La novia no deseada se convierte en la reina de la ciudad
ía Vill
ilencio tan pesado que parecí
jo de deleite escandalizado, como una au
estir crujieron violentamente sobre los fragmen
arrancó la puls
ntas se esparcieron por el suelo, rodando a través de
con un pañuelo como si mi ADN fuera una enferme
ntregó
emente-. Vuelve
teatralmente. -Gracias, mi amor. Tenía ta
padre, su rostro una más
or robo en la familia
, aburrido. -El látigo. Diez latigaz
-dijo Damián, sus ojos fijos e
tigazos -deci
edé h
cue
tiles. Cincuenta latigazos con la correa de cuero de la
suelo resbaladizo, mis tacones deslizándose en el
Damián. Miró a los guard
ron a r
es. Lo guardé p
ho. Mis dedos de los pies apenas tocaban el con
Tenía mano pesada, pero no l
gesto al
r latiga
mbre fundido cortando
hasta que sangró,
n
o
r
e mis costillas, cortando mis b
vestido estab
te, estaba
de Isabel, presionando su rostro contra su pecho para que
ir, su voz ahogada por el z
era el monstruo al qu
ei
endida cerca del techo húmedo. Observé a la chica c
ren
arganta estaba en carne v
cue
rio se
mé en el suelo, un montón de
e aquí esta noch
de metal se cerró de golpe
perando que el sangrado disminuyera, temb
e, centímetro a cen
ciones de los sirvientes, donde guardaba un botiquín de pr
n catre, con aguja e hilo
spalda. Era una ruina
hombros, donde el látigo se había enroscado- y venda
éfono
elo donde lo ha
aje de
adjunto
imusina. Él le estaba besando el cuello. Ella sostenía l
l pie de foto. *¿A qué sabes tú
espo
entí
entí
sordo, un muro de ruido blanco que
a sola mal
e encontró una
ue se vaya a Cancún -dijo, negándose a mirarme a los ojos. Si por lástima
e, mi voz
a en do
sé -
emallera de
dí
el infierno si eso significab