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La llamada

Capítulo 3 III

Palabras:1140    |    Actualizado en: 03/05/2024

quien se acerca a ella y la to

la madre de mis hijos, de eso no hay duda alguna. Eir vuelve a centrar su atención en seguir bailando y disfrutando de la fiesta, mientras yo la obs

se han ido a descansar al igual que yo. Definitivamente dormiré muy bien sabiendo quien es la dueña de esa c

se vuelva a acelerar y un escalofrío recorre toda mi espalda, es la primera vez en muchos años que me siento ansioso por ver a alguien. Me

se acerca y hace una pequeña reverencia. Ella se arrodilla cerca de mí y empieza a pasar sus manos por m

erio y frío. —Prepara mi r

e levanta de su lugar y

casa y mientras camino, me acomodo una de mis muñequeras de piel de oso, pero al no fijarme por dond

ioso por hablar con alguien, pero supongo que es normal, ya que la chica me atrae. Eir agradece la ayuda prestada y

do cul

había percatado de que tenía uno de sus frascos entre mis manos. Doy un paso atrás y veo que entre sus brazos tiene muchas cosas, no me impresiona que le cueste trabajo andar, le dije que si necesitaba ayuda, pero

ncia, diciendo que será por única ocasión que el hijo del jefe la acompañe... al menos eso es lo que ella cree. Al parecer, ella se encarga de hacer los recados en la aldea y se nota que

a tocado caminar hasta la casa de nuestra sacerdotisa, Agneta. Ella vive bastante lejos de la aldea, dice que es normal que esto se dé en

su cuerpo es muy pequeño a comparación del mío, de hecho, ella me llega hasta la cintura, ladeo un poco la

— Su tierna voz

legan hasta arriba de la cintura o hasta la mitad d

a y tampoco hay duda de que yo sea el padre de sus hijos, espero que los de la aldea no estén muy

ola desde arriba, no puedo evitar ver sus enormes pechos, que sobresalen un poco de su camisa, pero Eir no se ha da

hacia mí. —Eres exageradamente alto

o, mido d

con fuerza, sus risas son muy risueñas, ell

do, tiene el cuerpo perfecto para traer hijos al mundo, bueno, mejor dicho, para traer a mis h

e no hayan acepta

respingado su espalda, luego me voltea a ver, dedicándome una pequeña sonrisa. S

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