El viaje de Tori: AGON
bajar, esperaba en la entrada del puerto a que alguno de los jefes de estiba les escogiera para un duro día de trabajo medianamente bien pag
stante viejo, con un casco lleno de pequeños agujeros producidos por la carcoma. Era difícil saber cómo era posible que todavía flotara una embarc
y fuertes, para terminar cuanto antes la descarga del barco e ir a toda prisa a gastar los beneficios de sus viajes comerciales a la cantina más cercana. Pero Ug no. Él esperaba al final, no le importaba usar a los descartes y que tardaran el tiempo qu
do era conveniente preguntar por una carga y cuándo no. Cobraban su jornal y se iban contentos a ca
peó con una palanca la caja de
llegado, v
taba abrir la caja con la palanca. El crujir de las maderas se confundía co
iéndose, se apoyaba en un cayado largo lleno de nudos. Una mano enguantada se deslizó a través de la capa y depositó una bolsa rebosante de aurus en la
ngrejo
grejo de color dorado. Era difícil discernir si un cangrejo era realmente feliz o no, pero este agua
había pasado hace horas. Habían cantado y bailado hasta desfallecer y ahora la mitad de ellos dormitaba encima de las mesas pegajosa
dos los cuellos se giraban despacito siguiendo el camino del extranjero, que se acercaba a la barra poco a poco mientras el mesonero, un fornido cuarentón con brazos como jamones, se echaba hacia atrás con cada paso que dab
a boca y de sus labios brotaron las palabras más amables y dulces que
un vasito de a
sa, leve como el susurro de un monje raeliano el día del nombre, que se fue tornan
voz con un marcado acento casenita, reconocible porque p
o limpio,
so limpio,
s pos
ra, al fondo del muelle, tie
chada con voz du
ar, ¿no? ¿No tiene
a taberna y aquí no servimos agua. E
oquianos los que rieron alegre
amos entendiendo -Intentó
ero, te pongo cervez
probado...
sonero mientras le plantaba una jarra
bare
er la cerveza, pero el fornido mesonero le
-apuntó con cara de p
nuevo y sacó del fondo de su capa una bolsa igual que la que puso en ma-nos de Ug. Llena hasta arriba de brillantes aurus. Tomó dos, un prec
ores que se habían echado a dormir, reflejándose en sus codicioso
ora
ran de ahí ya no brillarían tanto y estarían llenas de pelusas y grasa, pero seguirían val
elo, sin darse cuenta de que la capucha se había caído sobre sus hombros, r
curiosidad y ojitos más codiciosos todavía. Una chica sola, en una taberna
rse esto? ¡Está malísimo
gracioso como lo del vasito de agua. Anda y v
nada contra usted, pero me ha
y agua d
xac
rvírtela. Si no te ha g
solo que
arcó el tabernero-. Aqu
cupes, ya m
zaba el ojo y con el pelo grasiento se sentó delante
Me repondrá usted lo
to, y la tuya estaba empezada...
nos, desde un moreno suave y amarillento hasta una piel negra azabache. Eran fuertes y de cabel
toy de
bolsa de dinero, tu visit
qué lo
so Goddar! ¡Que te la pue
van a quitar mi
el ligero movimiento que se originó a su espa
chica-. Se me ha ocurrido una cosa, ¿quieres ser mi guardaespaldas? Pareces un
ardaespaldas
daespaldas... Sé m
s del mundo, chica! Ere
faaa
lrededor se hacía ca
niña. Estás
u cerveza y se alejó de la chica. Un círculo de h
uno de los estibadores, un viejo bastante
usto donde querí
erarte un poco el equipaje?
do mi dinero. No pued
staba pidie
o a los atacantes, sino porque al quedarse en posición de guardia, con las piernas abiertas y la capa al vuelo, justo entre sus pies, pudieron ver una extraña criatura. Era una bola de pelo blanco, con ojos negros como aceitunas y dos grandes orejas que le colgaban hacia atrás; su n
a atacar, pero la chica, con solo un cambio de posición en los pies y un movimiento de b
o, ¡
ior del local. Gritos de terror y dolor se alternaban y hombres
su criatura debajo de su capa, cogió su cayado y se despi
joven de la cicatriz, con su único
n eres? -acert
agris, y estoy de