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Amor a una Pequeña Distancia.

Capítulo 2 2. Princesita.

Palabras:1408    |    Actualizado en: 04/06/2022

tulo

de la vida, ese algo, llegará

ita sensación de suavidad que acaricia mi cuerpo me hace querer mantenerme ahí siempre, siempre que pue

la puerta con fuerza, de sus ojos brotaba ira, ¿Por qué? Ni yo lo sé, simplemente m

digo en voz baja inten

obre mi mesita de noche para tirarla al suelo haciéndola añicos

erdad es que sí, papá si ha engañado a la mujer que llamo por madre, ¿la

alzando la mano para bajarla

n sollozo, estaba acostumbrada a esto, no sé en qué mom

igual a él!

tando a la pequeña niña de lindos ojos al frente mío con su rostro asustad

dice ella señalando la frazada que a

desorientada. La luz del s

dice el nombre del c

respondo dándole

dad y sin abrir la boca le acerco mi mano para que pueda verlas mejor. Una

ntra un pequeño tatuaje en forma de luna, me doy cuenta de que es de mañana, pa

a, puesto que la niña ahora dejando mi

– preguntó pasando su

padre. Vestía de forma normal, una sudadera negra combinada con una camiseta blanca que hacia traslucir los tatuajes que cubrían su cu

hablándome directamente me hace entumecer el cuerpo por completo y dejando todo

uella mandíbula se endurecía al momento de hablar y ahora que lo noto, sus ojos, ¡Dios! Podría suspi

nerme en nada más. Mis mejillas se acaloraron

, princesita? – leva

go lo obvio y me pongo de pie – me iré.

do mis piernas, dejo escap

illow – me dice ella lanzándome un

a el chico – tienes

ada y camino hacia la puerta de la salida –

a salir, pero sin cer

ritarme estando a solo unos pocos centímetros alejados pero

perfecto, mu

sonrisa que me res

dedicar a pintar mis cuadros para luego enviarlos a la s

e abrió con asombro y un poco de miedo al ver la moto que

al hablarme. No le respondí, me acerqué con lentitud a él quedánd

ndo aceptando el

a, princesa – me ayudó a poner

me subí a una moto y es con un extraño, me siento la mujer más mala de la tierra. No me juzguen,

stopher, dando media vuelta su ca

ciudad – le digo – en

e incomodo cuando le

entiendo tu vestimenta. – niega – afírma

garras al abdomen de Christopher que ni siquiera me puse a pensar en que lo estaba tondo, simplemente, seguimo

su castillo – la diversión que demostra

respondo arreglando

de la misma manera y llamé par

se llenaron de lagrimas al notar que ni siquiera le importo donde estaba. No me buscó y solo vo

eraba nad

padre quien bajaba las escaleras regalarme una enorme sonrisa

queña – m

api – l

ra excepcional, sus lindos ojos verdes ilumi

daste en la casa de un amigo

– asiente – eso

sa yendo en dirección al jardín, no quería escuchar gritos ni nada parecido, solo subí las es

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