Adicta al placer
s días y estar casi lista para el colegio, me encerré en mi cuarto. Apenas había logrado conc
mario la caja del regalo de Elena y su hermana. Lo había
encé a fantasear con todo lo que Elena y yo habíamos hecho, y también con lo maravilloso que sería ser penetrada por un pene real. Muy despacio, comencé a frotarme el coñito co
ón muy extraña, diferente a mí dedos, pero muy excitante a la vez. Luego metí la segunda y me sentí mucho más llena. Como er
a y ya estaba así de caliente. ¿Cómo se s
a la tentación y al morbo. Había visto algo similar en un
las bragas y acomodar mi falda del
xcitarme. Terminé de prepararme y salí de casa. ¿Cómo se suponía que iba a andar por la calle con eso haciéndome sentir
to? Eso solo hizo que me pusiese más y más roja, así que solo me dediqué a mirar por
s de la entrada al salón de clases, tiempo suficiente para tocarme un poco. Me encerré en un
otra mano. El placer iba en aumento, tanto que casi se me escapa un gemido. Me mordí los labios para evitarlo. Sentía mis pezones m
Pero no podía parar, quería más, quería terminar. Necesitaba terminar. Así que seguí tocándome y ahog
las dos bolitas rojas de inmediato, me limpié y salí p
ue nadie viniese a hablar conmigo, pero me equi
entó a mi lado-. ¡Pens
y de comportarme normal, no quería que supiera lo que estaba haciendo, se azoraría. Ella comenzó a hablarme sobre un par de tonterías, de un chico que le gus
y supe por su expresión de picar
alo? -susurró y
Elena, si tú sup
vié la mirada. Estaba comenzando a son
ero en eso llegó el profesor. Nunca había e
largo rato antes del recreo y yo apenas podía aguantar. Quería que alguien me tocara, me quitara las bolas una a
la cara. Dios, no podía resistirlo, solo podía pensar en tener a alguien encima y en cómo iba
r se acerc
ncuentra bien
sexo y lo quería con urgencia. N
con naturalidad-, me sient
s piernas, se habían movido también. Estaba nerviosa y muy caliente. Tenía el ros
ra todo pronóstico, sentí que una oleada de placer me recorrió desde la punta de los pies hasta la cabez
lo, ¿acababa de correrme en cl
iempo me sentía muy avergonzada. Me aterraba la idea
pero sentir esa adrenalina, esa posibilidad de s
hacer. Iba a terminar perdiendo la cabeza, estaba segura, porque lo peor es que mis deseos no habían hecho más que aument