una costumbre adquirida en el cole

les, hacerme entrar en razón, aunque dudo mucho que lo consig

uno de mis empleados. ¡Joder!, que yo me hice segurata por lo que se ligaba y no por

s inicios y no hay quién lo pare, solo conozco un tema que sí lo hace. Por eso, con toda la intención del mundo

mpo. Quizá todo esto sea un absurdo, lo sé; pero hacía mucho que una mujer no captaba mi atención ni

pesa más de lo que a él mismo le gustaría. Alza la mano y la mueve hasta que logra la atención del camarero, quien se halla en la otra punta de la ba

a tuya? —asiento. Por fin va directo al grano, a lo que en verdad me interesa. Sigo sin mirarlo, de este modo evi

chupito. Después, le da u

a chulería en la voz. Lo conozco tan bien que sé con certe

arte la boca. Insisto, es una locura. Tú no sabes nad

do. Ahora sí que me giro para quedar de frente. Me mira atento, quiere saber cuáles serán mis siguientes

dado donde más le duele, aunque no contento con el resultado, agrego—: Además, en e

ra apretar la mía. Hago todo lo posible por no sonreír. Ya

ionar su negocio es la clave de que acceda a esta loca apuesta, pero

observar el resto de la sala y una pícara sonrisa le cubre el rostro. Leo sus intenciones

yo me uniré e

todo los movimientos de mi amigo, al cual lo veo mezclarse con el resto de los asistentes que, al igual que los pr

omar decisiones precipitadas, aún faltan asistentes por llegar y no tengo planeado pasar toda

seguido, comienza a latir con fuerza al divisar a la morena que acaba de acceder. No puedo creer que a ella

la; sin embargo, su parecido es tan grande que me veo arrastrado por la fantasía y pro

esde hace un mes. La misma que ha provocado que haga una apuesta con mi amigo y arriesgue el bienestar de mi empresa solo por verla, o tratar de c

nos a una habitación solos, permito que ella decida quién nos hará compañía. La mujer tiene las ideas claras, no tarda en decantarse por dos rubias qu

decir qué es o intenta decirme, lo que sí descubro es que no me ap

o otro juego, sé que con él disfrutarán más que si las acompaño. No tardan en mira

mi partida, al no verlo por la sala central deduzco que esta

go o no lo correcto. Será la primera vez que actúe de tal modo con una mujer, aunque muy en el fondo sé que e

día de asuntos propios, lo descuadraría. Tras asegurarme de que todos mantienen sus respectivos turnos, decido otorgarles algo que desde hace tiempo no disfrutan: días libres. Exactamente, los dos que marca la ley. Lo hago

deseo dejar con el culo al aire a mi amigo, me tocará trabajar. El em

a su secretaria. Donde le informo que debe poner una oferta de trabajo, la empresa precisa cubrir dos puestos más y es hora de realizar las entrevistas

gestionar mi propia empresa,

de mi amigo el máximo quehacer es asegurarse de que los monitores y equipos de trabajo funcionen a la perfección. Sigo sin entender por q

mucho que me mirara a la cara, no me viese. Al igual que si tuviera una venda en los ojos que no la dejara ver lo que

uertas del ascensor de mi casa se ab

ullo de mi amigo me d

par y, con un gesto de

ría volver a casa. Al no verte por la sala central,

alabras. Su boca se estira mostrando una sonrisa lo

r de observarme—. Es la cuarta seman

tá pasando; sin embargo, algo dentro de mí suplica que lo mantenga en secreto, al menos

ad

esa el pelo. Hay un tanto en toda esta locura que no comprende, cómo lo va a hacer si ni siquiera yo mismo alcanzo a entenderlo. Frena su caminar, sus ojos se fi

salón. Lo miro y resoplo, vuelvo a dar otra vuelta sin dej

apuesta? —pregunto atónito una ve

ie

Además, tu secretaria no ha dejado de preguntar por ti estos días y para qué negarlo, necesit

o de mi empresa, la que tantos años y esfuerzo me ha costado levantar, además de conserva

tranquilizarlos y ahor

ando? —inquier

olo a salir—. Por cierto, el domingo le mandé un correo a tu secretaria comunicándole que pusiera una oferta de trabajo, nec

no la ponga. Si lo ha hecho, que la quite. Si alguno se pone mal

ucharlo. Es un buen amigo, de eso no te

eldos y déjame decirte que mi secretaria cobra más que tus trabajadores, ya ni hablamos de la miseria que les liquidas por las extraordinari

del umbral, alarga la mano y, con el

lo que no soy e

Brig. Me marc

escucharlo más, aunque lo que sí tengo claro es qu

reventado, mi cansancio no es físico, sino psíquico y lo llevo peor. No dej

ajetreo y debes mantenerte pendiente de quién accede al edificio; pero las mañanas, ¡Dios!, el máximo quehacer es la ronda, a primera hora, de las puertas de emergencias y comprobar que los extintores estén b

onta que me invade cada vez que la veo, se hace presente. Le sonrió con afabilidad; aunque como las demás veces, no se percata de mi presencia.

días,

aludo por mera educación. E

scullar en arameo y en todos los i

stá bien. Cuando acabe el turno, dentro de media hora, hablaré con mi am

menina me palmea el trasero, se me borra al comprobar que es su amiga quien lo hace y no ella. Ni si

guna de las dos me escucha—. Ni sabe que existes. Acaba c

ecidida en mi dirección. Desde que empecé con esta estupidez ha tratado, por todos lo

mí, con esa sonrisa

as Lázaro

eguntas cada dos días», pienso mi

on esa frase—. Mi amiga es un tanto tímida y no se atreve a hablar contigo. El tem

itar mirar a la calle, dedicarle una sonrisa y guiñar

en contacto con ella —respondo,

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