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La traición mortal de mi prometido

La traición mortal de mi prometido

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:1269    |    Actualizado en: 11/12/2025

la cuñada de mi prometido, Ki

corriendo a mi lado para consolarla a ella, gritándole a los paramédicos

toda culpa y luego me dejó morir bajo la lluvia. "Solo está tratando de l

la cirugía que necesitaba para salvarme la vida. Incluso le dijo a mi mentor que d

staba muerta, mi carrera estaba siendo dest

ila para ver su traición, y yo estaba atada al hombre que m

ítu

sta de Clar

l agua helada del río se precipitó, no solo a mi alrededor, sino a través de mí. Kimberly no solo me sacó del puen

aplastarme hasta hacerme desaparecer. El mundo giraba, luego se estrellaba, y volvía a girar. Saboreé la sangre, y el dolo

s lo vi

via. Estaba aquí. Mi prometido, mi brillante neurocirujano, mi salvav

ervio en llamas. Vi destellos de la barandilla del puente, retorcida como cintas, y el agua

no me esta

diseñador empapado, sus hombros temblando. Su rostro estaba pálido, surcado de lágrimas, su

junto a mi cuerpo roto, directamente hacia ella. La rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia él. Sus manos acaric

Trauma interno masivo", dijo uno. "Pulso filiforme, la presión est

éndose, la tormenta exterior reflejada en sus ojos fríos. Ahora era el Dr. Galvá

ento. "Concéntrense en Kimberly. Está en shock. Su astrafobia se est

rfic

colgando de mi muñeca. Mis costillas se sentían como fragmentos afilados hurga

carne viva. Mi visión se estaba vol

n calidez, ni reconocimiento para mí. Solo una evaluación distante e irritada. "Solo está tratando de llamar la

nte en su pecho. "Clarisa... ella me odia, Damián. S

lquier impacto. Sentí un pavor helado, peor

prometo". Se volvió hacia el paramédico más cercano, su voz baja, autoritaria. "Necesito que preparen un desli

a está críticamente herida. Necesitamos es

. Kimberly solo tuvo un ataque de pánico. Es mi cuñada. Mi familia. Clarisa nec

u cabello perfecto a la frente. Ni siquiera se inmutó al ver mi sangre. Solo m

a. Intenté levantar la izquierda, pero el

esos torcidos. Me forzó a tomar el bolígrafo, lo guio hasta la línea de puntos. "Lo harás", susurró, su voz pe

derrota absoluta, logré garabatear una marca

a ti. Que te lleven al Hospital San Judas. Un cirujano general puede remendarte allí". Se alejó, de vuelt

sangrando, sola. La promesa de otra ambulancia, otro hospital, se desvaneció en el rugi

mente, luego se iluminó, y

El coche destrozado había desaparecido. El puente, l

a flo

. Sin sangre. Solo... una ausencia. Un vacío. Levanté mi mano. Estaba entera, perfecta, tr

frío porque la lluvia no podía tocarme. No sentía d

abía luchado tan desesperadamente por la vida,

e sentía ahora como una broma cruel. Damián estaba aqu

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