e fijó en él, el mundo desapar
l, de no querer verlo, estaba aquí. Y lo
Clark, el nuevo CEO -anunc
a revolverme el estómago como si tuviera quince años otra vez. Y estaba justo enfrente, en la misma mesa, en el lugar donde más quería estar para tener una oport
estaba más corto, su rostro era como recordaba pero más masculino, más maduro. Su cabello claro, esos ojos hermosos, esa cara perfecta. Era ridículo cómo una imagen nos puede impresionar, mi ce
dan entender mi dolor, mi shock y angustia, es ne
y eran inseparables, y yo, por descarte, terminaba colándome en todas sus citas de juego. Me llevaban a todos lados, y donde estaba Annie estaba su hermano. Mi madre
los dulces
las piernas. Él siempre sabía cómo hacerme reír: saltando olas, inventando historias de tesoros escondidos, jurando que algún día me enseña
rfecta. Brandon estaba ahí, aunque al inicio no era nuestro amigo. Pero poco a poco se convirtió en mi héroe personal. Siempre me protegía, me enseñaba a armar rompecabezas, jugaba conmigo aunque sus amigos se rieran, e inclu
cantábamos frente a la fogata. Los padres de Annie y Brandon eran más cariñosos conmigo que mi propia madre, y eso me hacía quererlos más. Annie era dulce, Brandon era mi amigo, y su prim
ivilegiada, con suerte. Eran los niños más populares, eran lindos, tenían las mejores
maginarán que los niñ
a en que los niños pasan a adolescentes. Bueno, no fue atractiva para mí. Yo había cambiado, y mucho. Había notado que mi cuerpo no era el que las revistas llamaban "bonito, deseable y esperable" para una
a muñeca, alta, delgada, perfecta. Y Brandon... bueno, Brandon era el chico que hacía suspirar hasta a las profesoras. Era lindo de niño,
porque sabía que jamás se fijaría en mí. Sentía que él me entendía, me conocía más que nadie, me comprendía. Él veía cosas en mí que nadie hacía, me apreciaba, yo sabía que sí, pero no como yo quería. Con todo y eso él siempre iba a hablarme, no era como antes, pero, sin embargo, en los pasillos me saludaba, me ayudaba con matemáticas y me sonreía; parecía que se acercaba a mí y luego se alejaba. Supongo qu
su novia, si había besado a tal o cual chica, si prefería a las rubias o pelirrojas, o incluso con quién se habría acostado ya. Las especulaciones eran muchas y todas me d
a del primer amor. Él se destacaba en las asignaciones, era representante de su clase, y yo me aislaba más, pintaba, decoraba, me perdía en mi mundo de fantasía, ese que yo creé para sobrellevar mi vida. Pensé que, aunque habíamos crecid
día, cuando llegó ese día espantoso que siempre recordar
de chicos. Me escondí, no sé qué me animó ese día a quedarme espiando. No sé si fue una buena idea, pero ese momento, esos minutos, formarían una parte importante de m
invitar a tu ami
tarios sobre mi cuerpo, mis curvas, mi sobrepeso, sobre lo rápido que diría que sí porque "seguro no ha tenido novio" por que no tenía experiencia, una pobre virgen, una tonta a la que nadie le prestaría atención ¿Eso era lo que Brandon tamb
s había escuchado en su voz-. A menos que te gusten las mujeres co
a de la escuela!
osa. ¿No sa
podría salir ¿Están locos? -añadían los otros. Este era el peor escenario, uno que
con grandes carcaj
sonrisa que parecía no conocer el daño que causó. Su voz parecía un eco de un pasado al que había intentado renunciar. Ahí estaba,
en mi carrera, pero él era nada más y nada menos que el CEO. El gr
que habíamos vivido, o mejor dicho, todo lo que él había provocado con una sola frase, volvió a mi mente
tes lo había hecho. No solo lloraba por lo que dijo Brandon, sino por lo que representaba: el fin de una parte de mí que creía intacta. La chi
urla de todos. Los apodos crueles, las risas que me perseguían en cada pasillo. Yo, y solo yo, cargaba con esa humillación. Y no se olvidó en unos días o semanas. Continuaron por años, fui la marginada, la chica regordeta que estaba en la mira de la
ra de mis inseguridades. La idea de ir a la playa con ellos, de ponerme un traje de baño y estar expuesta, me aterrorizaba. ¿Estaban locos? Sabía que Brandon regresaba en vacacio
charlas por mensajes y las pocas salidas que logramos tener eran el bálsamo para mi alma rota. Me contó algo que nadie más sabía: era gay. Guardar
hizo un empresario exitoso, mientras yo luchaba día a día para reconstruirme. Por años los evité: cumpleaños, vacaciones, eventos especiales. Sus padres me llamaban, Annie también, pero me convertí en un fantasma. Aprendí ilustración por mi cuenta, hice cursos, y sobreviví trabajos que me p
ido diferentes, tal vez nadie se habría fijado en mí. O quizás habría tenido la fuerza para luchar, cambiar de
, finalmente conseguí este puesto, el que quería, el que luché por tener. Había demostrado ser creativa,
on Clark, el mismo chico cuya palabra hizo añicos mi autoestima, es ahora el h
futuro? Nadie lo sabe, quizás esté escribiéndose. Pero les p
no hubiera dejado cicatrices profundas en mi vida. Me miró y saludó hasta con cariñ
pude contener