La Mansión
icio de hamburguesas. Mientras tanto Camila y Verón
e hamburguesas, papas fritas y so
princesas?– pr
la cabeza. Se sientan
iñas comer con tanto apetito y s
con el móvil em la man
na, ¿cómo
Le llevaste el
ina. Estoy con e
or favor?– dice s
nita. Ya t
a, se sienta y c
das!– dice, su
s un poco mayor, que Verónica, quie
al ver el rostro de su her
s veremos
sorprendida de que no le haya pasad
o me pasast
tré a las niñas porque quería ve
vendrá
ieja, tal vez
esar de que ella la ayuda económicamente, quiere qu
tiene miedo no por ella o lo que le pueda pasar sino por sus hijas y su madre. No se perdonar
hombre de rasgos finos y bien vestido, es uno de los hacendados más importantes en el cultivo de café
en aquel lugar. En la frontera es muy común
, la abre y le muestra a ella para que tome uno de los papeles doblado
o de c
s pies y la arrastra hasta la orilla de la cama, ella se arrodilla e inclina hacia adelante. El homb
acostumbra a recibir ese tipo de sexo
con mayor fuerza y violencia. Luego de unos minutos por fin cesa su
viste y le da um billete de
o. Ya usted pagó p
oy regalando, pues!– dice mientras dob
as!– re
obre la cama y comienza a golpear el colchón para aplacar su ira e impotencia.
e hacia cuatro años que nació Camila tuvo que trabajar para poder mantenerla porque Jorge, la abandonó cuando supo de su embar
gusto para la bebida y la comida. Por dos oportunidades le dejó una exce
puerta del copiloto. Ella miró algo asustada. Aunque eran las seis de la tarde, comenz
la hasta su casa. Ella se avergonzaba de tener que decirle q
dijo señalándole la entra
allí, es muy peli
ntro. Yo conozco mi gente y
rías a tomar
o– responde mientra
ue podía confiar en él. Le contó sobre sus fracasos amorosos y sobre sus dos hijas. É
a ganar un b
miró y
ar a mis hijas y mi
os en la frontera y necesito alguien
dad, me
ujer guerrera y mereces alg
por lo que sin pensar mucho, acepto. Acepto aqu