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Capítulo 2 Cicatrices

Palabras:5346    |    Actualizado en: 09/07/2022

iendo así que cada palabra llegase con total claridad a sus oídos, a veces convertidas en susurros, en otras como un fuerte chilli

encia se veía sumida en la tensión, las discusiones y los gritos. Se convertía en un desorden de un hombre y una mujer gr

or ella. Cuando pasaba adentro, él abría sus brazos y la sostenía entre ellos, llevándola a la cama y acurrucándola entre sus sábanas y su aroma, creando una barrera que los protegía del resto del mundo, de los

, todo había cambiado. L

Jugueteó con sus dedos, tiró del bordecillo de su sábana, la ansiedad la consumía y se arrastraba por su piel, las palabras cosquilleando en sus oídos. "Es tu culpa. ¡Tu maldita culpa!" escuchó desde abajo y dejó ir un

vemente la cabeza; miró aquella al otro lado del pasillo, a pocos metros, completamente cerrada. Él ni siquiera estaba en casa esa noche. Ya no lo hacía. Sintió su

arse. Cerró sus ojos. No lloró,

n. No era muy sociable, ni divertida, y tampoco tenía algún talento oculto o algo que la hiciese especial a la hora de mirarle. Nadie la consideraba como algo más que un término medio, l

. En Londres, en New York, en Paris. Cualquie

y le dedicaba un saludo lejano y sutil, alejándose luego hacia las gradas con un libro en manos. Se acomodaba allí, sus manos pequeñas y menudas pasando las páginas y su atención perdida en algún mundo, a veces, alguna chica de un largo

de los cotilleos que recorrían los pasillos. Nadie se lo pre

ojo y volteó ante su acompañante con las finas cejas negras alzadas— Piénsalo. Burdas y horribles cicatrices

excusa parece demasiado simple. Además, ¿Azael Harvet sería

el silencio como respuesta, aunque luego fueran Thomas y Nish cubriendo sus errores. Sin embargo, Azael lo aclaraba al final, con sus manos con trozos de piel y sang

hac

ugio, sus palmas presionando casi sin fuerzas y apenas asomó su cabeza la plática terminó y la

ca de ella misma. Y sin una palabra, salió del vestuario de chicas con una aparente calma que, en definitiva, no sentía. El silencio la

o comenzaron a alejarse, luego, le rehuían la mirada y poco después se escondían para no poder hablarle. No la ignoraban o repelían —No, aquello hubiera sido una sentencia total— sino que se escondían, evitándola, huyendo de que la viesen a su lado. Fue cuando ella notó que todos se a

a en un manuscrito para Hussell Private College,

lla que no lo era, en realidad, pe

diante de intercambio de estatura pequeña y sonrisa grande. Nadie se lo advirtió ni dijo y cuando él, sin saberlo, se le acercó con palabras amigables y un divertido acento irlandés. Para Aurora aquello fue magnifico, él la hacía reír, la miraba a los ojos, no temía pellizcarle en

do quien se lo dijo. Nunca supo cuál de sus primos fue y de

de y azul. El chico irlandés de intercambio —se llamaba Hebbie, y Ría solía burlarse comparándolo con un duende, porque era pequeño y colo

rente a ella, Aurora retrocediendo por instinto y Hebbie mirándola con cuidado

ue temer cuando posaba sus manos sobre su piel y todo lo que la recibía era suma calidez y cuidado. Pero eso

o una bestia a punto de arremeter contra su presa. Fue como si todos hubiesen esperado ese momento, estudiantes ricos deseosos de una

é qu

mismo y todo el mundo callando. El irlandés arrugó el rostro con confusión antes de

edias que pronto se deshizo cuando un gri

os al chico hasta que estuvo en el suelo y la sangre goteó en el pavimento, la gente alejándose poco a poco sin inmutarse ante lo que sucedía. Ella solo pudo jadear, desesperada y sin saber

Az

ia cuando ella más lo necesitaba? Se le acercó, sus manos temblaron cuando atrapó su puño en el aire, sujetándolo casi con timidez y terror, porque el contacto de sus pieles bastaba para que sus ojos, indiferentes, se encontraran

junto a ella, que había crecido a su lado y solía protegerle. Ella no podía hacerlo. Todo se desvaneció lentame

ael

n la forma en la que un jadeo se escapaba de los labios de su hermanastra y ella temblaba; se alejó, el aire batiendo sobre ellos y acercándose al pobre muchacho que se retorcí

ía. No dijeron nada, él solo le dedicó la mirada más dura que le había dado, llena de odio y rencor, y se fue del lugar tan repentinamente como había llegado. No fue hasta que escuchó el ruido d

esión sobre sus rodillas. Lo vio pararse, y desde su posición baja, escuchó lo que le dijo el chico que, por una semana, la había hecho sentir un poco pl

los pasillos, o cuando compartían un sitio en la mesa de clases. Pero aquello no duró mucho, de todas forma

r ella, tampoco. Desde lo sucedido con Hebbie a todos los estudiantes nuevos, becados o de intercambio

o por su apellid

anastra de Azael. Tan hermosa como

perdida y

ocasiones de una manera que el dolor a veces se tornaba físico. Apretó sus labios hasta convertirlos en una fina línea, su expresión tornándose con dureza mientras caminaba, se detuvo frente a su casillero en uno de los pasillos. Miró el espejo que tenía en la puerta metálica, sus

ntes estructuras de mármol perdiéndose tras ella y su r

te a la vez que daba un paso hacia atrás. Una risa suave se coló en sus oídos y cuando miró, dos orbes familiarmente oscuros —tan negros que era di

