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LA ASISTENTE DE PRESIDENCIA

Capítulo 3 -Un extraño encuentro-

Palabras:3176    |    Actualizado en: 20/01/2022

lujoso auto que la dejó en la entrada del edificio, situación que no pasó desape

ciones. Aunque trató de disimular mucho, con un buen maquillaje y su elegante uniforme, la ma

timo lugar, en una esquina. Entró con la mirada gacha sin percatars

s metálicas del elevador. La caja siguió avanzando y parando en cada piso dejando a sus compañeros en ellos, creyó sentirse completamente sola par

ujera a nada y que ella quedara atrapada en él para no continuar con su miserable vida, no que

ojos de golpe y acomodarse erguida en el ascensor. Trató de disimular el mal momento arreglando

ía que hasta la dejo peor, porque, por más que se esmeró —dijo señalan

de calmar la rabia que estaba naciendo en su interi

para no sonar dura e hiriente. —No recuerdo haberle informado mi sit

y se le acercó más de lo debido, tanto que la at

resa del atrevimiento y hasta quizás se sonrojó

tal suceso que sintió su cuerpo rea

iento del hombre la mareó— usted no es alguien de mi interés, es más, creo que no es ni un tanto suficiente

oximidad de Rebecca, tanto que se le aceleró el

o aturdida por la cercanía, pero achinó los ojos manteniendo una mirada fría, ese hombre la acababa de insultar. Primero la trató de mujer fác

te" para alguien como usted, que, por su comportamiento arrogante considero que no es capaz de estar a mi altura. Que tenga un buen día señor Franco —escupió las

ia. Esa mujer lo perturbaba de manera inimaginables, sentía un deseo descontrolado

lhumor como la incomodidad sentida en su entrepierna, no podía negar que

Pasó de largo entre los presentes en el departamento de diseño que a ninguno de los empleados le pareció extraño que su jefe llegara nuev

sta, lo miró de soslayo y se dijo a sí mismo que aprovecharía la s

ia al andar. Fueron compañeros en la colegiatura, pero, aunque estudiaron en la mis

al, mientras Arturo se profesionalizó en arquitectura como su padre, es

dejado las bolas azules —le dijo en tono

la mierda una vez más y de la manera más sutil.

e va a dar ni la hora. Es más, creo que si te ve con intenciones de arrojarte al precipicio te alentará para que sal

e estaba yendo con la mujer. Ambos hombres después de reír y disfrutar del mal momento decidieron dejar el tema de

la vez culpable por haber ofendido al hijo de su jefe «pero se lo había buscado» se dijo para sentirse mejor. Aunque pensaba que ese sería un motivo para solicitar su despido o quizás para ini

n Maximiliano, negro sin azúcar, abrir las cortinas de su elegante y gran oficina, dejar la agenda electrónica en su escritorio co

ascensor anunció la llegada de su jefe. La puert

tu día ayer? Mira que me dejaste muy pr

ra rodar cuesta abajo por sus mejillas. Abrió su boca para hablar, pero el sollozo que se había atora

cual padre consuela a su hijo. La instó para que entrara en su oficina

dido con su madre la tarde anterior. Le contó con lujo de detalles cómo su madre

el que no puede adquirir créditos bancarios. La suma prestada era tan considerable que ninguno de sus deudores tenía como pagar en el té

había podido pagar todo el monto acumulado. El hombre le había pedido a la mujer entregar en pago su ne

o con sus préstamos Rebecca, la bella hija de la mujer era el anhelo de su perversión. Quer

mujer y no aceptaría por ningún motivo a su pedido. El v

final del mes o la bella mano de preciosa hija de lo c

compromiso de su madre, pero viendo que la suma era demasiado exorbitante, pidió un laxo de 6 meses para pagar todo el total. Acuerdo

en el que comprometía el 80% de su sueldo para

u mente no comprendía como la obsesión de un hombre podí

había perdió toda esperanza de volver a amar con su corazón de padre. En seis meses Rebecca se había ganado no solo su cariño, sino q

sperarlo unos días para ayudarla a solucionar su situación, ayu

personal en la oficina. Don Maximiliano se levantó de inmediato y se dirigió a la puerta para abrirla mi

o de largo el cuerpo de su padre e instalándose en el centro la oficina mientra

reguntó mientras posaba sus ojos en la muj

ntes de contestar cualquier pregunta se dirigió al hombre que esperaba

iento que tuvieron en el ascensor, su cuerpo empezó a reaccionar y por el momento se dejó llevar por el recuerdo, pero su ensoñación no duró mucho

unta no pasó desapercibida, pero su padre lo mi

s porque ya Rebecca se encontraba de pie frente a su hijo. Se veía

deja de andar por las ramas, señor —dijo sin mostrar temor o

tas, entiende muy bien la insinuaciones —dijo Arturo casi en un susurro levantando con

entido de las palabras y una fu

s ojos. Arturo sintió su mejilla arder por el golpe y su coraje empezó a cor

insultarme y de paso ofender a su padre. Si cree que por ser su hijo le da derecho a humillarm

o con lo de hace un momento y si considera que mi despido es lo mejor por este atrevimiento

hecho nada que no sea defenderte del idiota mi hijo— di

angustiada por las consecuencias de s

o en sus obligaciones que no se percató de la hora de salida. Aunque en realidad nadie

tó lo tarde que ya era. Cerró su computadora, organizó s

tó el botón para pedirlo, se demoró

as paredes de este con los ojos cerrados, como siempre lo hací

s de él llegaba Arturo, quien también ingresó. —¿Aun

respiró hondo para calmar las sensaciones que el heredero le hacían sentir. No quer

n algunos asuntos más de lo debido y no me di cuenta de l

ntestar porque ya su

n desdén —Que sólo vienen a encerrarse en las oficinas con los je...— Rebecca no lo dejó terminar de hab

olorida mejilla, iba a contraatacar cuando el timbre del as

igo. —Que descanse señor Bruno— se despidió antes de salir hacia la recepción del l

autobuses, iba furiosa refunfuñando por lo recién acontecido que la poca gente

nojada y llena de coraje. —Es un gili

o de su jefe, su mente recordaba cada encuentro con ese hombre hast

aredes del ascensor le llegaron de golpe. Su embriagador perfume, su cálido y fresco aliento, su cercanía, todo

Franco. —No Rebecca, no vayas por ese camino, él más que nadie te hará daño—

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