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El Último Aliento de Selena

El Último Aliento de Selena

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:1047    |    Actualizado en: Hoy, a las 15:27

abandonada. Como fiscal, mi deber era re

hara de madera. Pertenecía a mi esposa, Selena, la mu

La culpé en público, la llamé egoísta. Hasta que el informe forense me destro

iscal intachable, había empujado a mi propia esposa y a mi hijo

n mano, me dirigí al hospital donde Amaya fingía su enfermedad. E

ítu

PERA

putrefacción, tierra húmeda y algo metálico, dulzón y repugnante. Un escalofrío me recorrió de pies a cabez

o pálido por la luz intermitente de las sirenas. "Fiscal Pera

mada llegó. Dejé mi copa de vino a medio terminar y mi exnovia, Amaya, me miró con una mezcla de preocupación y molestia. "Ten cuidado, Marc

e acercó, su rostro curtido era una máscara de seriedad. "Fisca

lo que me sentía. Mi reputación como fiscal intachable y e

a, cubierto de tierra y ramas secas. El tiempo, la humedad y, probablemente, los

co. Era evidente que la víctima había sufrido una violencia extrema. Los fragmentos óseos expuestos, la piel lacerada, el hedo

irada buscando algo, cualquier cosa, que

a tierra. "Nada visible, Fiscal. Las huellas dactilares serán un desafío.

del hombro del cuerpo. Un pequeño relicario de plata, manchado de sangre seca y barro,

se cortó. N

cario, había un pequeño dije en forma de cuchara de madera, no más grande que mi pul

picotazo de dolor, atravesó

. Me la entregó una noche, con los ojos brillantes de orgullo. "Es para ti, Marco", dijo, su

maya, un día, la había visto en mi escritorio. "Qué cursi, Marco", había dicho, con una sonr

e "menor", pudiera avergonzarme frente a Amaya. Le tiré la cuchara a Selena, la vi caer al suelo, rodar bajo el sofá. "¡No necesito estas tonterías, Sel

te. No era ella. No podía ser ella. S

té el relicario en mi mano, el metal frí

ación sea impecable. ¡No quiero errores! ¡Quiero resultados! ¡Est

, una soñadora. Yo era un fiscal ambicioso. No éramos compatibles. Ell

ón, su ausencia, ¿no me es

el frío de la madrugada. "¡Que sientan todo el peso de la ley! ¡No me i

... la justicia era para los fu

s", murmuré para mí, mi mirada perdida en la oscuridad que rodeaba

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