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Gemas de Poder

Capítulo 2 La Familia Adams

Palabras:2479    |    Actualizado en: 18/10/2022

os carros, los maullidos de los gatos y uno que otro perro, quizás respondiendo la conversación de un ladrido anterior. Su posición era intencional pero por más quisiera evadir lo que sucedía en cas

quiera, sin ritmo alguno. En esa última pelea, pese a todos sus esfuerzos escuchó con claridad cuando Dilas dijo que ella no era su hija y que Thaly debía tomar a Samantha e irse. Ese «tu h

ntes de ir a ver a Samantha a su habitación, en esos instantes se calmaba y se lavaba las lágrimas de la cara tratando de disimular su dolor, aunque

dolos acomodados por tamaño uno al lado del otro en su mesa. La organización era una fijación que estaba desarrollando, una tar

abrazando a Paquito, su pequeño oso de p

grimas y tragar el nudo doloroso que sentía en la garganta. Con cada respiro se concentraba en calmar las palpitaciones de su cor

leer todas sus dudas. Se subió la sabana hasta el cuello en un intento infantil de tapar su roto corazón, sin embargo, en cuanto Thaly vi

ó a su lado, sus ojos quedaron a la misma altura, le aca

dies a tu padre. El también algún día asimilará todo y los dos podrán recuperar el tiempo que hoy él... -Tha

lo era una promesa difícil de cumplir, pues su sangre comenzaba a

ntestó

negros penetrando su alma y casi suplicando con ese rostro hinchado y mojado de lágrimas. Afi

o más indispensable en tu bolso y pon las otras cosas sobre la cama que las guardaré en mi maleta. Lo que

endió porque no había notado que lloraba mientras su mamá le hablaba. Thaly le acarició una vez más

ento dejó

.

e el miedo de la partida desapareciera y pudiera caer en un sueño profundo que la ayudara a mitigar el dolor. Quizás fueron quince minutos o una

ha pasado? -

i ese Noide te hizo al

, era la forma que usaba su abuelo para referirse a

uier centro comercial, quince minutos de la casa de Dilas y Thaly y quince minutos de cualquier heladería decente. Para Samantha

es pidió espacio a sus padres para hacerlo sola. Pero ella fingía dormir profundamente, entonces la dej

que escondió con astucia los sollozos ahogados de Samantha. No hubo música ni palabras que rompieran el ambiente estático du

n cesar que cuando ella y su abuelo decidieron casarse no tenían dinero para tener su propia casa, pero él le prometió construirle un hogar con sus propias manos, y así lo hizo. Años después la abuela decía en

na cocina inmensa que conectaba todas las habitaciones. La cocina era el corazón de la casa tanto en el plano físico como en e

ades, incluso pensaba que las habitaciones eran designadas de acuerdo a la apariencia del producto final. Por eso la sala de v

después construyó la cocina y le dio acceso al cuarto y al único baño de la casa. Cuando llegaron los hijos construyó otra ha

llo que cortaba la edificación completa en dos partes iguales, cuando en realidad eran dos casas unidas solo por las ideas de Enrique. Esa segunda casa nunca la terminó, la

os faltaba jamás en la mesa porque Elia adoraba cocinar y que sus invitados disfrutaran la comida. El día para la abuela comenzaba con un desayuno grande: huevos, panqueques, tostadas, tocineta, jugo, café, lec

pero era la casa más especial, única y divertida en la cual una ni

zul a través de las plantas, hojas verdes, amarillas, naranjas, con flores, con frutos. Allí, tumbada boca arriba con el sol calentando su rostro se encontraba en paz. En ese lugar se permitía pensa

nstrucción, distribución y de ángulos. Intentó evitar los errores cometidos en la primera casa así que construyó el baño en primer lugar para que este no colapsara, luego quiso hacer una seg

Pero solo una vez vio a su abuela enfurecer de verdad y fue cuando hizo una torta y Enrique la robó, se escondió con Samantha en el cuarto principal y la comieron entre los dos. Cuando Elia vio que faltaba la torta aporreó la puerta

empezaban con un día aburrido o rutinario de Samantha y terminaba por lo general con un silencio de la abuela, una risa de Thaly y mucho que limpiar y recoger; como esa vez que Samantha quería volar una cometa y tr

tunda porque era su cumpleaños. La discusión la ganó Elia y a las siete estaba en el colegio enfurruñada entrando a clases, pero a las ocho estaba Enrique en la puerta

lección inmensa de flotadores de playa listos para llenarse. Al llegar a la playa colocaron las sillas, abrieron la sombrilla, inflaron los juguetes y comieron sándwiches y chuchería. Compraron hela

ar cuando llamaron al colegio y les dijeron que Samantha no estaba. No obstante esa noche cantaron la canción de cumpleaños en torno a una torta sencilla, era la tradición familiar sin importar lo que suced

ordaba en secreto a su papá cuando notaba que su mamá no sonreía como antes. Pero los días transcurrí

los comenzaron

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