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Desalmada

Capítulo 4 IV

Palabras:1120    |    Actualizado en: 16/11/2022

duras pruebas de su existencia. La sangre fría corría por sus venas como un

a frágil mujer. A la que hizo protagonizar tantas

cha duró el tiempo que pudo permanecer oculto su accionar. Pasó la raya dur

su vida. No podía morir, aunque le importara poco. Lo que en verdad quería era volver a sentir, una y otra vez, los incontables placeres qu

su escondite vio un Jaguar observándolo desde el otro extremo del río. Se miraron por segundos, hasta que un ruido proced

n eres? ¿Qué

, con desconfianza. Es todo lo

on nos

uplico! —dijo fingie

l Jaguar, ¿lo ha

o —afirmó. El animal le había salvado y le regr

nosotros o no? No es

or que quedarm

mpamento a una

lanca. Se quedó con una franela gris que llevaba debajo de la camisa y tiró esta

dido. Acaba de matar a un niño, d

ifícil cazarlo porque está justo en

le había mandado esta salida y debía aprovechar la oportunidad. No ten

rte. La historia completa tenía alrededor de 8 años. Nunca se supo lo que en verdad sucedió. Algunos comentaban que habían sido poseídos por el mismísimo demonio. L

lo comentaban. El suceso fue una vergüenza para la comunidad. Rosa fue recluida en una habitación. Su marid

e su matrimonio con el viejo Joaquín. Él era un señor

oría. Tenía lo básico para vivir. Así que, cuando él llegó a

signaban. Se corrió el rumor que lo mataron de diez disparos. Otros afirmaban que había muerto col

o final. Aunque no sabían ni como era, afirmaban recordarle de los trabajos. L

menzaba a salir de casa, pero aún no se atrevía a presentarse en la iglesia. Se alejaba de la gente, iba al río a lavar sola

ía un sombrero gris, ancho y medio doblado y una larga camisa beige, como dos tallas más grandes. Un pantalón jean y una bol

in detenerse. No deseaba entablar una conver

a aquel hombre. Siguió su camino, sin darle la meno

e cubría parte de la cara. Y arrugando el rostro silbó con l

—preguntó el viejo ¿No

alejándose—. Tengo mucho trabajo

ia de idea me avisa, estaré por aquí ¡No hay por qué

aisaje. Rosa siguió unos metros adelante procurando estar distant

ió en el río como un caimán. Y nadando debajo del agua, metió su cara entre sus pier

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