Rachel parpadeó: "Por supuesto que fue el señor Guzman quien me pidió que me pusiera de pie".

Trevor asintió con entusiasmo. "Sí, realmente fui yo".

"Usted...". El boxeador se mostró incrédulo y parecía que quería hacer más preguntas, pero Rachel no le dio la oportunidad.

"El señor Sullivan dijo que puedo irme mientras que el señor Guzman me perdone, ¿verdad?".

"¡Claro que te perdono! Puedes irte ya", interrumpió Trevor, antes de que el boxeador pudiera responder. Si hubiera podido, habría saltado de la cama y le habría abierto él mismo la puerta a Rachel.

Su belleza angelical lo había desconcertado, pero si hubiera sabido lo despiadada que era, nunca habría provocado su ira.

Lamentaba haberse cruzado con ella.

"Bueno… cuídese mucho, señor Guzmán. Espero que nunca nos volvamos a ver", se despidió ella con indiferencia mientras se dirigía hacia la puerta. Al ver que el boxeador no se movía para detenerla, salió de la habitación bajo las miradas curiosas de médicos y enfermeros.

Después de alejarse unos metros, respiró profundamente aliviada. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la perseguía y luego, cerró los ojos al apoyarse contra la pared.