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Mi relación con Pasha empezó a volverse demasiado extraña.
Estábamos en una de esas fiestas de estudiantes en un piso con Natasha y Nastya, donde decidimos celebrar el final de nuestro segundo año de duro trabajo académico.
Al principio sólo bebíamos cerveza, bailábamos, contábamos diferentes historias, recordábamos incidentes divertidos ocurridos durante todo el año.
Al principio bailé con Kolka, que me parecía muy atractivo desde el primer año, pero la mayor parte del tiempo estaba con Natasha. Y entonces, de alguna manera, no me di cuenta de que Pasha estaba sentado a mi lado.
Natasha intentó contar cuántos éramos en el piso, pero teniendo en cuenta que la mitad nos habíamos desperdigado por las habitaciones y los recovecos, parecía que habían venido casi la mitad de los tres grupos del curso, es decir, unas 40 personas.
- ¿Quieres ir a un sitio privado? - me susurró Pasha al oído.
Me volví hacia él sorprendida, frunciendo el ceño. ¿Qué es lo que quieres? ¿Estás en tus cabales?
- Sólo estaba hablando, no quería decir nada. - El chico empezó inmediatamente a justificarse.
Por su cara de susto me di cuenta de que todavía era virgen y que apenas había tenido novia.
Yo ya había conocido a un chico de quinto curso y me había acostado con él un par de veces, me gustaba mucho, pero luego descubrí que salía con otras dos chicas además de conmigo y yo misma rompí.
Fue hace tres meses, todavía no le saludo, supongo que quería algo más de esta relación que sólo sexo.
Pavel me parecía muy experimentado, comparado con él, nuestros chicos son sólo de parvulario, aunque todos somos adultos.
Y ahora, cuando Pasha con tanta sinceridad e ingenuidad en los ojos me invita a estar a solas con él, estoy más que segura de que espera, como mucho, un beso.
- ¿Así que dices que no es nada, sólo un poco de intimidad y una charla? - Sonreí con picardía. - Vale, vámonos.
- Eh, ¿adónde vas? - Natasha frunció el ceño: ¡Esta va a ser la mejor parte! ¡Vamos a jugar a la botella!
- Hace tiempo que crecí para este juego infantil. - Resoplé y, cogiendo a Pasha de la mano, lo arrastré a la habitación.
En la oscuridad era difícil distinguir quién estaba ya dentro. Podía oír a alguien susurrando desde el lado de la cama, y alguien más estaba en el alféizar de la ventana.
Sonaba música, alguien debía de haberla encendido en su teléfono para hacer cosas más íntimas. Probablemente para que nadie oyera nada.
- ¿Empezamos a hablar? - Sonreí, tirando de Pasha y sentándolo en la silla junto a la puerta.
No se sentó en la silla, sino que se dejó caer, y hasta me pareció ver en la penumbra cómo le brillaban los ojos asustados.
- ¿Por qué tienes tanto miedo? ¿Tienes miedo de que te toque aquí? - Le toqué la bragueta y el tipo casi se desploma.
- No -dijo inseguro-. Si te gusta, tócamela.
- Me gusta, pero tienes un dormilón ahí dentro. - Sonreí y empecé a acariciarle suavemente el bulto. - No pasa nada, ya le despertaremos.
Me llegaron gemidos desde un lado de la cama y sentí que se me hacía un nudo en el estómago. Tal vez fuera la gran cantidad de alcohol, pero por alguna razón quería hacer algo que no podría permitirme en un estado de sobriedad normal.
- Pash, ¿te gusto? - pregunté y me senté en su regazo, abrazándolo por el cuello.