Este soy yo, Nate Davies, un ahora exitoso ingeniero electrónico que se encuentra postrado en la tarima de una sala lujosa porque acaba de cerrar un trato, rodeado de muchas personas desconocidas, que jamás en mi puta vida he conocido o visto, pero que hoy están conmigo. Acompañándome en esta celebración.
Pero de eso se trata, creo firmemente qué las decisiones que tomamos nos lleva a donde elegimos. Yo decidí alejarme de todo. Mi ciudad natal, porque ahí yacían mis más hermosos y tristes recuerdos. En mi ciudad natal la vida me duele, pero desde que me fui me he dado cuenta de que en cualquier otro lugar duele un poco más. Aunque lo soporte, me encuentro muy a menudo con las ganas de querer dejarlo todo y perder... El hecho de no estar con las personas que quiero y son parte de mi vida ya es mucho motivo.
Pero que podía hacer, quería tratar de averiguar si podía continuar dejando de lado cosas que necesitaba con tanta intensidad, como su compañía, porque sí, como a muchos y estoy seguro más del 70% nos pasa, esta dolencia y enfermedad se debe a una persona muy importante, y ella era y sigue siendo lo más preciado para mi.
Esa chica que desde el primer momento creó un nudo en mi garganta con tan solo una mirada. Con la que te vuelves alguien tartamudo cuando la sientes demasiado cerca. Y que con su sonrisa y actitud te demuestra lo que la vida puede ser, mucho mejor de como la percibimos. Ella logró colarse hasta en mis huesos, que ahora sienten lo frío de su ausencia.
Por ella y por mi, porque nunca fui capaz de decirle cuanto la quería, siempre tuve miedo de perder lo que para su vida era, su mejor amigo. Y mis intentos por demostrarle con hechos lo que por ella sentía fallaron, el destino y las coincidencias no jugaban a mi favor. Nunca, pronto lo entenderán.. Porque aquí, mientras estoy parado delante de todos haré una pausa para contarles todo lo que he pasado hasta llegar a esta noche, todo lo que me llevó a leer una hoja con agradecimientos que ni siquiera escribí yo.. ¡Si!.
No creo que los desconocidos invitados se molesten por contarles a otros desconocidos lo que la vida me ha golpeado, la vida es ella para que entiendan el contexto... Pero a lo que voy es, prefiero contarles mi historia a desconocidos que quieren saberla a que estar hablando de estupideces y que estas otras personas sonrían amplía y alegremente sin entender ni una palabra de lo que digo, parecen estar estáticos, hasta hay una señora con un sombrero que estoy seguro totalmente es de la época de antaño con cara de bulldog la cual combina con su carácter, gracias a Dios no está mirándome, moriría de la pena si eso pasara, si tuviera que adivinar su nombre ya tendría uno en mente. Isabel, pero del resto todo parece ir mucho más lento...
Me dará el tiempo.. O eso creo.
¡Pero ya!, basta de tanta cháchara, a lo que vinimos.
Comenzaré con contarles cuando me empecé a enfermar con el virus del amor.
NATE DAVIES (9 AÑOS)
—¡Te he pasado ya!—. Grita Matt eufórico.
—¡Ya veras!, te alcanzaré.—. Contesto desafiante.
Jugábamos a la play station, precisamente estábamos en una carrera de formula uno cuando escuchamos a lo lejos el grito de nuestra madre diciéndonos.
—¡¡Chicos bajen a comer!!.
Como todo niño, al primer grito no hicimos caso, el segundo fue con mucho más fuerza, suficiente como para darle pausa a nuestro juego y mirarnos a la cara.
—¿La terminamos?—. Dice Matt refiriéndose a la carrera.
—Tengo hambre—. Contesto encogiéndome de hombros.
—¡Vaya vaya! se te abrió el apetito al ver que ibas perdiendo(?—. Se ríe y se levanta bruscamente para esquivar mi posible golpe.
Decido correr detrás de él escaleras abajo, en dirección a la cocina. Apenas pasamos dos escalones ya el olor de lo que nuestra madre había preparado llegaba a nuestras fosas nasales. Exquisito y sabroso.
Mi madre desde pequeña le ha encantado cocinar y todo lo que tenga que ver con ello, hace platos para chuparse los dedos, nosotros hacemos el papel de ser sus catadores, y la verdad es algo que haría de por vida. Hemos probado toda clase de platos.. Ella tiene un lema, primero se enamora al olfato, y luego a la panza. Frase loca pero qué con ella, nos dio de comer muchos vegetales sin siquiera saber que allí estaban. Siempre que terminábamos de comer nos decía que era lo que había preparado, siempre se notaba entusiasmada al hacerlo, además le encantaba pensar que nuestra pequeña sala era un enorme restauran. Siempre se muestra profesional cuando entra en una cocina.
Pero no todo es color de rosas, mi madre ha intentado entrar a trabajar en restaurantes, pero no ha tenido la suerte. Casi cuatro meses lleva intentando, dejó su trabajo de cajera para hacer lo que le gusta. Y eso está bien. Lo que esta mal es que en ninguno le den la oportunidad de demostrar que ella es la mejor en la cocina.