caían a los costados de su rostro y tras su espalda. La postura llena de gra

na exhalación lenta, una sonris

s salones —le dice y sus ojos se suavizan

menciona nada más, ni siquiera tiene la intención de contarle acerca de su nuevo rumor corriendo por los pasillos

partando un mechón de cabello

us ojos y viéndola con un deje flojo de diversión en sus comisu

. Ella menguó la cabeza, un poco más ligera, ajustando su bolsa en su hombro mientras la rubia de

mas? —musita, entrelazando sus brazos. —Vamos

mente, por lo que ella voltea el rostro

jor en las á

y darles la privacidad que necesitan, alejarlas de las miradas. Hussell College es, en realidad, un instituto privado que sigue su paso con una universidad de la misma élite, por lo que la villa abarca lo suficiente como para mantener un campus y un cole

las cuatro sillas de color pulido perteneciéndoles solo a ellas dos. A veces, a los gemelos, también. Pero la may

s a i

les blancos sobre la mesa con copas de vidrio en las más reservadas; chefs de alta gama cocinando tras la barra, una fila de herederos y jóvenes millonarios dispersándose por el lugar. Es exagerado, en su mayoría, porque se tratan solamente de chiquillos siendo atendidos como reyes solo por la importancia de s

ntes de que pueda reaccionar y Aurora lo sostiene, siguiéndola. La chica le dedica un ademán de despedida a un camarero que se acerca a entenderlas y lo de

chicos para que lleven los platos por nosotras. Tomaré unas cop

l rostro de su amiga con un gesto vago e

a por ellos; es su prima quien se encarga de desaparecer los rumores, quien cubre sus espaldas cuando ellos desaparecen o quien se comunica con la dirección del colegio cada vez que tienen un requisito. Cuando Nish o Milosh, los gemelos, desaparec

era tan detallo y ridículamente elegante, tanto como para justificar la matrícula exagerada de la institución. Hussell era así; o tenías los suficientes ceros en una cuenta bancaria para entrar, o eras un geni

tro lugar. Porque no encaj

sin notarlo, alguien más lo hace. Su rostro choca contra un pecho duro y provoca que esas botellas que llevaba en sus brazos caigan al suelo y una de ellas, la que estaba entreabier

s dejaron de hablar, los camareros de servir y las copas detuvieron su tintineo, la realidad asentándose sobre sus hombros como una sentencia. Solo escuchó su propia respiración, la

su cuello hasta detenerse poco abajo de su mandíbula, o por las mangas de su camisa tintando la piel de sus dedos, lo apuntaron cada uno. Los ja

a

. Su corazón se hundió en su pecho, quejoso y adolorido, notando cuanto había pasado sin escuchar su voz de c

mucho que le gustaban sus ojos? ¿Cómo había podido evitar mirarlo todo este tiempo, teniéndolo tan cerca? Eran bicolores, mientras el gris del ojo izquierdo brillaba, el iris del derecho era negro, tan oscuro como para aclamar su procedencia. L

ono la rodeó y la congeló, notando en ese momento la mancha roja que ahora ensuciaba su camisa

.. s

palabras tambaleándose con la burla, dio un

ogió, pestañeando con sorpresa. Existió un pensamiento general

fueras del instituto, o de cuando él intimidaba a alguien mucho más inferior. Se preguntó, por segundos, si acaso Azael la estaba humillando así adel

la cabeza

cúlp

en sus labios y sus ojos ampliándose con

.¿Q

No lo volve

lar al alivio casi se posa en sus hombros, desvaneciéndose cuando vio que su primo se quedaba atrás, con la expresión indiferente

ó bajito, nadie p

suavidad de su voz y escaso

en el rostro de Aurora. Como si la vista le asqueara, cerró sus ojos y apretó sus parpados. Cuando la miró nu

Él...? ¿Él sería capaz de eso? ¿Él sería capaz de humillarla de esa manera para...? ¿Para qué

z. Si

ndo una mano en su hombre en un gesto de a

udo tirar de su garganta a la vez que sus ojos ardían, sin negarse a dejar de mirarla ni siquiera cuando su respiración salió de

tuvo nada, solo una mirada profunda y repleta de odio, ella se sintió tan vacía. Bajó la mir

ese lo que fuese, se desvaneció tan rápido que no lo creyó real y entonces él sonríe, bur

ió en tono seco y vacío a toda la sala, sin dejar d

lmones de una forma violenta. Quedó claro, ella lo entendió. Toda aquella humillación había sido para eso; a Azael

izaban por sus mejillas sin permiso alguno, y sin poder arrep

fuerzas—. Te odio co

Ignoró la forma en la que Thomas intentó detenerla, su mano rozando su brazo y hubo un grito, tal vez de Ría. No le importó nada, apartó los mechones de cabello que se colaban en su rostro y cubrió su boca para callar cualquier

donde se ubicaban un par de columpios olvidados ya por los mayores. Cubrió su rostro, encogiéndose en sí misma a la vez que se dejaba caer, los sollozos

quisiera. Había esperarlo hacerlo desde hace tiempo, desde que todo comenzó. Desde que él empezó a hacerlo, pero no podía. ¿Cómo odiar algo que había amado

a hecho su

que le lastimó más que cualquier tortura; se arrepintió al instante de haber corrido tras ella, de haberla seguido como aquel maldito cobarde que era. Se arrep

su piel y haciéndolo cerrar sus ojos. Y luego

uando hac

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