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Casada con un montruo

Capítulo 7 El carnicero

Palabras:1358    |    Actualizado en: 14/09/2023

está enfermo, sé que necesitará cuidados, pero está curado, ¿no? - pregunté, sintiendo mucho pánico por la respuesta. - Por desgracia, no existe cura para este problema, pero hay alguno

tenemos. Dios, esto parece una pesadilla. - Mi madre lloraba mientras se acercaba a él. - Mamá... yo... lo siento, necesito salir... necesito calmarme. - Consigo decir las palabras entre los sollozos que salen de mis labios. Mamá no dijo nada, estaba ensimismada. Así que me fui. Mi familia se estaba perdiendo y no podía dejar que eso ocurriera. Pronto, cogí mi Land Rover y me dirigí a la única persona a la que no quería preguntar, pero era la única que podía ayudarme. Llegué al piso donde vivía Jamie y no hubo ninguna barrera, el personal estaba acostumbrado a que yo estuviera allí. Introduje el código de acceso. Cuando llegué a su piso, llamé tres veces, casi segura de que no había nadie. Estaba a punto de darme por vencida porque tardaba mucho en entrar. Oí pasos suaves al otro lado de la puerta y me di cuenta de que era él. Apareció una hermosa mujer, llevaba una bata rosa chicle y el pelo revuelto, olía a perfume Channel, que sólo le quedaba bien a Vivian. - Quiero hablar con Jamie, ¿está? - Mi suave voz vaciló ligeramente. - Guapo, tienes visita -dijo irónicamente, mirándome con burla. La miré con seriedad. Porque Jesús, esto no era una competición. Y levanté los pies, intentando ver detrás de ella, que estaba de pie

Estamos arruinados, ¡gracias a ti! Su boca se curva en una media sonrisa. - No, cariño, fue él quien vino a nosotros, el que te ahogó en deudas. - Da un sorbo a su whisky y apenas me mira. - ¡Tú! Tú... no deberías haberle dejado jugar, no deberías haber dejado que la deuda llegara tan alto. ¿Cómo pudiste? - Me muerdo un gemido de angustia. - ¿Siempre supiste cómo funcionaba esto? ¿Te acostabas conmigo y luego amenazabas a mi padre? ¡No eres más que un gusano enfermo! Apretó los músculos de la mandíbula y vi cómo se le flexionaban los brazos y se le abultaban las venas. - ¿Qué crees que soy, Alice? ¿Una maldita niñera? - grita Jamie. Las líneas de su cara son afiladas y duras. - ¡No! Es un gran negocio allí, tú hiciste la deuda, ¡tú la pagas! Si no pagas, o nos devuelves, ¡morirás! Tu padre siempre conoció las reglas. Él eligió ese camino, por desgracia ahora estás pisando sobre hielo delgado. Apretando los dientes contra una oleada de ira, pregunto: - ¿Vas... a matarme? ¿Matar a mis padres? No serías capaz. - Me tiembla la voz. Jamie se acercó a mí, con una

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