La ecuaciion del Perdon
o para que la furia tomara el lugar de la incredulidad. No lloró. La decepción era t
, alisando el fino vestido de seda que llevaba. Su rostro estaba pálido, pero sus ojos, normalmente de un marrón dulce y
n demasiado brillantes, las sonrisas demasiado falsas. Localizó rápidamente a la familia De la Vega: Doña Eloísa, vestida de un rojo imponente,
s del salón la seguían. Su paso era lento, deliberado
sa encantadora y fácil que ella tanto había amado. Hizo un
tomarle la mano, pero Amara la retiró con un movimiento casi
ó. -¿Qué sucede? Pareces...
, el sonido de grava-. Esto no es estr
loísa, quien observaba la escena co
sientas y tomas un poco de champán? Hay unos empresarios del s
Eloísa y se centró ú
carpeta y exponiendo el título del documento: "Adquisici
or se drenó, reemplazado por una palidez cenicienta. Sus ojos se
sonrisa volviéndose de acero. Se acercó a ellos, tomando a Amara
n importancia. Detalles que Gabriel estaba revi
osas que arruinan vidas. ¿El "Proyecto Fénix" es mi vida, verdad? ¿Mi padre, mi herencia, mi nombre? ¿Todo reducido a una
re hambrienta de drama, había dejado de fin
n marcando su voz. -Amara, por favor, vamos a
claramente. Se dirigió al grupo de empresarios que antes le querían hablar-. ¡Ustedes, caballeros! Mañana iban a ser
dad implacable. -¡Basta ya de esta histeria, Amara!
, ¿sabías esto? ¿Estabas al tanto de que tu madre falsificó un acuerdo prenupcial para de
ó: -Yo... yo no quería, Amara. Mi madre me forzó. Dijo que e
a propia traición. Amara se rió, un sonido
apaba, optó por la ofensiva más cruel. Se co
vale nada! ¡Tú no vales nada! La única forma de que tú y tus patentes insignificantes tuvieran alguna relevancia era uniéndote a la f
una cazafortunas! Una mujer sin linaje que ahora, por
irada de su madre y el juicio de la élite, no defendió a Amara. En luga
ulo. Yo... yo me encargaré de que te compen
n. Amara sintió que su corazón se hacía trizas, pero
r sobre la mesa de aperitivos y
inero. Pero yo no soy un activo que se pueda adquirir o despojar. -Su voz resonó con una promesa silenciosa-. Puedes que
Valdés se dio la vuelta. Cruzó el salón, salió por las puertas de roble y, dejando atrás el lujo y la mentira, se