—Se lavan las manos primero—. Ordena mi madre y hacemos caso.
Luego nos sentamos a la mesa con papá quien se encuentra leyendo un periódico.
—¿Iremos al parque padre?—. Pregunto después de un rato.
Mi padre asienta mientras le da un sorbo a su café.
—Sisi, iremos sin mamá porque tiene que arreglar unos papeles.
Asentimos al mismo tiempo Matt y yo algo cabizbajos, sabíamos a que se refería, tenía que ver con lo de buscar trabajo. Muchas cosas están cambiando, pero sabemos que eso tiene que pasar.. Nuestra madre nos dijo que todo en esta vida es una transición.
—Solo traten de comportarse, parecen animales allá afuera.
—Bueno madre, hay signos zodiacales que lo certifican.
Empezamos a reír, mi padre negaba junto con su esposa. A veces parecían comunicarse con tan solo miradas, como si pudieran leer sus mentes. Que loco.
—¡Estos niños!—. Expresa mi padre con una sonrisa y vuelve su mirada al periódico.
—Yo soy un León y Nate un carnero—. Me río.
Terminamos de comer y nuestra madre nos mandó a darnos una ducha y ordenar toda nuestra habitación antes de salir. Nos tomó como media hora, en cuanto salimos al garaje mi padre ya se encontraba listo también.
—Suban, nos vamos.—. Avisa y se despide de mamá.
Siempre que vamos al parque nos llevamos una pelota de fútbol. La pateamos hasta cansarnos juntos, o de vez en cuando se nos acercan otros chicos para jugar.
Mi hermano se sentaba enfrente, de copiloto ya que sobrepasa mi edad. Matt es dos años mayor que yo. Eso quiere decir que puede sentarse de copiloto cuando nuestra madre no está.
Yo siempre me pongo cerca de la ventana, para mirar a través de ella.
—¿Que música quieren escuchar?—. Pregunta mi padre.
Sabía nuestra respuesta. Matt me mira porque sabía que yo sería quien respondiera.
—Baby i'm yours- Breakbot.
Nos encantaba el ritmo mucho. La empezamos a tararear en cuanto mi padre la coloca. Nos alegraba mucho el día escucharla, en serio lo hacía.
Cantaba mientras miraba por la ventana. Miraba los árboles, las personas paseando a sus perros por la acera, los distintos colores de los buzones de cada casa.. Y entonces de la nada todo se empezó a ralentizar cuando vi a una chica, de como mi edad o tal vez menos.
Dejé de tararear la canción ya que hasta eso iba un poco más lento en la parte que dice
"Something tells me that I'm dreaming.
I can see us there
Waving unaware".
Sus ojos negros del color de su pelo, y su piel blanca, una camisa rosada que combinaba con el color de sus cachetes pero que no combinaba con su mono amarillo eléctrico, me estaba mirando. Mientras pasaba ambos nos miramos, ella me sonrió y algo se atoró en mi garganta sin siquiera yo comer algo. Tragué varias veces en cuanto pasamos de ella y de esa casa, la cual siempre había estado sola. También escuché a mi padre decir, "Ya llegaron los Jones, espero todo vaya bien" alargando un suspiro.
No pude hablar hasta llegar al parque, no terminé de tararear la canción, apenas y le presté atención.
Salimos del auto, Matt cogió la pelota y empezamos a correr.
—¿Que tienes?—. Espeta Matt mirándome confundido.— La pelota está allá.
Asiento y corro hasta llegar a la pelota pateándola de regreso.
Seguimos jugando por un largo rato mientras mi padre hablaba por teléfono. Nuestro padre trabaja de agente inmobiliario, nos explicó que se refiere a que le consigue hogares a las personas, sea que lo quiera por un rato o de por vida. Osea, vende casas.
Seguimos jugando hasta que Matt y yo nos cansamos y decidimos volver hasta donde estaba nuestro padre. Sudados y con la respiración agitada caminamos hasta él.
—¿Quienes serán?—. Pregunta Matt algo confuso, coloco mi vista en dirección a la de Matt para ver a qué se refería y solo me fijé en algo, en una persona.
La niña que hace un rato vi, la cual me sonrió.
Al parecer mi padre conocía a sus padres. La chica se dirigió a otra parte mientras que su madre parecía darle ordenes que ella no acataba, no quité mi mirada de ella, en eso sentí como mi estómago se encogía, posé mis manos en la barriga y toco con una mano a Matt.
—¿Que pasa? ¿Tienes ganas de cagar?—. Pregunta riéndose. Niego, no sabía si de verdad tenía ganas de ir al baño, pero sentía algo raro en mi estómago.
Cuando estábamos cerca de nuestro padres, las personas que estaban hablando con él se retiran, al parecer estaban reprendiendo a la chica por alejarse mucho.
—¿Quienes son?—. Pregunta Matt primero, ya que yo estaba por preguntar lo mismo.
—Solo son unos clientes, y vecinos. Están a solo una cuadra de nuestra casa, ¡nos invitaron a cenar mañana!
En mi mente solo pensaba.. ¿¡A cenar!?.
Con esa chica que hace que me den ganas de hacer popó(?. No lo creo.