Mi vida no es la misma desde hace un año, yo era el hombre soltero más mujeriego y cotizado que tenía este país, acostumbrado a tener a todas las mujeres que yo quisiera, no importaba raza, color, religión, estrato social, nada. Era el hombre más poderoso del mundo y lo sigo siendo, en los negocios porque en el amor soy un muerto en vida, para mí no existe ninguna otra mujer que no sea mi sirena.
Mi sirena, mi doctora, mi morena, mi lienzo, mi vida, la mujer que hizo que conociera el verdadero amor, que me demostró que no todas las mujeres eran interesadas, ambiciosas y mentirosas cómo Melina o tan frívolas, caprichosas y traicionera como Lucrecia; ella fue lo mejor que me ha pasado en la vida, una loca sin sentido que no mide peligro, terca, voluntariosa, perfeccionista, sarcástica, pero a la vez, tierna, detallista, sensible, confiada, una niña en cuerpo de mujer. Me costó mucho que me aceptará, que creyera en mis buenas intenciones, se supone que ella sería la saciedad de un capricho que nació en mí la primera vez que la vi hace cinco años, y se convirtió en mucho más que eso, ella logró ser la señora Ziegermman, mi esposa, mi mundo.
Éramos felices o eso creía yo, hasta que un día me fui de viaje y al regresar encontré una casa vacía y una simple nota que decía " Me voy, olvídame". ¿Qué clase de nota es esa?, ¿Quién se va después de dos años de matrimonio sin dar una explicación? Es absurdo, llevo un año y medio tratando de entender qué sucedió, qué hizo que ella se fuera, la he buscado por todos lados, he contratado a los mejores investigadores, he ofrecido una fortuna por ella y nada.
Se que cometí un error en no decirle la verdad, pero era una noticia muy difícil que yo apenas estaba asimilando y decírselo a ella podía afectar su corazón, no puede recibir impresiones tan fuertes, podría perderla y eso no era una opción; lo irónico es que la perdí de todas formas.
Lucia Meller, la mujer que me enseñó amar la vida es la misma que ahora me la ha quitado, y por más que me digo a mí mismo que ya la voy a olvidar, que voy a rehacer mi vida, siempre me encuentro justo en este momento; pensando en ella y preguntándome ¿Dónde rayos está? ¿Me seguirá amando? ¿Se acordará de mí? ¿Pensará en mí cómo yo en ella? ¿Estará con alguien más?
Esa idea es la peor de todas, es la que me carcome el alma, imaginar a mi mujer en manos de otro hombre, me enferma, soy posesivo con ella; lo admito; pero ella es la clase de mujer que no se consigue a la vuelta de la esquina.
- Gabriel, necesito que firmes estos papeles. - escucho entrar a Emilia, ella es la abogada de la empresa y una vieja amiga.
Lucia la conoció, debo decir que no le cayó mucho en gracia, no solo porque es una mujer hermosa que estaba cerca de mí todo el tiempo sino porque en la universidad éramos amigos con ciertos beneficios, algo que quedó en el pasado.
- ¿Me escuchaste?
- Sí Emilia, te escuché - guardo la nota de Lucia en el cajón y me concentro en los papeles que me dio. - ¿Otra vez pensando en Lucía? - me pregunta con ese tono de reproche.
- ¿Quién dice que pensaba en ella?
- Porque te conozco y no hay otra cosa que no pienses, ya ha pasado más de un año Gabriel, si ella quisiera regresar ya lo hubiera hecho.
- Emilia, no quiero hablar de Lucia.
- No quieres hablar, pero piensas en ella. Eres un hombre guapo, exitoso, inteligente, con muchas mujeres a tu alcance no puedes seguir sufriendo por alguien que no te quiere. - la miró molesto y se da cuenta. - No te enojes conmigo, soy tu amiga y es hora de que alguien te lo diga.
- Muchas personas me lo dicen, no necesito a otra más; te aprecio, lo sabes; pero Lucia es un tema que no pienso hablar contigo ni con nadie.
- ¿No has pensado que Lucia pudo rehacer su vida?, capaz está con alguien más siendo feliz y tú aún estás estancado en ese episodio de tu vida. - claro que lo hecho, y me enfurece de solo pensar que alguien más pueda estar disfrutando de mi mujer.
- ¿Necesitas algo más? - le entregó la carpeta con los papeles que quería que firmara.
- Que salgas del hueco donde estas, que seas el mismo de antes, feliz, sonriente que le muestras a la sociedad y no esté amargado, solitario y triste hombre que cada noche se encierra en su casa.
- Emilia lo que yo haga con mi vida privada es mía, y si no le permito a mis padres inmiscuirse en ella mucho menos a los demás; pero gracias por tu consejo.
Sale de mi oficina molesta, odio que se metan en mi vida mucho más si el tema es Lucia, lo intento. Intento olvidarla, salgo a fiestas con mis amigos, a reuniones, eventos, muestro que soy feliz incluso he ido con Emilia, pero no me pidan más.
Decido relajarme por otro lado, en vez de estar escuchando estupideces, le digo a mi secretaria que ya se puede retirar y que llame a Nicandro para que me espere en la puerta.
- Claro señor, por cierto, su abogado le dejó estos papeles hace días, se le ha olvidado leerlos; quería entregarlos personalmente, pero como ha estado todos los días en juntas no se lo he podido entregar, aquí se los dejó.
- Está bien...- se me queda observando y no entiendo porque - ¿Algo más?
- No señor.
- ¿Entonces qué haces ahí parada? - se sobresalta y sale a tropezones de la oficina. No entiendo en qué momento se volvió tan extraña.
