La mentira de tres años: La venganza de la esposa
e. Era una cámara fría y escasamente amueblada, sin ventanas, insonori
po todavía adolorido por el ataque de Amelia y el trato rudo de los guardi
Extendió la mano, tocando suavemente las marcas rojas y furiosas
da de falsa ternura-. Amelia puede ser... en
vió. Seguía jugando.
rme. Lo miré directamente a los ojos-. Rompió el bro
destello de genuina moles
efendiendo. -Cogió el broche roto, que debió haber traído consigo. Examinó la filigrana rota-.
ba torciendo la verdad tan fácil, tan natur
mí-. ¡Eso era de mi abuela, Edgardo! ¡De mi famil
tó un
miró, sus ojos duros-. Debes entender, Elisa, que Amelia es ahora la cara del Grupo Cantú. Lleva el nombre de tu familia. T
opia reliquia familiar. Regalos de mis padres y abuelos. Dados a A
ló en mi alma. Este hombre, mi exesposo,
s reliquias de mi familia, mi propio nombre... ¿todo le pertenece a Amelia a
isa escalofriant
la cara pública. La que continúa el nombre. Representa todo lo que una vez fuiste. -Hizo una
terradora. Se estaba deleitando en mi humillación,
alabras apenas audibles-. Eres ver
isa no
vía te estás recuperando. Y necesitas que te enseñe
cerniéndos
necesitas aprender un comportamiento adecuado. -Metió la mano en el bolsillo y sacó un pequeñ
ó frent
ímbolo de su nueva vida. Así como esto... -Gesticuló hacia la habitación a mi alrededo
arrojó el colgante s
Para recordarte de quién es la amabilidad que te mantiene
estaba dando las joyas de mi propia madre como un "regalo" por mi buen com
dije, mi voz baja, llena de una
onido sin
acia la puerta-. Mañana, comenzarás tu 'reeducación'. Aprenderás
tilleaba contr
educ
onrisa escalofri
ar cuando no estás adecuadamente... gestionada. -Hizo una pausa en la puerta-. Y tu primera lección comien
en la que había confiado implícitamente, una mujer que había trabajado par
os, todas mis vulnerabilidades. La mujer que ahora estaba allí, una
lando, un genuino temblor d
illo depredad
ecta. Conoce todos tus viejos hábitos. Sabe cómo romperlos. -Su mirada era burlona-. Después
ón. Brenda, que siempre había sido tan leal, ta
i voz cargada de odi
ió de hombros, su so
nda te enseñará mejores m
delante, sus ojos de
guraré de que la señorita Can
lo me estaba controlando; estaba profanando mi pasado, torciendo cada r
voz elevándose, impulsada por una repentina y
onido frí
s todavía. -Se dio la vuelta para irse, pero no sin antes la
a tu nueva
quedé allí, temblando, el colgante de esmeraldas todavía en la cama. Brenda permanecía en silen
día en mi alma. ¿Quería romperme? Solo me forjaría más fuerte. ¿Me
dica y absolutamente devastad