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Muero por tus besos

Capítulo 4 Romper límites

Palabras:1374    |    Actualizado en: 02/05/2024

ras de distancia de la cafetería

levar, así como dos pesados rollos de papel film con el que cubrían los productos que guard

ido una discusión con su proveedor de café en granos, ya que por las fechas navideña

uellas personas pensando que serían comprometidos, pero le

la misma marca, porque ofrecer un cambio en ese momento sería c

a hablado en una ocasión con unos proveedores que acudieron a la cafetería a ofrecer

. Theresa parecía incapaz de resolver ciertos detalle

que se utilizaba, presentándose inconvenient

ron que cancelar varios pedidos por ha

hica estaba el atender ese tipo de asuntos, pero

r uso, para que no volviera a ocurrirle una situación similar, y esa mañana debía dedicarla a ent

s menesteres. Por ese descuido, ahora él no podía ocuparse de otros asuntos p

a empresa que apoyaba pequeños emprendimientos culinarios, con el fin de

canos, con un repartidor que iba a pie o en bicicleta propia, pero ya tenía

ban la mayor cantidad de oficinas y tiendas. La gente por una t

por hacer lo que su hermano debió realizar

había invitado a una vecina soltera que ella consideraba ideal para que se casara con él y le diera pronto bisnietos, pero Ethan

la, pero intento llevar adelante un negocio. ¿Te

dad. No entiendo como Gary y tú pueden vivir ahí. Por eso ti

aba, pero no era así. Si no trabajaba le resultaría difícil sobre

e para hacer compras navideñas y trabajaban más tiempo para cumpl

común y él no podía desaprovechar esa oportunidad porque

algo de su carga, viendo como un par de chicos se acerc

opezar con uno de ellos. Una de las bolsas cayó

lanzó miradas asesinas

preocuparse por el desastre que dejaron atrás,

ría amargarse po

en el suelo mientras la gente pasaba po

azos, avanzó más enfadado que hacía minutos.

e sentía preparado para lidi

su abuela. Entendía que la paternidad exigía tiempo y dedic

Tenía su propia casa y su auto y era dueño de un negocio rentable

d que no podía entregar en ese instant

predecía a su establecimiento. Quedaban pocos metro

ente, los cafés para llevar a esa hora eran los más soli

ión lo paralizó, como si de pronto hubiera chocado contra una pared de concreto. L

ra vez -soltó con can

ba el pedido de una pareja ubicada en la mesa junto

ncima, y con el que tuvo que avanzar a ciegas, ya que le impedía mira

los límites de la decoración para quitar con enfado los capirotes de burro que tenían

uevo al le

ulló, como si el delincuente que hacía

en parte, le daba la razón, pero el hecho de atreverse a destrozar su

uñecos y se aseguraba de que no hubiera otra cosa fuera de lugar. Pront

ras salía de allí ante la vista sorprendida, y en alg

repasó con recelo a los transeúntes espe

tro y puso sus orejas tan caliente

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