Veo el sobre que me dejó Salvador, ¿De qué se tratará? No recuerdo haberle pedido nada, lo veré en la casa. Ordenó mis cosas y me voy, como era de esperarse Nicandro me espera en la puerta.
- Buenas tardes, señor ¿Dónde vamos?
- Llévame al gimnasio, a ver si despejó mi mente.
- Sí señor.
Media hora después estamos en el Body-FitnessP, este lugar se ha vuelto mi refugio, aquí entreno boxeo además de hacer ejercicios, paso horas drenando todo lo que llevo por dentro.
Después de que Lucía y yo nos casamos, decidí que era hora de poner orden, y empecé con lo que mi mejor amigo me había pedido, ayudarlo a que el banco le diera un préstamo para montar su negocio. Y aquí está, un gimnasio que ahora es mi refugio, y se ha expandido en dos años que está funcionando.
- ¿Un mal día? - esa voz que interrumpe mis pensamientos.
- Más o menos, estoy tratando de entrenar, no molestes.
- Que humor, pero no puedes entrenar agotando los músculos Gabriel. Así no vas a resolver nada.
- Petter si quisiera un consejo te lo pediría, pero no es el caso.
- ¿Crees que el saco de boxeo es ella? - ¿Qué?, Dejó de golpear y lo observó.
- ¿En serio tú también me la mencionas? Todo el mundo me dice: "olvida a Lucía", pero viven recordándola constantemente.
- ¿Quién dijo que yo hablaba de Lucia? - lo miro molesto, asoma esa sonrisa de burla - yo hablaba de Lucrecia.
- ¿Qué pasa con Lucrecia?
- Eso te pregunto yo, ¿qué ha pasado con Lucrecia y Melina? Tus ex amores.
- No son mis ex- amores; Melina fue una desgracia en mi vida y Lucrecia un grave error. Y no pasa nada con ellas, Melina pudriéndose en la cárcel por todo lo que ha hecho, y Lucrecia dándose la buena vida que siempre ha querido.
- Sabes a lo que me refiero Gabriel.
- ¿Te he dicho que eres molesto? Juro que haría que el dueño del gimnasio te despidiera y te prohibiera la entrada, excepto que eres el dueño y no puedo hacerlo.
- Gracias a Dios. - Petter, es uno de mis mejores amigos y mi antiguo chófer y confidente, aún sigue siendo mi confidente.
- ¿A ver qué te tiene hoy de tan mal humor? Estás que revientas el saco.
- Problemas en la empresa, un cliente que no se decide de una vez a firmar un contrato.
- Mm, y yo como soy uno de esos amiguitos tuyos que te creen el cuento, te dejo de molestar. - lo odio porque me conoce bien.
- Estaba pensando en algo que me ha dicho mi mamá, Sabrina, Sebastián e incluso Emilia y la insoportable de Lucrecia.
- ¿Qué será?
- Es hora de dejar el pasado, no puedo estar estancado en algo que no va para ningún lado y soy Gabriel Ziegermman, no puedo darme el lujo de seguir siendo un zombi.
- Me parece bien, ¿qué decisión tomaste?
- Lucía...- me mira sin entender - ella se quiso ir de mi vida, está bien, le daré el gusto. A partir de hoy, no existe para mí.
- Ya te he escuchado decir eso varias veces.
- Está vez es definitivo.
- ¿Hablas en serio?
- Totalmente en serio, Lucia Meller ya no forma parte de mi vida. Ella escogió un camino donde no estaba yo, así que yo tampoco la quiero en el mío.
- ¿Por eso hiciste lo de los papeles? - lo miró sin entender. - Gabriel, se sinceró conmigo. ¿La has buscado?
- Claro que la he buscado, me extraña que me preguntes eso, tú mejor que nadie sabes cómo fui y he sido con ella; pero si ella no quiere aparecer es porque no quiere regresar y yo me cansé.
- Me sorprende que Gabriel Ziegermman, el que encuentra todo, no la haya podido localizar.
- Lo mismo digo, lo que me lleva a una conclusión.
- Me preocupa cuando dices esas cosas, tu juicio no es muy bueno cuando se trata de Lucia.
- No discutiré eso, pero la conclusión es que, ella no quiere ser encontrada, por lo tanto, ella me pidió olvidarla; eso haré. Así que no quiero escuchar más el nombre de Lucia Meller ¿Entendido? - afirma.
- Antes de no volver a tocar más el tema, ¿No has pensado que tal vez alguien de tu familia o quien te rodea sepa dónde está?
- No, ¿Quién podría saberlo? ¿por qué me lo ocultarían? Todos saben lo destrozado que me dejó y eso es algo que jamás se lo perdonaré. ¡Ya! Fin del tema.
- Bien, fin del tema. - así decido seguir entrenando y Petter me acompaña sin mencionar más a Lucia.
Al rato llega Sebastián - Sabía que aquí te iba encontrar. Hola Petter.
- Hola, Sebastián. ¿entrenas?
- Mis dosis de ejercicios las hice esta mañana en casa con mi mujer, gracias.
- Lo que menos quiero es escuchar tu vida sexual con mi hermana. - Le digo asqueado, es una imagen muy bizarra en mi cabeza.
- Yo no mencione el sexo, fueron ustedes en su cochina cabeza.
- Ya estás aquí y arruinaste mi entrenamiento ¿Qué quieres?
- El proyecto de los árabes, hay que entregarlo la semana que viene y aun no hacemos el boceto; has dicho que tú lo vas a hacer, así que dime si vas a poder o no.
- ¿Cuándo he fallado en un proyecto? Puedo tener miles de problemas, pero siempre cumplo con mi trabajo, así que relájate.
- Relájate, es lo único que sabes decir. En vez de estar en reuniones y paseando con Emilia por las calles de esta ciudad deberías terminar ese proyecto.