Natalie envolvió inconscientemente con sus brazos el cuello de aquella persona.

Al ver el rostro que tenía justo delante, casi se le sale el alma del cuerpo.

"¿Señor Braxton?".

Las cicatrices en la cara de Jarvis eran lo suficientemente aterradoras como para hacer que uno saliera huyendo en busca de ayuda.

"¿Qué significa esto? Literalmente estás lanzándote sobre mí". Su sonrisa parecía la de un demonio.

Natalie recobró enseguida la compostura y se apartó de Jarvis en cuestión de segundos.

"¿Qué te trae por aquí?", preguntó con frialdad. Había sido él quien la había atraído hacia sí. Le enfurecía que fuera tan descarado como para estar reprendiéndola.

"Vine a darte un regalo".

Jarvis sacó el regalo que había comprado para ella inmediatamente después de haber terminado de hablar.

Se trataba de una hermosa horquilla en forma de mariposa, decorada con diamantes. Combinaba a la perfección con el precioso vestido azul claro que vestía Natalie.

Daba la impresión de ser un vestido de baile, compuesto por un top ajustado y una falda de organdí azul adornada con docenas de mariposas artificiales. El dobladillo flameaba, y las mariposas bailaban como si estuvieran vivas con cada paso que daba.