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Emily y compañía

Emily y compañía

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Capítulo 1 Un nuevo día

Palabras:3145    |    Actualizado en: 29/12/2023

épocas antiguas. Mi padre era un hombre honorable, el alcalde del pueblo en el que vivía, "Esperanza" así se llamaba, ni idea de en qué sig

rnet para siquiera investigar, no habían cybers ni nada parecido que me ayudara, s

dos me decían Emy por cariño, en teoría; los vecinos. Mi trabajo allí consistía en cuidar un huerto todos los días, no me pagaban nada p

una vaca, aún no me habían enseñado. A cada ciudadano se le asignaba una tarea que ayudara al pueblo, en total éramos treinta habitantes, inc

ara que no sufriera con las tormentas porque eran normales las fuertes lluvias, sobre todo en épocas de invierno. Todas las demás

cama y una mesita de noche, con un mínimo espacio vacío para poder caminar dentro de ella, pero si le metían otra cama o algo por el esti

astante amable con una disposición las veinticuatro horas del día, ya soné exagerada, pero algo así, era muy atenta, todos en el pueblo la adoraban, no era una p

ñarles el valorar lo que tienen, obvio estaba desconcertada y angustiada porque no entendía cómo iba a logr

ar a mí misma como para

n una fortuna si hacía bien el trabajo y el dinero serviría para tener una mejor vida, para mejorar la

—saludó mamá entra

en todo, pero en cuanto la vi entrar, me estiré y levanté mi flácido cuerpo para se

o? ¿Te ayudo en algo? —contesté, co

n a las demás personas, si necesitaban algo yo lo hacía con gusto, ya sea ayuda

que los tres chicos vendrán hoy en la tarde —info

cta de ella, exceptuando mi cabello naranja que nadie sabía de dónde salió, porque mamá era castaña y papá también,

s básicas del pueblo, nada. Mis ojos se abrieron más de lo común, ella notó mi expresión de asombro y preocupación al mismo tiempo, m

ara mí, lograba calmarme con el simple hecho de abrazarme, tocarme y decirme: shhh, todo estará bien. Ell

me encargó hacer algo sumamente importante, no planeaba fallarles. El solo tacto de su

decidida en ayudar, forma

nfiamos en ti —respondi

mir en cualquier lugar, no solo en sus habitaciones de lujo, porque si tenían muchísimo dinero era obvio que sus comodidades eran inm

a algo impactante, me sentía un poco mal por sus

n mente, me preguntaba qué sería el desayuno, más bien, me sorprendía que hubiese desayuno, aunque; está

s gallinas ya habían puesto? Me emocioné, al fin

na voz masculina me

lé que llevaba puesto sus lentes, quería regalarle unos nuevos pero no lograba conseguir ni un centavo, los suyos estaban medio rotos, amarrados con alambres para que las patas no se soltaran y pu

días —

os árboles que llevaban como siglos de vida, la mayoría de los muebles fueron fabricados por un artesano de

ente sucedía, a veces papá hablaba con mamá sobre asuntos políticos que tenían con la ciudad, normalme

s tres chicos que tenía que educar volvieron a m

n mi boca, sonriendo con malicia, la superior sería yo, no mamá, no papá, no ellos. Así que debían hacer lo que yo dijera sin excepción ¿No? Después de todo yo sería su tut

ras lo iba

me encontré con el señor Mario, un buen amigo de mi padre, lo saludé con la mano antes de seguir mi camino. Habían d

cabello negro se movía por el viento, parecía una de esas típicas chicas populares del instituto, las que normalmente eran rubias, pero ella era pelineg

ando con amabilidad, sin importar lo mierda que fuera, igual no le podía caer bien a todo el mundo. Su mirada de despreci

os llegaron los tomates —

ahí. Si quieres puedes venir conmigo a buscarlos —

retraso —dijo para marcharse a gran velocidad en su

rero de paja cubría mi largo cabello naranja, era la única en el pueblo con ese raro color, como una abominación, p

o al trabajo duro que conllevaba. El tiempo corría a gran velocidad, el sol era lo suficientemente fuerte c

ca

ir la furia de Brisa, toqué la puerta de su casa. Abrieron. Era su madre, ella

pero que Brisa no te haya tratado mal —expresó, ella conoc

eocupe —respondí para

lo que estaba hecha un desastre gracias al sudor. No estaba segura de la hora exacta en la que llegarían lo

ra

nsumían porque yo apestaba a hoja sudada y estiércol por el fertilizante, tenía que bañarme antes de ir, no sabía cómo entrar

hija podrá ayudarlos —af

á nunca más, les daremos un presupuesto alto que los ay

—dijo otro hombre de voz más gru

decir; desde lo que pude notar, tenían cierto atractivo que me dejó perpleja. Ellos seg

a ir en cuclillas para no alertar a nadie, lo menos que quería era hacer ruido, debía llegar al baño, que quedaba justo al lado de mi habitación. Despacio, me asomé en la puerta, com

é aliviada y me dispuse a darme una ducha rápida, solo para enjabonarme y quitarme el horrible olor

z de mamá, estaba d

e ducho, por fa

te estamos

guida

ardabamos la poca ropa que teníamos, así que en cuanto me duché, me sequé co

llo húmedo, pero

ragué saliva, parecía que querían asesinarme con la mirada ¿O solo era yo la que estaba imaginando c

a. Tratenla bien, es una chica amable y pa

como gusten —agregó

gatorio para poder estar en paz con uno mismo. Uno de ellos se dispuso a levantarse de la silla, le costó, es

rte —su voz salió grave, tomó mi

n era serena y hasta me hacía creer que podía ser un chico amigable, que no rompía n

ientras lo acompañaba una sonrisa amistosa-falsa en su rostro. Podía jurar que estaba fingiendo, así que lo juzgué con la mirada. Su ve

chico tomó la misma ini

—se presentó con una curva en su boca de o

l, mi instinto me lo decía. Su piel era más clara que la mía, imagínense, ultra blanco como los asiáticos y tenía pocas pecas, su cabello estaba arreglado, como si tuviera gel

ue extraño. El último chico no quería levantarse, estaba pasmado en su asiento cruz

ordó a

a comer —comentó mamá soltan

o dije, ni el mismísimo demonio podía resistirse a su voz. Se levantó y qu

sopló con fastidio,

del traje, tenía el cabello negro, largo y despeinado, sus ojos avellana me intrigaban. Parecía que no quería h

música la escuchábamos por la radio. Pero lo dejé pasar, el cambio para e

encargaré de ustedes a partir de ahora

iban a cambiar mi

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