Desde las cenizas
a memoria, vaporosa, distante. Lejana como ese sol que anhelaba ver y, pese a ello, no salía de entre las sombras. Inclinó la cabeza hacia la derecha, la larga cabellera negra se le de
s de otras, pero a Emma no
ella le parecía increíble su personalidad a veces seria.
lla, que nunca les permitió a otras personas saber sobre el b
uando la veía llorar. Pensó en lo débil que fue ella dura
meses duros en los que se sumió en una terrible depresión que parecía matarla. Pero también fue en ese período, en medio de aquel infierno en la tierra, que Christian apareció para salvarla. No se trataba de que nunca hubiera estado, no era qu
ldado estricto -como lo era su padre- tenía sus consecuencias. Ella se había alejado de su grupo de amigos, sobre todo de Christian, debido a la vergüenza que sentía por haber sido rechazada por Reece el día de San Valentín. Esa actitud le h
cuando la vio acorralada contra una de las paredes siendo molestada por varias estudiantes d
e al escuchar el débil la
ía feliz ni preocupado; él lucía enojado más que cualquier otra cosa. Tenía los labios fruncidos, al igual que el ceño
si sint
a los ojos. Eran de un hermoso color café, per
e como una maldita niña cobarde. Dime por qué no te defiendes y dejas que te h
stante, las lágrimas brotaron tibias, cargadas de angustia y esa
argo, eso había sido antes, durante la infancia; lo que sentía por Emma no era más que... Recién se dio cuenta que no dejó de amarla. Quiso a
e secó las lágrimas. Emma colocó su propia mano sobre la de él
is -
Emma. Yo solo...
ento,
a los ojos. Eso lo d
onri
debí haber dicho es
mma volvió a quebrarse. Lloró por Reece, al mismo tiempo que le enterraba las u
, estoy aquí..., no me iré, Emm
o y afirmó con un pequeño movimiento de
, después volvió a escon
arse su corazón. Si Reece no lo quería era cosa
la dicha de saberse amada con tal intensidad por quien menos lo esperaba. Fue el inicio de un preciosísimo cuento de hadas que terminó convirtiéndose en una historia de terror. Y, au
zo. Christian ja
jo Emma, lo habría amado
ccionar. Reconoció la voz de inmed
za, y no brillaban como antes, no como ella los recordaba. Emma sintió pena por él. Re
volvía difícil reconocerlos, sin embargo, fue capaz de diferenciarlos. Tenía buena memoria. Se alegró de que sus compañeros más cercanos del colegio estuvieran en e
uesto un vestido negro con una flor de loto blanca bordada en la parte izquierda. Sollozaba en silencio, a la vez que acariciaba con el dedo pulgar la parte interna de su mano. Ambas se vieron
na, no te es
iciar la ceremonia. Reece meneó la cabeza restándole i
o se siente. Cuando murieron m
de Reece, eso hizo que dejara de sentirse tan culpable
ectado. Yo nunca imaginé volver pasar por algo como e
o por co
lo hago,
guida, el silencio los envolvió cuando Julie se acercó a ellos para saludar a la pobre mujer que se había quedado viuda antes de casars
de sí, diciéndose que Reece hab
ios; mas no le afectó en gran manera, ya nada lo hacía desde de la partida de su prometido. Aun así, meditó en la situación, en lo que haría. ¿Qué sería de su vida en adelante?, ¿cómo enfren
tó el hecho de que con cada paso que él daba, con su habitual soberbia, las personas se
. Hubo friald
sintió cómo su intensa m
gresaba después d